Faltaban sólo 10 minutos para el despegue del vuelo 507 de Aeroméxico con destino a Villahermosa, Tabasco, cuando ingresaron presurosos a la aeronave el presidente Andrés Manuel López Obrador y un discreto equipo de seguridad. Eran las 9:45 horas; venían de la conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional.
Dos minutos después, Francisco Quiroz se levantó de su asiento y conminó a su familia a descender de la aeronave con el argumento de que existía riesgo para su seguridad.
–¿Es inseguro viajar con el Presidente?
–Para mí sí, para eso hay aviones especiales –respondió.
–¿Implicará comprar otro boleto?
–Sí, pero mi seguridad está primero –señaló mientras recogía sus maletas de mano antes de dirigirse a la puerta del avión acompañado de su esposa y sus dos hijos, sin hacer mayores aspavientos.
Exhaustiva revisión de 10 minutos
Después de que descendieron los cuatro pasajeros, ingresaron cuatro integrantes del cuerpo de seguridad del aeropuerto capitalino con el fin de realizar un procedimiento de seguridad de acuerdo con el protocolo correspondiente en torno al asiento 5A, que ocupaba el mandatario, quien se mantuvo –igual que su equipo de seguridad– sin inmutarse ante la inusual movilización.
De inmediato, se dedicaron durante 10 minutos a revisar los asientos y los espacios donde se coloca el equipaje de mano en torno al asiento del mandatario.
En tanto, las sobrecargos de la aerolínea solicitaban al resto de los pasajeros permanecer sentados ante el inminente despegue de la aeronave.
Ningún comentario de López Obrador
Casi media hora después del horario programado para que el Embraer 170 de Aeroméxico saliera rumbo a la tierra del Presidente, despegó la aeronave y el vuelo transcurrió sin incidentes.
El incidente fue difundido en redes sociales, y a su llegada al aeropuerto de Villahermosa, López Obrador fue abordado al respecto. Con señas declinó hacer cualquier comentario, en medio del alboroto y el griterío de maestros que le reclamaban plazas.