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Socialismo para el siglo XXI / Enrique Semo / IV

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En Chile, desde hace dos meses se desarrolla un movimiento popular multitudinario sin precedente. Foto Ap / Archivo
05 de enero de 2020 11:53
 
Aunque nada es seguro podría ser que los próximos años marquen el inicio de un cambio prolongado en el cual la cuestión de las alternativas al capitalismo, amplias y de mayor alcance, saldrán paso a paso a la superficie en una parte del mundo u otra. Cuanto más tiempo se prolongue la incertidumbre y la miseria, se cuestionará la legitimidad de la manera actual de hacer y la demanda de construir algo diferente se intensificará. Reformas radicales, en oposición a las reformas estilo parches, pueden imponerse como necesarias y crear condiciones para el crecimiento de los movimientos antisistémicos.

Un ejemplo sobresaliente es el de Chile, donde desde hace dos meses se desarrolla un movimiento popular multitudinario sin precedente. Las manifestaciones cubren todo el país retando la violenta represión. Millones se movilizan y las protestas y descontento crecen. La Mesa de la Unidad Social ha convocado y realizado huelgas importantes. Se han constituido reuniones de trabajo populares que discuten las demandas que deben plantearse y sobre todo los problemas de la conformación de un órgano constituyente para una nueva Constitución. Muchos gobiernos municipales se han declarado en favor del movimiento. Las peticiones principales son: salarios dignos que superen la línea de la pobreza; congelamiento de proyectos de ley que favorecen a los más ricos, como la reforma tributaria y leyes laborales. Restablecimiento del carácter público de servicios básicos como salud, educación y transporte. Sistema de pensiones que garantice la dignidad plena. Fin al estado de emergencia y a la represión criminal.

Se han formado brigadas de autodefensa eficientes. Hay una acusación constitucional histórica contra el presidente Sebastián Piñera en la cual se afirma, entre otras cosas, que ha perdido toda gobernabilidad y que no se tolerarán por su parte más violaciones a los derechos humanos.

En la Cámara de Diputados se ha presentado un documento amplio de peticiones que está apoyado por un vasto grupo de representantes de diversos partidos, organizaciones estudiantiles, mapuches y organizaciones profesionales. Pero la principal demanda que plantea el movimiento en diversas reuniones populares que van cobrando la forma de consejos organizados, es el llamado a una Asamblea Constituyente, de amplia composición popular, y la elaboración de una nueva Constitución en lugar de la pinochetista aún vigente.

Se discuten acaloradamente las medidas para asegurar una composición paritaria de la asamblea para que ésta abra posibilidades para una máxima participación ciudadana. Frente al pueblo que ha despertado está la derecha chilena que tiene vivo el recuerdo de Pinochet y un ejército que está tirando para herir y matar.

Ante la exigencia popular de que se les lleve a juicio, un ejército de abogados se ofrece a defenderlos. Un connato de revolución popular y una violenta respuesta de la derecha. No sabemos hasta dónde va a llegar el conflicto.

Teniendo el caso de Chile, entre muchos otros en mente, podemos decir que no existe en nuestra época el viejo sujeto marxiano del proletariado. Los rebeldes son los precarizados, humillados, explotados, ofendidos de diferentes estratos sociales. Grupos sociales políticos híbridos, abigarrados y sólo en el proceso de lucha se van decantando y constituyendo por afinidades electivas, articulaciones culturales y construcciones discursivas movilizadoras.

No existe hoy una forma organizativa única para la lucha por el comunismo. Los movimientos sociales, los consejos, los partidos, las asociaciones populares, las organizaciones autónomas de la sociedad civil, pueden ser formas contingentes y locales de un único movimiento. Ninguna estructura organizativa es más valida que la otra. Y en la práctica allá donde emergen acciones colectivas de las clases subalternas, ellas tienen la capacidad de crear e innovar instrumentos organizativos diferentes y nuevos, capaces de canalizar su energía social.

Es en esta contingencia de la acción que se delimitan fronteras, se forman liderazgos y se emiten convocatorias movilizadoras, dando lugar al surgimiento de agentes dirigentes y hegemónicos.

Por ello las formas organizativas eficientes son siempre una incertidumbre resuelta en el mismo desarrollo del movimiento. Lo que debemos rechazar por experiencias repetidas, es la idea del partido de vanguardia, el culto a la espontaneidad o la veneración del líder todopoderoso.

Una política revolucionaria que enfrente la acumulación ilimitada de capital y que, finalmente, la desactive como el principal motor de la historia humana requiere una comprensión sofisticada de cómo se produce el cambio social. Sin embargo, también debe ser reconocida la necesidad absoluta de un movimiento revolucionario anticapitalista coherente y poderoso, la finalidad fundamental de dicho movimiento social es asumir en el momento adecuado el mando tanto de la producción como de la distribución de excedentes.

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