Ciudad de México. No es fácil definir, encontrar el vínculo de AMLO con el país entero, y sin embargo existe grandemente: ¿No es así, en el caso de un perdedor en dos ocasiones, aún cuando sea por fraude prácticamente comprobado, que llega la Presidencia de la República en una tercera votación? Pero la cuestión no es tanto esa, sino reconocer las razones de un vínculo estrecho entre “ese” candidato perdedor y el candidato triunfante en 1218, que arrasó en las elecciones de ese año.
Después de las infructuosas candidaturas presidenciales en 2006 y 2012, la victoria de AMLO en 2018 fue decisiva: además de aplastar a sus oponentes al tomar el 53% de los votos en las elecciones de julio, ganó la coalición liderada por su partido, el Movimiento Nacional de Regeneración (Morena). Una mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso de la Unión, así como en 19 de las 27 legislaturas locales.
Por supuesto que ese triunfo aplastante se reflejó de inmediato en la política: un gran cuidado indudable respecto a las perspectivas de la derecha y más bien una actitud de espera probablemente aguardando ciertos acontecimientos futuros, por ejemplo de orden financiero o económico, que tiendan a debilitar la enorme superioridad actual de AMLO, que deberían estar ya muy debilitado, por lo demás, según los cálculos de esta gente, teniendo muy serias bajas o fracturas que marcarían el fracaso del gobierno de izquierda en México, y el punto de arranque de la acción de la derecha extrema. Esto no ha ocurrido, por lo demás, ante la sorpresa de los opositores a AMLO en México, y para sorpresa de muchos otros.
Por supuesto que hay críticas al Presidente López Obrador, pero no por los eventos grandemente destructivos que esperaba la derecha extrema sino apenas por su manera de actuar (probablemente también desorganizada, como ha sido la característica de todos nuestros últimos gobiernos, sobre todo en el primer año de su ejercicio). La historia del aeropuerto de Santa Lucía pudiera ser un poco más pesada frente a su contrapartida de Texcoco, que sin embargo seguirá discutiéndose por las debilidades estructurales serias encontradas recientemente en estas últimas tierras. Es decir, críticas y observaciones variadas pero ningunas de un tamaño que haga esperar un cambio drástico en los finales del 2021 o en el 2024.
Otro de los aspectos en que tal vez pudieran encontrarse debilidades en el gobierno de AMLO es en el de algunos (as) colaboradores suyos, pero por discreción elemental preferimos, al menos por ahora, mantener silencio. Habrá, y hay sin duda, distintas opiniones al respecto pero preferimos no abrir una discusión sobre el particular, también por elemental compostura.
La gran mayoría, sin lugar a duda, estará de acuerdo básicamente con los rasgos y perfiles básicos del “modo” de gobernar de AMLO quien prefiere la discreción y la mesura al derroche y al relumbrón que marcó otros sexenios, cuya imaginación sólo llegaba hasta el punto de repetir y repetir banquetes y cenas en el Castillo de Chapultepec, sin considerar el rango efectivo de los homenajeados.
Pero lo fundamental: la política de AMLO, que muchos atacan como por consigna o por repetición irreflexiva de lo ya escuchado, sigue sin embargo resistiendo a las críticas que inclusive se presentan como serias y sigue su curso sin grandes desviaciones lo que muestra la seriedad del político que ha configurado su camino, y que está muy lejos de actuar irreflexiblemente o por capricho. Sus críticas al autoritarismo de personas y sistemas son punto menos que irrebatibles de ahí que pase ya a la historia como uno de los defensores indiscutibles de la democracia, con un reconocimiento cada vez mayor en América Latina y con una influencia también acrecentada entre los dirigentes de las clases populares. De ahí que estudiar hoy el caso de AMLO en nuestro país esté cada vez más extendido y produzca mayor interés.
Por supuesto, uno de los aspectos del exitoso caso de AMLO en México es el hecho de que haya logrado las grandes movilizaciones alcanzadas sin contar con un partido político en su forma “habitual” o “clásica” y que no obstante ello haya mantenido un dirección coherente sin interferencias o desviaciones contraproducentes. En todo caso, la presencia de AMLO al frente del país ha tenido ya entre otros efectos fundamentales, digamos uno muy importante de tipo pedagógico, como el pensar en la posibilidad de que México pueda vivir en el futuro sometido a la ley del interés mundial de los aparatos financieros. Como ha repetido AMLO en distinta ocasiones: “no somos dependientes ni subordinados a nadie”.
Por otro lado me atengo al estudio de Clemente Katz en que sostiene que la Teoría de la Dependencia, tan en boga e América Latina en los años sesenta y setenta del siglo pasado, no arrojó frutos positivos en la reactivación revolucionara de las sociedades continentales, aún cuando sí los produjo, sin duda, en el aspecto meramente teórico, no en el de la política práctica, que tuvo que esperar hasta los Evos Morales o los Andrés Manuel López Obrador para ver sus resultados tangibles.
Vinculación plena de un líder con su pueblo. Seguramente la del líder revolucionario del tipo heróico, pero también la del líder paciente y meticuloso que elabora caminos y rutas con gran cuidado, con la precisión política del bisturí de un revolucionario, que le es indispensable.