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Reino Unido y Europa, una relación tumultuosa y ambigua

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367/5000 Los británicos que viven en Francia asisten a una reunión para expresar su espíritu de Europa a pesar del retiro del acuerdo Brexit. Foto Afp
31 de enero de 2020 20:35

Bruselas. Gran Bretaña no siempre fue una isla. Hasta el séptimo milenio antes de Cristo, estaba conectada al continente por un territorio denominado Doggerland. Desde el tiempo de los celtas, su historia está vinculada a la de Europa. Los romanos colonizaron la isla en el año 43, como recuerdan los vestigios del muro de Adriano. Esta dominación durará hasta el siglo V y la llegada de los invasores germánicos.

El territorio será a continuación víctima de las incursiones de los pueblos escandinavos hasta la invasión normanda de 1066, que condujo a un afrancesamiento de la lengua y de la cultura.

La ruptura entre el papa Clemente VII y el rey Enrique VIII, que se proclama jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, marcará un giro.

En el siglo XVI, tras la perdida de Calais (1558) y el fracaso de la Armada Invencible española, Isabel I imprimirá a su país “un giro de 180 grados desde el continente hacia las zonas marítimas donde afirmará su poder”, recuerda el historiador François-Charles Mougel. Con un imperio que se extendería hasta inicios del siglo XX por un cuarto del globo, desde Canadá a Australia, pasando por India, Europa perdió interés a los ojos de un reino que se unificó.

En 1815 en Waterloo, Napoleón, que quiso arruinar la economía de la isla con su bloqueo, cayó ante los ingleses y los prusianos. Un siglo después el ejército británico volvió al continente.

El combate contra el nazismo

El Reino Unido entra en la Primera Guerra Mundial tras la violación de la neutralidad de Bélgica, que se comprometió a defender. En 1939, declara la guerra a Alemania tras la invasión de Polonia. Churchill se cuida de advertir que se trata de una lucha "para salvar al mundo de la peste de la tiranía nazi", en nombre de los "valores sagrados de la humanidad" que Londres pretende defender más allá de Europa.

Los británicos, convencidos de que la guerra no afectó a su sistema de valores, no tienen intención de identificarse con un continente humillado, que ha pagado “el precio de sus locuras totalitarias y de sus errores”, destaca Mougel. El Reino Unido se ha sentido protegido durante siglos por su insularidad, un sentimiento que ha permanecido arraigado pese a la llegada de las armas modernas y del túnel por debajo del canal de la Mancha en 1994.

Acercamiento británico y veto francés

En los años 1960-70, los británicos “se convirtieron moderada y vacilantemente a Europa en un momento en que su economía estaba en mal estado en comparación con un continente sano”, explica el historiador Maurice Vaïsse.

Pero el general francés Charles de Gaulle vetará en dos ocasiones, en 1963 y 1967, su solicitud de adhesión al proyecto europeo, preocupado por la agricultura francesa y temiendo que el Reino Unido sea el caballo de Troya de Estados Unidos.

“Sobre el montón de estiércol, sólo había un gallo, era Francia. Si los británicos entran, habrá dos y no funcionará”, resumía su ministro de Agricultura, Edgard Pisani, recuerda el historiador. El Reino Unido consigue entrar en la Comunidad Económica Europea en 1973, con Georges Pompidou en la presidencia de Francia.

Europa a la carta

El proyecto europeo se construyó en torno al ideal de paz. Ante los milagros económicos en Alemania y Francia, los británicos lo ven sobre todo como un estímulo para su modernización económica. “Para (la primera ministra británica) Margaret Thatcher, lo que importaba era el mercado único”, señala Mougel, explicando que los británicos tallaron “una Europa a su medida”.

Londres abogará por la ampliación del bloque con el objetivo de lograr una zona de libre comercio lo más grande posible. Pero ni hablar de profundizar la Unión entre los Estados para no afectar a su soberanía, ni de convertirla en un contrapeso político y militar frente a otras potencias, en detrimento de su relación especial con Washington.

Tras rechazar su participación en el sistema monetario europeo en 1979, seguirán la misma línea con los acuerdos de Schengen en 1985 sobre la libre circulación de personas y del Euro en 1993. En 1984, Margaret Thatcher ganó la batalla por los cheques británicos que reclamó con un rotundo: “Devuélvanme mi dinero”.

Frente al auge del euroescepticismo, incluso en el seno de su partido conservador, el premier David Cameron se compromete a renegociar las condiciones de permanencia del Reino Unido en la UE y de organizar un referéndum en 2016.

La victoria del Brexit en esta consulta dio paso a una saga de tres años y medio de negociaciones y giros políticos en el Reino Unido, que llegó a su fin a la media noche, hora local, de este viernes. La inmediata futura relación a ambos lados del Canal de la Mancha estará ahora en manos de los negociadores de Londres y Bruselas, que intentarán fijarla antes de finales de 2020.

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