Es posible crear una herramienta que ayude a navegar el universo teórico y práctico de las alternativas al capitalismo, identificando cuáles merecen más atención y recursos para ampliar su escala y, lo más importante, para replicarlas? Esto se pregunta el Premio del Público de Ciudades Transformadoras. Las iniciativas seleccionadas por académicos, activistas, representantes políticos y ONG internacionales forman parte del Atlas de utopías (https://rb.gy/ztnif).
Me animo a escribir sobre este tema tras leer la excelente reseña de John Saxe-Fernández (“Ciudades y colapso climático”, La Jornada, 1º/6/23) de un encuentro en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), UNAM, in memoriam a Pablo González Casanova. Destaca, citando a Eugene Zapata Garesché, representante para América Latina de la Red Global de Ciudades Resilientes, “al papel de las ciudades y los espacios subnacionales en el marco de los estados-nación, a las resistencias urbanas y al tipo de soluciones que ofrecen para enfrentar el colapso climático y otros problemas”. Escribe mi maestro Saxe-Fernández que “la resistencia al calentamiento climático tenderá a aumentar, ya que, a decir de Zapata, la urbanización desatada ha sido excluyente, productora de segregación espacial, pobreza, informalidad y conflictividad creciente”.
Un ejemplo de resistencias locales, que espero que complemente lo expuesto en el seminario del CEIICH, lo ofrece el proyecto Ciudades Transformadoras, plataforma facilitada por organizaciones y movimientos sociales regionales e internacionales. Éstas incluyen el Transnational Institute (TNI), Amigos de la Tierra Internacional, la Coalición Hábitat Internacional, Plataforma Global por el Derecho a la Ciudad, y a la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Global Solidaria.
La Iniciativa Ciudades Transformadoras se define como “una oportunidad para que los gobiernos locales progresistas, las coaliciones municipalistas, los movimientos sociales y las organizaciones civiles popularicen y compartan sus experiencias en la construcción de soluciones para las crisis de carácter político y ecológico en el planeta. La iniciativa se inspira en la emergente ola de prácticas y respuestas transformadoras que tienen lugar a escala municipal en el mundo, y pone en marcha una plataforma y un proceso de concesión de premios que facilitarán la difusión de los aprendizajes de estas prácticas y la inspiración que traen consigo”.
Por su parte, el Atlas de utopías es una base de datos internacional de ejemplos inspiradores de cada continente centrados en garantizar el acceso a derechos humanos fundamentales como agua, energía, alimentos y vivienda. Como dice el atlas, “estos esfuerzos muestran que otro mundo no sólo es posible, sino que ya está en marcha”, y citan, como Eduardo Galeano, a Fernando Birri: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre 10 pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
Para dar ejemplos de casos, en México se incluye la “Reconstrucción social integrada de viviendas en Ixtepec”, en el Istmo de Tehuantepec, por la Cooperación Comunitaria AC (CCAC) que después del terremoto de 2017 se dedicó a comunidades para la construcción de viviendas que puedan no sólo resistir terremotos, sino también usen técnicas tradicionales y adaptadas al clima y la cultura. Otro ejemplo es el de la Iniciativa Agua de Lluvia, de la organización Isla Urbana, en los barrios marginados de la Ciudad de México. En ésta se “cree firmemente que la captación de agua de lluvia y la promoción de la cultura del agua, el desarrollo de políticas públicas y, sobre todo, el trabajo de alta calidad basado en la empatía son claves para el necesario cambio de paradigma del agua”.
Otros casos en América Latina incluyen “Sin bicicleta no hay planeta” (El Salvador); “Mujeres por la soberanía alimentaria” (Bolivia); “Agua para todos, lucha contra la privatización del agua y el impacto del cambio climático” (Chile); “CasaNat”, “microutopía” que funciona como espacio de intercambio, aprendizaje y resistencia (Brasil), “La corporación penca de sábila”, que mejora las vidas de productores y productoras rurales y les pone en contacto con comunidades urbanas (Colombia), y “Una respuesta comunitaria a la contaminación del agua” (Bolivia).
Como comenta Sol Trumbo, del TNI, quien cocoordina el proyecto, “los casos demuestran cómo las soluciones públicas, basadas en cooperación y solidaridad, en lugar de competencia y lucro privado, han sido más exitosas en satisfacer las necesidades básicas y, quizá más importante, en crear un espíritu de seguridad y empoderamiento que fortalece a comunidades para hacer frente a muchos otros desafíos”. El proyecto está “fundado en la convicción de que existen abundantes intentos de transformación en curso, a diferencia del mantra neoliberal de Margaret Thatcher de que ‘no hay alternativa’”.
Ante el cambio climático y falsas “transiciones verdes” que acentúan la destrucción por el extractivismo, estos ejemplos aportan alternativas reales a los megaproyectos respaldados por tratados de libre comercio y de inversión internacionales que permiten a corporaciones trasnacionales destruir los medios de vida de donde se instalan. Es recurrentemente falsa la promesa de que la inversión privada proveerá bienestar. Las soluciones radican en articular gobiernos, movimientos y organizaciones sociales e iniciativas transformadoras desde lo local. Es vital entender que los recursos naturales han de usarse para servir a la gente, no simplemente como objetos para transacciones del mercado y crecimiento de ganancias privadas.
*Investigador del Institute for Policy Studies www.ips-dc.org y asociado del Transnational Institute