Madrid. Wim Mertens, uno de los músicos contemporáneos más inclasificables y celebrados del mundo, hace un balance preliminar de sus 40 años de carrera y realiza una gira internacional con una selección de su prolífica obra.
El compositor, musicólogo, contratenor y pianista belga presentó así su concierto y disco recopilatorio, Inescapable, en el que se plasma el desarrollo de su lenguaje artístico en un vocabulario normativo, escribiendo para diferentes conjuntos de instrumentos, composiciones vocales y piezas para sinfónicas.
Antes de iniciar la gira, con el primer concierto en Madrid, en el Teatro Nuevo Apolo, Mertens recibe a La Jornada para explicar su evolución teórica y práctica en la que se ha empeñado en cuestionarlo todo, sobre todo esa raíz musical acuñada en Occidente y a que su juicio se puede volver ‘‘autodestructiva”. También el que fue uno de los grandes precursores del minimalismo, junto con otros músicos como Philip Glass, reconoce que la era actual ya no se puede explicar con esos códigos acuñados en la segunda mitad del siglo pasado.
Mertens (Neerpelt, Bélgica, 1953) ha creado más de 715 composiciones, más de 60 discos e incursionado en múltiples orquestaciones y tendencias. Uno de sus títulos más celebrados es Maximizing the Audience, pero sus obras son en diferentes formatos, de canciones cortas a lieder e, incluso, complejos ciclos de tres y cuatro partes y para diferentes configuraciones: desde solo piano hasta conjuntos de música de cámara y orquesta sinfónica. Su concierto en Madrid provocó emoción y admiración en un público que lo ve como ‘‘genio” discreto y solitario que ha sabido dar voz a una época convulsa y compleja.
–¿Cómo se prepara un concierto en el que se reúnen 40 años de carrera de compositor, decenas de discos y más de 700 composiciones propias? Parece una labor ingente.
–He intentado explicar, exponer estos 40 años de carrera que no puedo negar, desde 1980 hasta hoy, precisamente incluyendo algunas piezas de mi nuevo disco, The Gaze of the West. Estos son, digámoslo así, los hechos. Unos hechos que fueron necesarios 40 años de mi vida de creación continúa, de actividad con escasas interrupciones.
‘‘También está presente en todos estos años la preparación a lo largo de mi vida, de mi infancia y mi familia; mis primeras clases de guitarra, la influencia de mi padre que fue también cantante y músico y que de alguna forma todo eso convirtió a mi cuerpo en el transmisor y en el depositario de toda esa información musical que se había legado de generación en generación. Es más, nunca elegí de forma explícita convertirme en compositor, pero al cumplir 27 o 28 años, en 1980, trabajaba de productor musical en la Radio Pública de Bélgica y me di cuenta de que no estaba satisfecho con lo que escuchaba. Así que decidí ir a la universidad y estudiar musicología, sobre todo porque me interesaba la parte histórica de la música. Saber por qué este arte cambia constantemente a lo largo de la historia y si somos capaces de entender todos esos cambios.
‘‘En esa época comencé a prestar atención a los jóvenes compositores de los años 70 y 80 para averiguar cómo podríamos definir la nuestra desde una perspectiva musical teórica y práctica. Esa era y es la ambición por la me convertí en músico.’’
México, muy importante
–Imagino que hay numerosos momentos especiales en estos años. ¿Recuerda algunos en particular?, pues mencionaba sus primeras clases de guitarra o las conversaciones con su padre sobre música...
–Por supuesto, hay muchos momentos. Cada país tiene un lugar especial; por ejemplo Italia, donde ofrecí mi primer concierto en Bolonia, y en Siracusa, Sicilia, así que ese día, después del primer concierto, estuve toda la noche en la carretera con mi coche y con mi pequeño piano eléctrico metido en el vehículo.
‘‘También recuerdo mi primer concierto en el centro de la Ciudad de México, ante tantas personas y en un espacio abierto. Porque mi música está creada para ser interpretada fuera de los espacios clásicos y eso me permite probar si tiene la suficiente fuerza para ser tocada en esos espacios.
‘‘Con especial cariño recuerdo mis conciertos en Grecia y Lanzarote, en un cráter. Todo esto ocurrió en los años 80, en los que no sólo los espacios donde toqué fueron diferentes sino también la gente que conocí. Entre ellos las personas y amigos que conocí en México, pues han sido muy importantes en mi carrera, en mi vida.
‘‘Era una época de descubrimientos y de búsqueda incesante, de pensar en nuevas formas de interpretación, en nuevas líneas o tendencias musicales que combinaran la teoría y la práctica que entonces discutíamos y reflexionábamos sin cesar, como la forma de combinar las percusiones, los instrumentos de cuerda e incluso el arpa. Y en esa época, que era muy específica y con sus circunstancias concretas e irrepetibles, decidí poner la voz en el centro de mi música tanto en la teoría como en la práctica.’’
–¿Como músico se siente más completo o realizado cuando está a solas con su piano o cuando toca con una sinfónica o un quinteto?
–En mis composiciones hay una característica que rechaza la verticalidad de la creación, pues busca una horizontalidad melódica. Y eso me permite incursionar en la música sinfónica o en cualquier experimentación, sea solo, con instrumentos de cuerdas u otras voces. En estos 40 años he tenido que cambiar de manera permanente.
–¿Usted se considera un outsider de la música?
–Tengo que considerarme así, puesto que mi música no es clásica ni común. En Occidente ponemos demasiada energía en la reproducción de las que consideramos ‘‘obras maestras” que desde luego es muy importante. Mi próximo disco habla de la mirada de Occidente. Pero Occidente también es la época poscolonial, la racionalidad y es pedir a otras personas que adopten la cultura occidental. Por eso no estaría satisfecho conmigo mismo si compusiera la típica música de Occidente. Y con esa ambición me dedique a crear, si lo he logrado o no ya no me corresponde juzgarlo. Pero sé que esa visión la construí con mis estudios universitarios de sociología y políticas sociales, pues me permitieron entender que muchas cuestiones en la teoría y en la práctica de la música de Occidente son autodestructivas.
–¿Cree que el minimalismo explica la época actual?
–Creo que no. Pero sí explicó muy bien otra era, los años 60 a 80 del siglo pasado. Fue la gran época de los ‘‘ismos” en la música, había muchos grupos en la vanguardia y cuestionando la tradición y la mirada occidental. Era un tiempo de movimientos, mientras ahora cada compositor está muy solitario, no podemos incluirnos o sumarnos a una corriente estilística. Eso significa que la tendencia de encontrar tu propia voz se ha convertido en la postura dominante desde entonces. Es una evolución muy interesante en la que no se trata de estilos o tendencias, sino de voces, estilos solitarios. Es una evolución positiva.