Los 60 años de la publicación de Rayuela, de Julio Cortázar, motivaron el concierto La Maga y el clochard, que se estrena hoy, en el que los músicos Alain Derbez y Clara Stern rescatan el espíritu musical de la novela a partir del tango y, sobre todo, el jazz.
Derbez contó a La Jornada que “Clara es una gran bandoneonista que finca su labor en el tango y yo toco mucho más cercano al blues, el jazz y la improvisación. Lo que hacemos es compaginar estas dos influencias en un dueto que no resulta tan normal”.
El ensayista refirió que desde su adolescencia “había personajes femeninos de los cuales querías enamorarte o encontrar a alguien que se pareciera”, como La Maga de Rayuela o Avellaneda en La tregua, de Mario Benedetti: un amor perdidamente efímero, pero duradero. Finalmente vas aceptando que la realidad de la ficción a veces se nutre y a veces no, pero lo importante es que la vas buscando, supongo que toda la vida”.
Adelantó que en el recital de este sábado a las 14 horas, en la Casa del Lago (Bosque de Chapultepec, primera sección s/n, San Miguel Chapultepec), se dará la posibilidad de encontrar la música de los animales de ese entorno en una “reivindicación de la libertad de la que Cortázar era muy consciente. La excusa es muy buena. Nos permite convocar a quien quiera disfrutar de la misma manera que nosotros durante los meses de ensayo”.
Adelantó que tocarán “bandoneón, sax soprano, marimbol, acordeón, didgeridoo y armonio; tango tradicional y el compuesto por Piazzola, blues tradicional, digamos el San Luis Blues, y la primera obra de jazz que citó Julio Cortázar en Rayuela, que es de Gershwin”.
El programa está unido con un guion que escribió Derbez, que además de citas de Rayuela incluye poemas del también ensayista y poeta dedicados a Cortázar, y un texto sobre la historia del blues y del jazz en el escritor argentino.
El recital musical-literario durará alrededor de una hora y cuarto en un ámbito muy atractivo, destacó Derbez. “El bosque es un espacio de sonoridades que se busca mucho en el diseño del ciclo Cantan las esferas, que hizo Alejandro Colinas. El ruido no ruido que puede tener la dispersión de los sonidos por los árboles y nuestro quehacer tanguero, jazero, bluesero”.
Clara Stern destacó que “las formas de lecturas de Rayuela y de la obra de Cortázar tienen un paralelismo muy interesante con la forma de Alain de abordar la música y cómo hemos hecho este laboratorio, que todos estos meses ha sido estar jugando al hacer un diálogo entre estas tradiciones musicales”.
Añadió que en ese tiempo han estado resolviendo el “¿qué tocamos?, ¿cómo lo tocamos?, ¿cómo hacemos que suene un blues tangado, un tango bluseado?, ¿qué es eso?, ¿cómo sonaría?, ¿cómo hacemos que tal blues que se parece al que ya hicimos suene distinto? Es como tener la paleta abierta para jugar y poder leer las cosas de distin-tas maneras”.
En el programa, comentó, habrá improvisación “que parte de la conversación, que es fundamental en el free jazz, el jazz y la vida: oír al otro. Si lo aprendiéramos todos sabríamos qué decir y ahorraríamos muchas palabras. En el free jazz es lo que pasa. Improvisar sobre qué, en qué tono, quién sabe. No importa. Importa la respiración que tengamos, el momento que reflejamos donde estemos y una frase que tiene Cortázar en el guion”.
Clara Stern terció en el tema: “hay mucha tradición de tango de oído, que no está escrita. Que yo haya aprendido en lo escrito tampoco quiere decir que así sea el tango. Empezar a improvisar y a soltarme más, de que no todo esté escrito en jazz, blues y otros géneros a los que me ha introducido Alain va cambiando mi forma de tocar el tango. Eso está padre, recuperar la parte más improvisada y libre del tango a partir de esa técnica de tocar jazz”.
Derbez recordó que esa le gustaba a Piazzolla. “Se reunió con él. Había un espíritu contestatario por ambos. A pesar de que Astor Piazzola es un conocedor de la tradición, la recupera para hacerla desde otro ángulo. Lo mismo hizo Cortázar con la literatura, con su juego en Rayuela, la convocatoria para que el lector no fuera pasivo y leyera de la A la Z”.
El también escritor, quien impartió un curso sobre Cortázar y la música, mencionó que “en Rayuela podemos encontrar cualquier cantidad de músicos, desde Gesualdo. El free jazz, en la convocatoria que hace por ejemplo de aquel concierto enloquecido de Berthe Trépat en la novela. Los tangos, ya en Buenos Aires, el protagonista junto con Traveler: Gardel, La cotorrita, muchas menciones a ese género y de otros ritmos argentinos. Mucho de Schumann o de Franck. Hay mucha música académica”.
–¿A qué suena La Maga?
–La Maga era uruguaya. Era más consistente en sus respuestas, como dice Horacio, en definir lo que es ser snob, que es quien no va a despedir a alguien porque va en tercera clase en un barco. Cuando vas leyendo al personaje, vas leyendo todo lo que le gusta: ella quería cantar música que probablemente no era lo suyo, pero también hablaba con gente que sabía mucho, consistentemente; era muy directa, al punto, mientras todos los demás bordaban alrededor. ¿A qué suena La Maga? Suena a todo lo que vamos a tocar y mucho más.