El Instituto Italiano de Cultura en el barrio de Coyoacán fue la sede de un coloquio sobre el sicohistoriador Aby Warburg, emprendido por mi amigo Salvador Rocha. Cuatro conferencistas y el historiador Ricardo Canelli como moderador en una hermosa casona antiguamente convento.
Carlos Viesca, “el hombre historia de la medicina en México”, abrió el coloquio para hacer un recuento de las aportaciones del Instituto Warburg y algunos de los alumnos y coordinadores de la obra. Llevó a cabo un detallado estudio de la melancolía, en especial de Panoisky y Saxi sobre el grabado Molécula I, de Durero, para desembocar en las relaciones entre Saturno y la melancolía; una muy completa bipología de los melancólicos. Carlos abundó en la explicación sobre el neoplatonismo, cuando Warburg llevó a cabo una síntesis al utilizar los datos míticos y científicos para encontrar una unidad metafísica que permitiera conferir sentido a la existencia física, no para subordinar al mundo a la influencia de los astros.
La exposición mostró lo esencial del pensamiento de Warburg. La memoria como antídoto contra la locura: la persistencia de restos paganos en las imágenes cristianas, una nueva forma de significación de los registros en la cultura occidental y la noción Pathosformel como manera de conservación de las fórmulas de expresión de las emociones transmitidas culturalmente desde la antigüedad.
Mi colega Salvador Rocha hizo énfasis en las condiciones del derrumbe sicótico de Warburg, que motivó una larga hospitalización en la clínica Belleveu, junto al Lago de Constanza, durante cuatro años. Salvador subraya la manera en que el trabajo fue el coadyuvante para su curación. Entre tanto, operación pulsional el delirio muestra un entrelazamiento entre pathos y pseudos, lo cual apunta hacia la repetición como traslado y ocultación pulsional. Algo que se oculta para mostrar la visita a Roma de la mano de Kerniy, bordeando las orillas del Tíber desde el ponte Garibaldi hasta la isola Liberina, para llegar con Asclepio hasta la iglesia de San Bartolomeo. Así se revisó la importancia de los símbolos paganos, como la serpiente y una boa de manantial, todos signos del Renacimiento y paganismo. El pensamiento de Warburg, admirado por Walter Benjamin, une sus raíces en la obra de Burck-hardt, historiador suizo maestro de Nietzsche, y principalmente el estudio del renacimiento italiano y la obra de Freud.
La noción posvida de las imágenes guarda relación con las nociones freudianas del inconsciente, así como de lo irreductible y lo real; asimismo, el Nachleben marca su diferencia con el inconsciente colectivo de Jung. Punto culminante de la curación de este enamorado de Florencia y Botticelli fue sin duda la conferencia del ritual de la serpiente de los indios hopi en la misma clínica durante su tratamiento, su internamiento; sería interesante estudiar esta óptica pictórica y escultura de Mari Hertz, esposa de Warburg.
Evodio Escalante, filósofo y crítico literario, tendió puentes entre la obra de Warburg y una crítica a la modernidad muy a la manera de Walter Benjamin. Consiguió destacar la irreductible presencia de los opuestos en la obra de Warburg y en todo lo humano. Para ejemplificar la presencia de los opuestos, toma como guía a Rainer María Rilke y en 1911 atravesaba una crisis creativa. Rilke, recorriendo las calles de París atraído por un texto en una librería de viejo, un sermón anónimo francés del siglo XVII transcrito en 1910 por el abad Joseph Bonnet, quien lo había encontrado en la Biblioteca Imperial de San Petersburgo. El libro trata de Magdalena, la santa amante de Jesús, quien lo amó en sus tres estados: vivo, muerto y también resucitado.
Rilke lo tradujo al alemán y lo publicó en 1912. Magdalena mantiene un extraordinario atractivo: pecadora, arrepentida, enamorada, endemoniada…
Mauricio González, el filósofo experto en Heidegger, cerró el coloquio con una hermosa reflexión a propósito de la ninfa, a partir del cuadro Almuerzo sobre la hierba, de Manet, de 1863, influenciado por el Concierto campestre de Tiziano (1510). Sin embargo, siguiendo las huellas de la memoria, el propio Manet llegó hasta una imagen, parte de un sarcófago empotrado en la fachada de la villa Medicis; se trataba de la representación del juicio de Paris. Rafael, durante el Renacimiento, realizó un grabado siguiendo el relieve de este sarcófago. Hoy está perdido, pero Marco Antonio Rinaldi realizó una copia, de la cual nos dice Warburg pueden verse en el ángulo inferior derecho tres semidivinidades relacionadas con la tierra, desnudas y tendidas, cuyas posiciones se corresponden con el perfil y los movimientos que adoptan los participantes del Almuerzo... de Manet.