Hay individuos cuya audacia los vuelve capaces de convertir su singular existencia en una novela de aventuras. Tal es el caso del matador de toros a pie y a caballo Jorge Carreño Limón (Ciudad de México, 12 de septiembre de 1956), uno de los tres en el mundo que cuentan con ambas alternativas, junto con el michoacano Enrique Fraga y el gaditano Paco Ojeda. Aclara que, no obstante su inigualable trayectoria, los maestros Juan Belmonte y Carlos Arruza, entre otros, nunca recibieron el doctorado como matado-res a caballo, sino que por sus brillantes antecedentes y nuevos talentos pudieron actuar como rejoneadores en plazas de primera.
Jorge Carreño recibió la alternativa como matador de toros a pie en 1980, en Tapachula, Chiapas, de manos de Curro Rivera y Julián Villela de testigo, con toros de La Ronda, y el doctorado como rejoneador se lo otorgó Pablo Hermoso de Mendoza en el coso de Peribán de Ramos, Michoacán, en 2017, con reses de San Pablo, en mano a mano, actuando también el grupo de Los Recortadores Españoles.
“El toreo me ha enseñado mucho de la vida”, añade Carreño, “y ya retirado me entró el gusanillo de torear a caballo, por lo que con el apoyo de mi mujer empecé a rejonear, haciéndolo por más de 10 años, con la valiosa asesoría de gente como Martín Reyna La Coneja, experimentado subalterno de varios rejoneadores. El primer libro que leí fue Más cornadas da el hambre, de Luis Spota, y me envenené, y anduve corriendo la legua y toreando de noche vacas en algunas ganaderías. Ahora se quiere aprovechar la fiesta para hacerse notar, no para ser realmente torero. Lo mismo pasa con ganaderos nuevos, sin aportar ni defender la fiesta en voz alta, o con empresarios y apoderados de reciente cuño. A la fiesta de México le urge infraestructura profesional si pretende recuperar su grandeza”.
Estando en Madrid en 1979, en miúltimo año de novillero, prosigue Carre-ño, “mi amiga y compañera de secundaria, María Elena Leal, hija de Lola Beltrán y del matador Alfredo Leal, me invitó a la presentación de su mamá en el Florida Park el sábado 26 de mayo. En plena feria de San Isidro decidí asistir a la Plaza de Las Ventas, donde toreaban Rafael de Paula, Francisco Ruiz Miguel y Manolo Cortés, con tan mala suerte que los tres fueron heridos en su primer toro.
“Con el jorongo de un paisano decidí tirarme al ruedo y con todo respeto solicité permiso a la autoridad para dar muerte al toro. No se me concedió y dos guardias me llevaron detenido, acompañados de una fuerte protesta del público. En seguida el matador Jaime Ostos, también de civil, bajó al callejón y pidió autorización para despachar al astado, pero la gente soltó una sonora rechifla luego de ver que a mí me lo habían impedido. Fui a dar a la cárcel preventiva cercana a la Puerta del Sol.
“Enterada Lola Beltrán de mi situación, a los dos días de su exitoso debut en el Parque del Retiro se presentó en la cárcel y no sólo tuvo la gentileza de pagar la multa que me habían impuesto, sino que se hizo acompañar de su mariachi, interpretando varias canciones para deleite del sorprendido personal y de los reclusos. Carreño muestra entonces el comprobante del pago de la dichosa multa, con un título que dice Pagos al Estado, 5ª clase, 500 pesetas, el nombre completo del matador, por espontaneo (en todas partes se cuecen habas), Madrid, 28 de mayo, 1979. Jefe superior y la firma”.
Por esas coincidencias de la fiesta, esa misma tarde en Las Ventas dos victorinos mandaron a la enfermería a Paco Alcalde y a José Ortega Cano, y uno de El Torero a Pedro Fernández Niño de Aranjuez, pero ya no hubo nadie que se ofreciera a estoquear al toro.