A casi un siglo de la primera huelga que exigió la revisión de enfermedades derivadas del trabajo el 15 de junio de 1923, la legislación mexicana tuvo en más de 53 años su primera modificación para ampliar el catálogo de padecimientos que se asocian al trabajo. Sin embargo, persiste un bajo reconocimiento de enfermedades profesionales, destaca Enrique Rajchenberg, historiador económico y académico de la Universidad Nacional Autónoma de México.
De 21 millones de personas trabajadoras dadas de alta ante el Instituto Mexicano del Seguro Social, y, por tanto, con un empleo formal y beneficiarias de prestaciones laborales, sólo se tiene registro de 5 mil reportes anuales de enfermedades o incidentes de trabajo entre esa población, mientras en Francia, una fuerza similar, que reporta 27 millones de trabajadores, estos incidentes alcanzan 50 mil, comparó el investigador.
Al hacer una crónica de la huelga de los 10 mil en Orizaba, Veracruz, movimiento que fue cimiento del reconocimiento de las enfermedades laborales en la legislación mexicana, Rajchenberg notó que con las modificaciones recientes que ampliaron de 161 a 191 el número de padecimientos vinculados al trabajo, se hace el primer ajuste a este catálogo en más de medio siglo, desde 1970; no obstante, la activación del derecho por parte de los trabajadores aún no es frecuente.
“Es de celebrarse la modificación, la ampliación de enfermedades profesionales en México, pero si no cambian las prácticas médicas, los protocolos de reconocimiento de las enfermedades profesionales, no nos va a servir de nada tener 191 enfermedades profesionales en el papel, pero que no repercuten en el reconocimiento de éstas”, destacó el investigador en entrevista.
Hace un siglo, en una docena de grandes fábricas en la periferia de Orizaba, estalló el primer movimiento obrero que exigió el reconocimiento de enfermedades asociadas al trabajo. Germinó entre los tejedores, un gremio que al haber migrado de otras ciudades donde había experiencia en la activación laboral, pudo articular su denuncia y en sólo 17 días lograr el reconocimiento de la tuberculosis como una enfermedad profesional y el pago de una indemnización durante toda la incapacidad equivalente al 100 por ciento de su salario.
Previamente se comenzó a registrar que una serie de trabajadores de la industria textil presentaban síntomas de tuberculosis –en las más recientes investigaciones existe la disputa sobre si en realidad no era bisinosis, una enfermedad contraída por la aspiración de fibras de algodón. “No importa la denominación precisa de la enfermedad. Lo que es cierto es que un número cada vez mayor de trabajadores contraía una enfermedad pulmonar y muchos fallecían”, narra Rajchenberg.
Hubo cientos de reclamaciones de trabajadores textiles que enfermaron de tuberculosis pulmonar y la exigencia de indemnizaciones, o “ayudas” para el periodo de enfermedad, que por lo regular concluía en la defunción. La respuesta de los patrones fue cuestionar si la tuberculosis era una enfermedad profesional, pues el reciente movimiento revolucionario ya había dejado en ley este concepto.
Entre las justificaciones de los patrones se argumentó que “la tuberculosis es un mal que azota a todo el mundo y no precisamente a los trabajadores textiles”, que “es un problema de ‘falta de moral de los trabajadores’, derivado de una ‘deficiente alimentación’ o por su ‘desenfreno sexual’”. Si bien ya se habían dado algunos pagos a trabajadores o sus deudos, nunca se hizo en forma de indemnización para no sentar un precedente.
Veracruz, pionero en la ley
Luego de una reunión con los patrones, que intentó ser conciliatoria, el 15 de junio de 1923 a las 10 de la mañana se decreta la huelga en las fábricas textiles de San Lorenzo, Cerritos, Cocolapan, Río Blanco y en Santa Rosa; le siguen el resto de empresas instaladas en la región: la Hacienda de Jalapilla, la cervecería de Orizaba y Moctezuma, la fábrica de cigarros El Progreso y la de harinas La Florida. En un momento se llegó a hablar de la posibilidad de que 50 mil trabajadores pararan, “una cantidad gigantesca para la época”, dimensiona Rajchenberg.
El presidente Álvaro Obregón y el gobernador Adalberto Tejeda intervienen y el movimiento concluye el 2 de julio con el reconocimiento de la tuberculosis como una enfermedad profesional y el pago de una indemnización durante toda la incapacidad equivalente al 100 por ciento de su salario. Finalmente, en 1924 se promulga la Ley de Enfermedades Profesionales de Veracruz, legislación pionera en México.