La puesta en escena El niño salvaje es una crítica implacable al abandono de las infancias desde todas las estructuras del sistema. Fue escrita por la dramaturga belga Céline Delbecq, quien tiene un perfil “enfocado al aspecto social. Hay una visión de violencias expansivas y de invisibilidad de las infancias a través de esta estructura patriarcal y muy vertical que sostiene este sistema”, dijo la directora de la puesta en escena, Marcela Castillo.
Traducida al español por Nadxeli Yrízar Carrillo y Humberto Pérez Mortera, este trabajo teatral se estrena hoy en México en el Teatro El Granero-Xavier Rojas, del Centro Cultural del Bosque (CCB).
El montaje, escenificado por la compañía La Covacha Teatro, muestra la indiferencia, la crueldad y la objetualización de muchos niños que nacen abandonados y olvidados desde su propia familia, situación que el sistema profundiza y agudiza con crueldad y olvido.
La obra toca dos polos: el dolor y la esperanza, el amor y la soledad, el poder del sistema y el poder de los individuos y sus vínculos. “La estructura social pasa por encima de las personas, sobre todo de las infancias, que son una población sin voz ni espacio en el mundo. La dramaturga desarrolla los conflictos de manera profunda y claramente tiene un visto político y social de denuncia”, explicó la directora en entrevista con La Jornada.
En El niño salvaje, agregó Castillo, la dramaturga eligió un caso específico para hacer una crítica general. “Es una denuncia sobre cómo a veces es más fácil ignorar la violencia que sufren los niños. Por ejemplo, si veo a mi vecino golpear a su hijo, es más fácil que diga: ‘No me voy a involucrar porque tiene un papá que lo cuida’, aunque sea evidente que no lo está cuidando”.
En la trama, un hombre cualquiera se encuentra con un niño salvaje. A partir de ese momento, su vida se fractura. Un profundo cariño crece entre ambos; sin embargo, el sistema tiene preparado para este salvaje un destino de dolor y olvido. El hombre está solo, lo único que le sobrevive es la huella del vínculo.
La directora detalló que “Rou-sseau plantea que la humanidad es buena por naturaleza y es la estructura social la que distorsiona ese impulso. Este hombre cualquiera responde a su impulso salvaje natural de bondad, pero la civilización nos vuelve crueles y poco curiosos; entonces, que la obra se llame El niño salvaje tiene que ver con esta idea del filósofo francés, porque si estuviéramos cerca de lo natural, seríamos más sabios, y en la obra el hombre lo que hace es un impulso de bondad y se sale del sistema”.
El niño salvaje es la forma en que el sistema señala a la niña que está fuera de los órdenes sociales, que no se conduce como una niña normal, y el hombre acude a su impulso más natural, más salvaje, más intuitivo de la especie, para salvar a sus pares.
La historia está contada desde la perspectiva del hombre porque, como él mismo lo dice: “Ella nunca está en el centro de su historia. Ella nace y crece en un contexto que la invisibiliza, la ignora y la estigmatiza. No habla porque no vale la pena hacerlo, desde siempre ha sido y será ignorada”.
Para Castillo, el texto de Céline Delbecq “es muy triste y doloroso, pero también esperanzador, porque la existencia de este hombre cualquiera, que se detiene ante la indefensión de la niña y decide cuidarla, es una esperanza. Hubo alguien que fue capaz de mirarla. El hombre y Alice (la niña) establecen un vínculo y generan una relación de cariño y crianza, porque ella responde a sus cuidados. Creemos que el planteamiento del vínculo es un signo de esperanza”.
En palabras de la directora, El niño salvaje representa a los niños que viven en las calles, que son prostituidos, que migran, que mueren de hambre, que son explotados, que son violentados.
El niño salvaje cuenta con las actuaciones de Miguel Romero y Meraqui Pradis, así como con la producción de Alethia Andrade. Se presentará desde hoy y hasta el 9 de julio en el Teatro El Granero-Xavier Rojas, del Centro Cultural del Bosque (Paseo de la Reforma s/n y Campo Marte, Ciudad de México), jueves y viernes a las 20 horas, sábados 19 horas y domingos 18 horas.