Ciudad de México. Quizá la fascinación que existe por la novela negra, el género policial, se deba a un efecto de mercadotecnia, pero también responde a resortes más profundos, considera el escritor argentino Juan Sasturain.
El autor de El último Hammett, obra publicada por el Fondo de Cultura Económica (FCE) en su colección Popular, que presentó en la reciente Feria Internacional del Libro en el Zócalo y con la que ganó el Premio Dashiell Hammett en 2019 a la mejor novela negra escrita en castellano, fue nombrado el 7 de enero director de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno de Argentina.
Lo policial “es también una manera de leer. La literatura está hecha de maneras de escribir y de leer; si no hay lectores, no se produce el fenómeno y hoy se lee mucho en esos términos. Si uno ve una puesta de Hamlet o Medea, está lo existencial; pero también está puesto el énfasis en la lectura desde el desencadenamiento de la violencia; eso pasa”.
Abrevar en Hammett, McCoy y Chandler
La violencia en nuestros contextos se ha naturalizado, sostiene en entrevista con La Jornada Sasturain (Adolfo Gonzales Chaves, Provincia de Buenos Aires, 1945), ‘‘y hoy es lo que es: una tragedia universal sintomática del poder del dinero, de la concentración, de todo lo que sabemos, de las mafias, de los poderes paralelos. En mi caso no tiene nada que ver con nada de eso, escribo estas novelas porque soy un lector. No soy un señor que sepa de calibres, no sé de calibres, de policía no sé nada. Alguna vez me metieron preso cuando era joven pero no sé nada de procedimientos policiales, no investigo cuando escribo, pero soy un lector de grandes autores que he tenido la suerte y tenemos la suerte de haber leído y esos son los que me han motivado. Me puse a escribir a partir de experiencias sobre todo de lectura, porque me dieron un instrumento Hammett, McCoy, Chandler, una máquina narrativa que me sirve o nos sirve para contar cosas de nuestras realidades”.
Puede ser que la novela policiaca sirva para entender un poco lo que se vive en sociedades sometidas a la violencia. ‘‘La novela criminal, la novela negra, todas esas categorías que sirven para muchas cosas se practican en todas partes de manera diferente. En las últimas décadas, a partir de Henning Mankell y muchos otros buenos autores, provenientes del área escandinava, ha proliferado y es muy bien leída y valorada la novela nórdica, con daneses, suecos, noruegos, finlandeses”.
El modelo nórdico se practica también en países como Francia o España y tiene una característica especial: ‘‘Los héroes, los protagonistas, son representantes del orden y de la ley y son creíbles; es decir, presentan natural y saludablemente a las instituciones. No sabemos si funcionan, pero por lo menos en las novelas sí.
‘‘Una vez charlábamos de eso con Élmer Mendoza y con otros compañeros en un encuentro de literatura policiaca en Uruguay: nosotros no hacemos literatura nórdica, tenemos literatura súrdica. Del río Grande para abajo la literatura policiaca es una evidencia de que las relaciones entre la ley y la justicia no son demasiado amables. La posibilidad de que la ley se cumpla, de que se haga justicia, es una posibilidad, pero no una garantía de ninguna manera; o por ejemplo, el héroe llega hasta el final, pero luego no se hace justicia.
‘‘Y eso es un estado de cosas, no quiere decir que uno escriba literatura de denuncia. No hago literatura de denuncia. Sólo me gusta escribir, aunque el contexto en el que lo hacemos es así. Naturalmente pasa eso. Los súrdicos existen.”
Es una literatura que se hace desde los bordes y no desde el centro del sistema literario y eso permite la creación de cosas nuevas. ‘‘Los límites entre los géneros son absolutamente arbitrarios igual que los movimientos literarios. El modernismo no existe, existen las obras literarias y viene alguien que clasifica, ordena y dice: ‘esto sí, esto no’. La novela policial tiene, como todos los fenómenos culturales, límites difusos. Eso no tiene límite porque la literatura es un absoluto continuum, es una manera de leer; yo puedo leer la Biblia en clave policial y cuando se hace historia de la literatura policial, bueno, el primer crimen: Caín. Y lo mismo sucede hoy: se difuminan los límites, lo que sí es que hay etapas’’.
Vivimos una etapa de sincretismo
–¿Qué etapa estamos viviendo?
–Una etapa sincrética, por lo menos en el caso nuestro, absolutamente sincrética sobre todo en un sincretismo entendido como la cohabitación, la convergencia en un único fenómeno de tradiciones diferentes que quedan sintetizadas en una cosa nueva. Lo que más se nota, por lo menos en lo que se escribe en Argentina y otros lugares, es la influencia de las narrativas con otros soportes que no son el de papel, es decir, la influencia obvia del cine, de la televisión y todos los medios masivos. Hoy se escribe desde ahí.
‘‘Los nuevos que escriben han visto más que han leído, lo cual no está ni bien ni mal; es lo que hay, y entonces lees novelas que son guiones, así como están se pueden trasladar a un guion. No es crítica, es descripción.’’
–Eso pasa con la literatura en general.
–Una cosa son los géneros y otra la categoría de literatura. Cuando hablamos de literatura no lo hacemos de todo lo que se publica con contenido narrativo. No. Hacer literatura es tener conciencia del instrumento y éste es la palabra, la palabra escrita; un escritor es un señor que sabe cuál es el instrumento que utiliza, tiene conciencia de ello y hace que el lector tome conciencia del valor de la palabra. La literatura no está hecha ni con acciones ni con personajesni con historias: se hace con palabras. Escribimos en castellano pasado por nuestras tradiciones personales; entonces, si hablamos de literatura, ésta goza de muy buena salud en América Latina.