Nueva York. Donald Trump y Benjamin Netanyahu, ambos formalmente acusados por emplear sus poderes de manera corrupta en sus respectivos países, presentaron hoy de manera conjunta en la Casa Blanca su propuesta para la paz entre Israel y Palestina -algo que casi todos consideran como “muerta”-, mientras que el equipo de defensa del presidente estadunidense concluyó su presentación contra la destitución del mandatario.
En lo que fue obviamente un intento para desviar un poco de atención sobre su juicio político, Trump presentó la propuesta largamente prometida y elaborada bajo supervisión de su yerno Jared Kushner, que ofrece casi todo lo que deseaba Israel y que literalmente dejó fuera los intereses palestinos -lo cual quedó claro con la ausencia de líderes palestinos en el evento en la Casa Blanca.
La propuesta otorga a Israel el control de Jerusalén, mantener sus colonias en Cisjordania consideradas ilegales por la comunidad internacional mientras los palestinos serían limitados a un archipiélago de terrenos aislados y rodeados por Israel. A los palestinos les seria ofrecido un “estado” palestino con soberanía limitada solo después de cumplir con un número de condiciones que serían calificadas por Estados Unidos e Israel.
“Mi visión presenta una oportunidad en la que cada lado gana, una solución realista de dos Etados”, declaró Trump e invitó al presidente Mahmoud Abbas de la Autoridad Palestina a sumarse a este “camino a la paz”, prometiendo asistencia internacional.
Pero nunca se consultó a los palestinos, los cuales no tienen relación con el régimen de Trump por razones obvias. Más aún, el plan abandona iniciativas estadunidenses anteriores al permitir la ampliación de la geografía israelí en Cisjordania y anulando la idea de un Estado palestino con plena soberanía.
Netanyahu declaró que “es un gran plan para Israel, es un gran plan por la paz”, después de calificar a Trump como el mejor amigo que Israel jamás ha tenido en la Casa Blanca. Más aún, Netanyahu, poco después de la ceremonia, anunció su intención de anexar un 30 por ciento más de Cisjordania.
Pocas horas antes, el procurador general de Israel registró cargos formales para enjuiciar al primer ministro por soborno, fraude y otras violaciones al concluir una investigación que Netanyahu ha llamado una “cacería de brujas”, eco exacto de Trump.
El plan anunciado hoy llega “muerto al nacer”, coinciden analistas. Lejos de ser una iniciativa viable, señalaron varios, es más bien un instrumento político para desviar la atención de un presidente bajo juicio aquí que será empleado como propaganda para su reelección entre bases conservadoras, incluyendo sionistas y cristianos evangélicos que apoyan la expansión de Israel.
Los dos mandatarios en la Casa Blanca no sólo son grandes amigos, sino que comparten otras cosas en común, entre ellas que ambos están actualmente bajo procesos judiciales en su respectivos países acusados de manejos corruptos de su poder. Mientras Netanyahu fue formalmente acusado el martes y tendrá que enfrentar su juicio próximamente, Trump es ahora el tercer presidente en la historia del país en ser sometido a un juicio político.
El juicio
Poco después del evento en la Casa Blanca, continuaron las sesiones del juicio político del presidente en el Senado, convertido en tribunal, con el equipo de defensa de Trump concluyendo su presentación en el tercer día de su turno.
Insistiendo en que el impeachment es sobre “diferencias en política”, reiteraron que no hay bases constitucionales para el proceso, argumentó Jay Sekulow, uno de los abogados del presidente. Descartó la relevancia legal de recientes revelaciones que amenazan con descarrilar el objetivo de Trump y sus aliados de llevar el proceso a una conclusión rápida al juicio.
Las revelaciones del ex asesor de Seguridad Nacional John Bolton -en segmentos filtrados de su próximo libro- publicadas en el New York Times el domingo, contradicen la narrativa oficial de la Casa Blanca al afirmar que Trump personalmente ordenó condicionar asistencia militar a Ucrania a cambio de un favor político para dañar a los demócratas en las elecciones de 2020. Eso ha intensificado la presión política para convocar por lo menos a Bolton y tal vez otros testigos ante el juicio, algo que la Casa Blanca y el liderazgo republicano buscaban evitar a todo costo.
Trump ha rechazado tajantemente lo afirmado por Bolton, y algunos de sus aliados están descalificando al ex asesor como un empleado enojado porque fue obligado a renunciar a su puesto el año pasado.
Pero hoy el general John Kelly, el ex jefe de gabinete de Trump afirmó que entre su ex jefe y Bolton, le cree al segundo, y opinó que el Senado debería de invitar a más testigos.
Al concluir esta sesión, la gran interrogante es si con las revelaciones de Bolton ahora hay suficientes senadores para lograr una mayoría de 51 a favor de convocar testigos, entre ellos Bolton. Por primera vez, el líder del Senado Mitch McConnell indicó que por ahora no tiene lo votos para evitarlo.
Mientras tanto, bajo las reglas de este juicio, este miércoles se inicia un periodo de un total de 16 horas durante los próximos dos días en donde los senadores pueden hacer preguntas, por escrito, a los equipos de fiscales y defensores.
El viernes, después de cuatro horas de debate, el Senado tiene programado realizar el voto critico sobre si convocar o no a más testigos.
Jeffrey Toobin, analista legal de The New Yorker y CNN comentó que a fin de cuentas es importante recordar que esto no es un proceso judicial, sino un proceso político, y que el factor más importante no son los argumentos ni la evidencia, sino el hecho de que es casi imposible que, de los 53 senadores republicanos y 47 de oposición, se logren obtener los 67 votos requeridos para condenar y destituir a Trump.