Ciudad de México. Adolfo Domínguez (Galicia, 1950) es un contador de historias. En persona habla de aspectos económicos y de la física como un profesor a un alumno despistado que termina por entender todo a la perfección; cuenta anécdotas a las que sólo les falta una copa de vino sobre la mesa. Sí, es el reconocido diseñador de modas, pero hoy está en México para presentar su novela Juan Griego, escrita como un largo poema de 700 páginas, cuyo manuscrito completo tardó 35 años en publicarse.
En 1992 hubo una primera edición, pero ‘‘ha cambiado todo” desde esa publicación a la de ahora de la Editorial Defausta en su colección Contemporánea. ‘‘Veintisiete años de trabajo lo cambian todo. Este es un texto completamente diferente. Hice bien en no cambiar el título ni de trama porque sólo con tenacidad se llega al centro de las cosas”, sostiene en entrevista con La Jornada.
El personaje principal es Juan Griego, de oficio militar, pero es también una radiografía de América Latina en los años 80 del siglo pasado: dictaduras, movimientos armados, narcotráfico; de la ciudad y la selva, de la vida y la muerte, de amor y pérdida, de tortura y quizá redención.
Momentos convulsos
Esta historia comenzó a crearse cuando su autor tenía unos 25 años. ‘‘La transición en España sucedió al mismo tiempo que lo que ocurre en Buenos Aires, del 76 al 82. Mi juventud estuvo atravesada por Mayo del 68, fueron momentos convulsos, de fuerte conflicto, gracias a Dios armado pocas veces, y con poca intensidad, y digo con poca intensidad porque 30 o 40 años antes fueron la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil, aunque el nuestro fue un choque de baja intensidad, como está sucediendo ahora.
‘‘El enfrentamiento entre las distintas visiones del mundo vuelve y vuelve, y Argentina –lugar central de la novela– aún no ha salido del bucle en el que entró. Entonces, eso lleva muchos años de trabajo en todos los sentidos, porque escribo para entender.
‘‘El objetivo de mi escritura fue poner orden en mi vida, aclararme, porque sólo se aclara uno si es capaz de escribirlo. El truco para escribir una novela es que quiero entender; por tanto, es una novela de ideas, el diálogo es el motor de la trama, y ese diálogo debe ser verosímil; si no, es un aburrimiento, un poco como le pasa incluso a los grandes. La montaña mágica, de Thomas Mann, es un ejemplo, lo leí hasta el final, obviamente, pero me costó, y yo no quería que Juan Griego le costase al lector, porque logras una novela si te atrapa a la primera página.’’
–¿Qué hace un escritor gallego contando a América Latina?
–A los españoles aquí los llaman gachupines, pero en el resto de América Latina les llaman gallegos, y escribo sobre este continente porque mi primera infancia estuvo muy unida a México y Buenos Aires, por tíos y tías. Posiblemente en el fondo ahí está el motivo. Por esa unión, porque creo que la patria es la lengua, si lees a Juan Rulfo, a Borges, perteneces un poco a tu lengua. Buenos Aires o México son parte de mi vida. Me era más cercano Buenos Aires que Madrid, hasta ese punto llega el coloque de los gallegos, porque es la primera provincia y la segunda posiblemente sea México; hay mucho gallego, obviamente, queramos o no, estamos muy cercanos, nos guste o no, con los conflictos que tengamos, pero somos muy cercanos.
–¿Quién es Juan Griego?
–No es un idealista, es un racionalista apasionado, es la única manera de definirlo. Es un militar, y su oficio lo define: es una profesión en la que sus cinco años de estudios y su vida los educan para morir y matar, eso condiciona su vida y su mente. Pero Juan Griego no sólo es eso: le preocupan las grandes preguntas, de dónde venimos y a dónde vamos, y encuentra la respuesta en el relato físico, en la física.
‘‘Son actividades en las que el discurso de los números está debajo. La música de Mozart es pura matemática, la acústica se puede reducir a ecuaciones. Soy partidario de la poesía que incluso está en esta novela escrita en verso, un verso con códigos particulares, verso libre, pero su primer código es la claridad: sujeto, verbo y predicado, en ese orden y no me lo salto casi nunca; es un código al que es difícil sujetarse”.
–¿La escritura de esta novela fue como un pasatiempo?
–Sí. He vivido de otra cosa, si no, no podía haber escrito lo que escribí durante tantos años, lograr que haya música de principio a fin, que atrape la novela de principio a fin; infrinjo todas las leyes: de tiempo, espacio y acción. Hago todas las barbaridades y salgo ileso, o al menos eso dicen, salgo ileso, pues, por la escritura que lo salva todo.
La palabra inevitable
–No vivió de la escritura, aunque sí por la escritura.
–Por la escritura. Me dio libertad, nadie me condicionó; al contrario, sólo tuve dos lectores: mi hija y la editora, ambas magníficas, y me editaron lo mucho que me editaron de lo mucho que ya había editado. Escribir es fácil, lo que me es difícil es lograr la palabra inevitable. Si escribo 10 horas, no exagero nada, paso cien o mil corrigiendo y buscando esa palabra inevitable de la primera narración.
–Si hacemos cuentas: Juan Griego es un libro de 730 páginas, escrito en 35 años: 20.8 páginas por año.
–Sí, sí, sí. No escribí todo el tiempo, pero puedes ponerlo así, porque en mi cabeza estuvo pendiente toda la vida.
–¿Qué tan diferente es el lenguaje de la moda al de la literatura?
–Me encanta el oficio de costurero, es muy sensual; mi mujer tiene una frase que es extraordinaria: si no fuera por mí, colapsabas por densidad. Porque me preocupa hasta el nitrógeno que le queda al Sol, un poco exagerado pero es así. En cualquier actividad sería feliz, menos de carnicero.
‘‘Podría ser cualquier cosa, pero preferí no vivir de la escritura. El oficio de costurero es muy lindo, estás rodeado de mujeres, primero, y segundo es muy sensual, muy pegado a tierra, al deseo. El mundo de la costura va de deseo, no hay otra cosa, no alimento a las personas pero sí las hago deseables. Lo que buscan hombres y mujeres es que los quieran.
‘‘Describo todo, no sólo el deseo” por eso Juan Griego ‘‘es un personaje más real; mezcla todos los tonos de gris, que sobrevive. (…) Creo que la realidad es una de las variantes de la ficción o al revés, la ficción es una variante de la realidad.
‘‘El de la moda es un oficio a flor de piel y tiene su encanto; el deseo es parte importante de la vida, pero escribir fue un complemento extraordinario, me hizo más feliz. Hoy soy sereno y equilibrado después de una vida turbulenta porque escribo, porque puse orden en mi vida.”