New Market. El Highlander Research and Education Center es famoso por las figuras que han pasado por aquí para participar en foros, sesiones de estrategia y capacitación, incluido el reverendo Martin Luther King Jr, el cantautor Pete Seeger, la activista afroestadunidense Rosa Parks, cuya negativa a sentarse atrás del autobús reservado para negros se volvió símbolo y chispa del movimiento de derechos civiles, y hasta Paulo Freire, entre muchos más, pero los héroes de hoy y mañana –entre ellos los nuevos jóvenes del movimiento por las vidas negras y los defensores de derechos inmigrantes– son los que ahora se reúnen en esta escuela de y para rebeldes.
“Las figuras famosas que han pasado por aquí no son lo más importante para Highlander”, comenta la educadora y bibliotecaria Susan Williams. “El corazón de nuestra misión es reunir a la gente para que aprendan unos de otros, de sus experiencias y trabajo, y dejar que eso se multiplique hacia afuera”. En entrevista con La Jornada en Highlander en una colina de las montañas Smoky, subrayó que este proceso se realizaba entre activistas blancos y afroestadunidenses en los años 40 y 50, quienes no podían reunirse en público, y en el esfuerzo para establecer “escuelas de ciudadanía” por toda la región para alfabetizar y concientizar a comunidades afroestadunidenses, algo que sentó las bases para el gran movimiento de derechos civiles.
Catalizador para la organización sindical
Highlander se ha dedicado a forjar estas relaciones entre luchadores de movimientos sociales por más de 90 años, funcionando como un catalizador para la organización sindical y las huelgas, con el fin de fomentar partes del movimiento de derechos civiles (fue aquí que se escribió lo que se convirtió en el himno de ese movimiento We Shall Overcome), iniciativas de justicia ambiental y diálogos entre trabajadores estadunidenses y mexicanos, así como de otras partes del mundo.
En los años 50 este trabajo fue percibido como peligroso por las autoridades del sur, y el centro de educación popular fue atacado, calificado de “escuela comunista” por los medios locales y hasta clausurado por orden del estado en 1961. Pero Highlander logró trasladarse a otro lugar para continuar con su trabajo, aunque las amenazas no han cesado y en 2019 las oficinas a la entrada del centro fueron incendiadas por personas que sólo dejaron pintado un símbolo de supremacía blanca como firma; la FBI y las autoridades locales no han encontrado a los culpables.
A principios de la década de los 90, Williams y sus compañeros organizaron un contingente de obreras textileras que viajaron al otro lado de la frontera para encontrarse con las trabajadoras que les “robaron las chambas”. En ese encuentro se volvieron compañeras al quedar claro que eran las empresas las responsables de las condiciones en ambos lados, y la necesidad de elaborar estrategias comunes para enfrentarlas. “Ir a México, para mí, cambió mi vida”, recuerda Williams. De esa experiencia Highlander, junto con las organizaciones de trabajadores que organizaron la visita, empezaron a convocar a foros con trabajadores de ambos lados de la frontera. Ese esfuerzo internacional primero se hacía a través de viajes entre México y Estados Unidos, pero en años recientes con la llegada de inmigrantes mexicanos y latinoamericanos a esta región, México, el “sur global” está presente en el sur estadunidense.
Justicia del idioma
Ante ello, Highlander se volvió bilingüe; ahora está desarrollando cursos y materiales en dos lenguas e impulsando lo que se llama “justicia de idioma” al incorporar la traducción como parte clave del trabajo. “La gente nos decía que necesitábamos de la traducción para poder construir puentes entre nuestras comunidades. Si el propósito es juntar a las personas para que puedan dialogar, necesitamos entendernos mutuamente; es la premisa de la educación popular, ¿no?”
Williams, quien ha trabajado en Highlander por más de tres décadas, se ha dedicado más recientemente a establecer el nuevo Centro de Aprendizaje Septima Clark, nombrado así en honor a una educadora popular afroestadunidense que trabajó en Highlander en los años 50 y 60, quien encabezó esfuerzos de alfabetización y capacitó a una red de educadores que brindaron apoyo vital para más de 700 mil líderes del movimiento a través del sur de Estados Unidos. El nuevo centro dentro de Highlander busca rescatar, compartir y difundir la historia de movimientos de base en el sur estadunidense e incluye una biblioteca bilingüe para nutrir el trabajo de educación popular.
“Es fundamental compartir con la gente la existencia de una historia de lucha en esta región, eso ayuda a la gente, me ayudó a mí. Somos un depósito de todas estas historias que no se cuentan. Tenemos que compartir esas historias para que la gente aprende de eso y lo use”, explica Williams. “Tenemos que desmitificar lo que la gente en lucha ha hecho para que la gente en los movimientos de hoy y en el futuro puedan tener un contexto histórico, darse cuenta de que esto (las luchas) es un camino lleno de baches, pero que hay todas estas historias de antes a las que sirven de referencia y de donde brota la esperanza.
Aprender, inspirar y ayudar
“Highlander no se trata de campañas de corto plazo, sino de construir movimientos de largo plazo”, explica Williams. “Buscamos cambiar la estructura de cómo se aborda el trabajo” a través de diálogos colectivos, intercambios de experiencias de gente común de diversas partes del país, de aprender, inspirar y finalmente ayudar a los otros a promover el cambio social donde está cada quien, como también generar el cambio radical a través de todo el sur de este país.
El trabajo de Highlander, reitera Williams, es seguir sirviendo de catalizador para la organizaciones de base y movimientos en las Apalachias y el sur que confrontan los sistemas que generan la injusticia económica, el racismo y la crisis del medio ambiente. “Nos dedicamos a la educación popular, organización cultural, investigaciones participativas, justicia de idioma, y hablamos de la tierra donde estamos, es importante que la gente piense sobre la tierra y el lugar que ocupan. Trabajamos con la gente que lucha por la justicia, apoyando sus esfuerzos para la acción colectiva a través de la cual pueden dar forma a sus propios destinos”.
Sobre Highlander en La Jornada: