Respecto de los partidos opositores, que ni siquiera han definido su método de postulación del abanderado para 2024, es apabullante la propaganda, movilización y manejo mediático y de redes sociales que están haciendo los precandidatos de Morena a la Presidencia de la República, que hoy inician una campaña de proselitismo aún más intensa, no sólo en relación con los adversarios externos sino, de manera marcada e incluso preocupante para el máximo mando 4T, en cuanto a los propios competidores guindas.
Disfrazada de contienda interna por la coordinación nacional para la defensa de la llamada 4T, la búsqueda de la candidatura presidencial morenista fue acelerada de manera insólita por el Presidente de la República en julio de 2021, cuando se asumió como destapador de precandidaturas denominadas por él mismo como corcholatas.
Desde entonces, se ha generado una ebullición política que hoy entrará en su fase final: precampañas con desembocadura en encuestas de opinión que determinarán si en 2024 Morena va en femenino, como todo hace suponer, o en masculino y, en esta opción, con cuál de los varones contendientes.
Por cierto, lo de las “coordinaciones” es una treta practicada sin reparo de órgano electoral alguno en procesos estatales de Morena, con dichos coordinadores convertidos invariablemente en candidatos a los gobiernos de las respectivas entidades federativas.
A estas alturas, la disputa política se ha centrado en Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. De la primera ha de decirse que los indicios disponibles la perfilan como la carta a cuyo alrededor se han acomodado los principales factores de poder del morenismo, comenzando por el principal, quien no verbaliza su preferencia pero permite o induce alineamientos; el segundo juega un papel de rebeldía contenida, alentando expectativas en partidos de oposición y en segmentos ciudadanos que no desean votar por Va por México, pero tampoco por la carta femenina que consideran demasiado identificada con el actual Presidente.
Aun cuando va muy rezagado en cuanto a popularidad, Adán Augusto López Hernández es la alternativa ante un eventual choque que excluyera a los dos punteros, Claudia y Marcelo. Gerardo Fernández Noroña no está en el radar presidencial y el partido que lo propone, el del Trabajo, siempre estará dispuesto a sacrificar a cualquier personaje en aras de sostener su alianza redituable con Morena, como ya se vio en Coahuila. Ricardo Monreal y Manuel Velasco (este a nombre del impresentable partido “Verde”) no tienen viabilidad alguna y, en dado caso, podrían servir para convalidar la decisión final.
A estas alturas, la aritmética del pragmatismo extremo podría llevar a Velasco, Monreal y López Hernández a levantar la mano a Sheinbaum, reconocimiento que les sería más difícil de otorgar a Ebrard. Velasco pide Chiapas de nuevo a plenitud para el Verde y ya negocia con el claudismo. Monreal quedaría satisfecho con respeto y apoyo al poder familiar en Zacatecas y candidatura alterna, como sería la de la Ciudad de México. Y Adán Augusto trata de mantener a su grupo en el control de Tabasco, donde la baraja morenista es amplia.
En tal escenario denso, tirante, cargado de resquemores y ambiciones, hoy arrancan las giras de los precandidatos que, al menos por cuanto a los morenistas, han hecho demostración pública de disponibilidad de notables recursos económicos. Basta ver la cantidad de anuncios espectaculares y pintas que a lo largo del país promueven las precandidaturas guindas para confirmar que es mucho el dinero en inversión. Desde luego, mucho más que los 5 millones de pesos que Morena dará formalmente a sus precandidatos.
Y, mientras el presidente López Obrador alista para septiembre una visita a Chile, en el contexto del medio siglo del golpe pinochetista que terminó con la vida de Salvador Allende y con el proyecto socialista que encabezaba; gira al sur que incluirá a Argentina, Brasil y Colombia, donde hay gobiernos progresistas, ¡hasta mañana!
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