Mediante una jugada que en principio parece muy elemental, Marcelo Ebrard intenta combatir la percepción de que en Palacio Nacional desconfían de su lealtad al proyecto llamado Cuarta Transformación (a menos que tal jugada estuviera acordada justamente con la superioridad o que fuera una reacción defensiva, casi de ofrenda, ante el manejo en su contra de un expediente judicial inconcluso, probable fuego amigo del que lo defendió ayer mismo el presidente López Obrador, pero…).
La estratagema consiste en ofrecer un cargo en el hipotético gabinete marcelista a un hijo del presidente López Obrador, a Andrés Manuel, llamado Andy, quien estaría a cargo de una secretaría de la 4T, con el encargo de vigilar el avance y cumplimiento de objetivos de las obras estratégicas de la actual administración y el perfilamiento de otras, según se dieran las circunstancias.
Vale preguntarse por qué un presidente de la República necesitaría una secretaría especialmente concebida para cumplir los propósitos que por sí mismo y gracias al voto popular debería garantizar sin intermediarios dicho presidente. Nombrar a alguien más, para satisfacer un plan de gobierno por el que se llegó al poder, implicaría dudar de la propia eficacia y compromiso de quien necesitara esa especie de ortopedia programática.
Todo ello, sin ahondar demasiado en el carácter de abierto oportunismo electorero del ex secretario de Relaciones Exteriores que, con este peculiar ofrecimiento de cargo familiar (¿plataforma para 2030?), difuminó una parte del apoyo que le daban sectores sociales que lo suponían en proceso de distanciamiento y tal vez confrontación con el máximo poder tabasqueño.
En las giras prelectorales 4T se van dando otras metamorfosis: Adán Augusto López Hernández estuvo en Jalisco, donde se lanzó contra Televisa porque, según aseguró, esta empresa lo ha borrado mediáticamente: “Si el pueblo se organiza, no nos gana Televisa (...) Les vamos a ganar a esos que se decían soldados del presidente. Le vamos a ganar a la oligarquía, les vamos a ganar a los corruptos de siempre”. La política, bien sabido es, vuelve circunstanciales adversarios furibundos a aquellos con los que ¿antes? se negociaba.
Además, tuvo un acto auspiciado por la Universidad de Guadalajara, donde el ex secretario de Gobernación elogió la obra de Raúl Padilla, ex jefe político de esa casa de estudios durante décadas y a quien el presidente López Obrador criticó en vida, y también ensalzó al actual rector, Ricardo Villanueva. La política hace extraños compañeros de cama, reza la frase atribuida a Winston Churchill, aunque otros la asignan al español Manuel Fraga.
El ruido corcholatero redujo la resonancia de un nombramiento que en la ortodoxia política sería considerado de vital importancia institucional: Luisa María Alcalde Luján dejará la Secretaría del Trabajo para ocupar la de Gobernación, luego de que Adán Augusto López Hernández pasó a la trinchera prelectoral.
Con 35 años de edad y sin las suficientes credenciales de experiencia en cuanto a política-política de grandes ligas, Alcalde Luján sí obtuvo lauros en el encargo laboral, según la presentación que hizo su jefe, el Presidente de la República, quien además etiquetó la nueva designación en el contexto de un relevo generacional.
Hay dos mensajes evidentes: uno, en el sentido del “tiempo de las mujeres”, que enarbola la aspirante Claudia Sheinbaum; otro, el cambio generacional en el que también se podría encuadrar a la ex jefa de Gobierno. Sin embargo, el principal enigma a resolver, en este caso de Bucareli, descansa en saber si Alcalde Luján cumplirá un rol acotado, decorativo, como el de Olga Sánchez Cordero en esa misma secretaría, o tendrá un papel fuerte, con confianza plena del Presidente, como sucedió con Adán Augusto. Ya se irá viendo.
Y, mientras la desesperación de los contrarios a la 4T lleva a algunos a pretender la conversión de la panista Xóchitl Gálvez en candidata presidencial, ¡hasta mañana!
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