Dallas. En el corazón de Texas, organizadores socialistas en todas las principales ciudades de este vasto estado se reúnen para trazar estrategias, planeando esfuerzos de solidaridad con una potencial huelga nacional de 325 mil trabajadores de transporte, con el fin de exigir justicia a favor de jornaleros indocumentados y armando alianzas con la comunidad religiosa, centros laborales y otras organizaciones cívicas.
“Texas es una de nuestras secciones estatales más grandes del país”, explica Kristian Hernandez, una organizadora de Democratic Socialists of America (Socialistas Democráticos de América o DSA), quien también es integrante de la junta nacional ejecutiva de la organización política.
La joven mexico-estadunidense, hija de padres oriundos de Guanajuato, agrega que “tenemos secciones en Dallas, Austin, Houston, el valle de Río Grande y San Antonio, y estamos reconstruyendo la de El Paso”. Hernandez comenta en entrevista con La Jornada que DSA ha ampliado su membresía estatal y nacional. La organización política multiplicó por decenas de miles sus filas de miembros activos, en gran medida como resultado de la campaña presidencial de Bernie Sanders en 2016, y es parte del eje que impulsa un giro progresista en Washington y otros puntos claves del país, incluyendo Texas.
Las luchas progresistas en este estado, cuya cúpula política se ha convertido en un bastión republicano ultraconservador, antimigrante y vanguardia de algunas de las políticas más retrógradas del país, revelan una realidad más compleja. Los latinos son el sector de la población más grande del estado, con abrumadora mayoría de origen mexicano. Todas las ciudades principales del estado permanecen bajo gobiernos municipales demócratas y algunos son liberales.
El estado, no obstante, está en manos republicanas en gran medida por una tasa de participación electoral bajísima. Por ello, los rebeldes políticos –algunos de ellos herederos de una tradición popular progresista de Texas con más de un siglo de historia (incluyendo varios políticos socialistas electos a principios del siglo 20)– sorprenden con su existencia y activismo.
En la ciudad de Fort Worth, a pocos kilómetros de Dallas, un ex legislador estatal confiesa que él también fue integrante de la organización que después sería DSA, y, por otro lado, un organizador comunitario musulmán muestra otra cara del mosaico progresista en el estado. Todos estos organizadores, de maneras diversas, tejen esfuerzos que incluyen demandas para la rendición de cuentas de la policía, derechos laborales, protección a las comunidades de indocumentados, así como el respeto pleno al voto.
En Austin, capital estatal, el Proyecto de Defensa Laboral organizó protestas contra una nueva ley estatal promulgada por el gobernador ultraconservador Greg Abbott, la cual anula el deber de los gobiernos locales a procurar protección en los sitios de trabajo, respuesta ante desastres, atención a la salud y más. “Un trabajador de la construcción muere cada tres días en Texas”, afirma una pancarta en las protestas contra la nueva ley. DSA se enfoca en la protección de trabajadores indocumentados, y llama a realizar una reforma migratoria, acto casi heroico ante algunos de los gobiernos más antimigrantes.
Un organizador comunitario veterano, Hadi Jawad, señala en entrevista con La Jornada que está próximo el aniversario 50 de uno de los actos policiacos más brutales contra la comunidad latino-mexicana de Dallas, y de la respuesta social a la tragedia.
En julio de 1973, dos policías detuvieron a los hermanos Santos y David Rodríguez, de 12 y 13 años de edad, los metieron a la patrulla y estacionados detrás de una gasolinera los interrogaron sobre un robo de 8 dólares. Ambos insistieron sobre su inocencia aun cuando uno de los policías sacó su revólver y le dijo a Santos que jugarían ruleta rusa. A la segunda ronda, Santos fue asesinado, horrorizando y traumatizando al hermano y a la madre.
Esto ocurrió en lo que el otrora barrio pobre mexicano Little Mexico, y la historia se fue borrando junto con la colonia que ahora es sede de lujosas torres. Tomó 40 años para que la policía reconociera el trágico suceso, y 48 años para que ofreciera una disculpa pública, esto como resultado de una intensa campaña multirracial para marcar el aniversario de la tragedia y sus implicaciones en la actualidad, explicó Jawad, quien está organizando en Dallas, junto con un amplio y diverso comité, el 50 aniversario de varios hitos.
Jawad, también líder local en la defensa de los derechos y libertades civiles de la comunidad musulmana de Dallas, recordó que lugares como esta ciudad “son puntos azules (demócratas) en un océano rojo (republicanos)”.
Subrayó que una clave de las luchas progresistas son las alianzas ecuménicas en esta ciudad. En otra parte de la ciudad, en la Iglesia metodista Oak Lawn, Isabel Marquez es una pastora, quien llegó a este país como indocumentada desde el norte de México hace unas tres décadas. La reportera Dianne Solis, recientemente jubilada del Dallas Morning News, cuenta a La Jornada que ha seguido la historia de cómo Marquez y su iglesia han dado la bienvenida a miles de migrantes cuando son liberados de los centros de detención, ofreciendo alimentos, ropa limpia e instrucciones para llegar con sus familiares en el país.
“Yo sufrí esa misma experiencia”, comentó Marquez a Solis. “No quiero que sólo tengan esos malos recuerdos. Hay esperanza… hay gente que quiere darles la bienvenida”.
La nueva generación de rebeldes sigue construyendo el cambio en Texas. “Nuestra prioridad es preparar el apoyo para la potencial huelga –autorizada esta semana por los miembros a escala nacional– de los trabajadores de UPS”, que es la empresa más grande de paquetería en el país”. El apoyo a la organización sindical es una de las tareas principales de DSA. En 2019, Hernandez y DSA se dedicaron a brindar solidaridad constante al movimiento de huelga en la planta automotriz GM, en Arlington.
Hernandez, como parte de la dirigencia nacional de DSA, se está preparando para viajar a Brasil con el fin de representar a su organización en el Congreso del Partido del Trabajo, y se despidió de La Jornada para continuar planeando la convención nacional de DSA en Chicago, donde se congregarán mil 300 delegados del país.
Pero Hernandez, Jawad y el ex legislador estatal, entre otros rebeldes entrevistados aquí, comparten que el desafío es construir entre todos suficiente poder democrático para, primero, resistir la ofensiva derechista y finalmente para transformar este gran estado.