Conocí a Armando Fuentes Aguirre muchos años antes de que su transmutación lo convirtiera, nada menos, que en el célebre Catón de nuestros días. Pues pese a tener ya muchos años de existencia y, además, cotidianamente ratificada, aun en Saltillo suelen darse pláticas así: A media mañana de cualquier día, ya todo el mundo comenta: “Qué bella crónica nos da a conocer hoy Catón sobre la llegada de la imagen del Santo Cristo de la Capilla a nuestra ciudad”. “Te equivocas, no fue Catón, sino AFA –le corrigió su contertulio–. Catón, con su acostumbrada valentía, le reclama al Presidente su manifiesta simpatía a los gobiernos dictatoriales del continente”. Los dos interlocutores hablan tan convencidos de lo que apenas hace un rato leyeron en sus respectivos retretes que, finalmente, uno de ellos para sajar el malentendido, cuando apenas van en la quinta tortilla de harina, plantea de manera conciliadora: “¡¿No habrá dos Catones?!” O nuestro Catón (se preguntaba, igual que lo hace gran parte de sus innumerables lectoadmiradores), ¿no padecerá alguna afección emocional que le provoque una doble (¿por qué se limitan?) o triple personalidad, explicable por su singular inteligencia? ¿No le basta su rol de Francisco de Asís, sino que requiere de otra imagen ligeramente más combativa? ¿Qué tal si hablamos de Atila, nada menos que el azote de Dios, el sitiador de Constantinopla e inminente destructor de Roma? Si no es así, es porque sucede un milagro (para los romanos obviamente), del cual, lo prometo, hablaremos próximamente.
Pues resulta que, desde mi punto de vista, AFA/Catón es esencialmente el emisor más exitoso de todos los instrumentos que tiene la derecha nacional para expresarse y ser decodificado, o séase, entendido por la enorme audiencia que suma, merced a los numerosos sitios en los que sus columnas se leen y comentan. Catón, en mi opinión, es más importante y eficaz que todos los intelectuales orgánicos de los medios impresos y canales radio televisivos que poseen los grupos de la delincuencia mediática organizada. A quienes lo minimizan dentro de estas capillitas, les remarco que ellos no ganan en un año (y menos por honorarios devengados honestamente), lo que mi compañerito de primaria percibe en un mes por sus columnas, que están mucho mejor cotizadas que cualquier otra ridícula profecía sobre la decadencia de la 4T en los próximos 50 años. Son los presagios de los geniales vigías, pitonisos, que nos dicen clara y terminantemente nuestro futuro y, a los que debemos agradecer no equivocarnos nunca, con tal de apostar siempre al contrario a sus premoniciones.
Quisiera seguir con la crónica de mi vida inicial con el conocimiento cercano de este fenómeno actual en el que se convirtió mi compañero de pupitre Armando Fuentes Aguirre. Tengo, sin embargo, la obligación de, sin olvidar el pasado, mantener siempre vigentes las causas y razones del momento del que somos responsables directos y actuales. Seguiré dando datos cuya característica será siempre la misma: veracidad.