Ni las soporíferas telenovelas del canal de las estrellas son tan prolongadas como la protagonizada por la dupla Emilio Lozoya Austin-Alejandro Gertz Manero: cuatro larguísimos años, y contando, sin mayores resultados, una trama que incluye al consabido niño malo, rico y altanero (que roba a manos llenas, para él y sus compinches) y al fiscal bueno (“representante popular”, conocido como la tortuga por ser más lento que el progreso).
Cuatro larguísimos años de un culebrón que han transcurrido desde que el ex director peñanietista de Petróleos Mexicanos hizo la maleta y huyó del país (por allá de abril-mayo de 2019), hasta lo más reciente (ayer), que no lo último, cuando “una juez de distrito desechó el juicio de amparo con el cual pretendía que un juez de control con residencia en el Reclusorio Norte analizara y resolviera los argumentos planteados sobre la prescripción de los delitos de operaciones con recursos de procedencia ilícita que le imputan por el proceso que enfrenta del caso Odebrecht” ( La Jornada, César Arellano García).
En medio, una guerra de amparos y trucos legaloides de la defensa de Lozoya para que desestimaran los cargos, orden de aprehensión girada por un juez (que incluyó al ex funcionario, a su esposa, hermana y madre) por el caso Odebrecht, ficha roja de Interpol, captura en Málaga, España (12 de febrero de 2020), repatriación (17 de julio de ese mismo año), hospitalización (del aeropuerto a un lujoso “centro de salud”), reconocido por la autoridad como “testigo protegido” y/o “colaborador” (lo que no le quita la calidad de delincuente), presiones, amenazas y chantajes de la pandilla priísta para que no abra la boca, arresto domiciliario (que llegó a su fin tras ser descubierto en exquisita cena en un restaurante de lujo de Las Lomas de Chapultepec), prisión “preventiva” en el Reclusorio Norte (a partir de noviembre de 2021) y largas y más largas para dictar sentencia, sin olvidar la desesperante lentitud y “tolerancia” del fiscal Gertz Manero, acompañadas con todo tipo de cortesías al indiciado.
Todo ello (versión oficial) para que Emilio Lozoya Austin no sólo reconociera sus habilidades como hampón, sino para que denunciara a otros “peces gordos” partícipes en el atraco a la nación durante su estancia en Pemex, y no sólo por los casos de corrupción asociados a la trasnacional brasileña Odebrecht y el fraude a la nación por la compraventa de Agronitrogenados, sino por las coimas pagadas para aprobar la “reforma” energética de Peña Nieto, el huachicoleo (el grueso dentro de las propias instalaciones de Pemex) y muchísimas joyas más.
El fiscal Gertz Manero presumió que, en su calidad de “testigo protegido” o “colabora-dor”, la información que aportaría Lozoya per-mitiría capturar a muchos tiburones corruptos del primer círculo peñanietista y del selecto grupo de empresarios favorecidos por esa administración, pero lo cierto es que no ha pescado ni siquiera un charal. Entonces, más allá del propio ex director de Pemex y del hampón Alonso Ancira, ¿dónde quedaron los “peces gordos”?
Por ejemplo, se habla de los dineros de Odebrecht para la campaña presidencial de Peña Nieto (a cambio de jugosos contratos del nuevo gobierno) y de las coimas recibidas por “algunos” diputados para aprobar la “reforma” energética de 2013, pero no se conocen acciones concretas u órdenes de aprehensión en contra de –por citar algunos casos– Enrique Peña Nieto (cómodamente instalado en España y protegido por la derecha de aquel país, al igual que Felipe Calderón), Luis Videgaray (el “ministro del daño”), Pedro Joaquín Coldwell (secretario de Energía del copetón y, por ende, presidente del consejo de administración de Pemex), los integrantes de ese mismo consejo, los “hombres de negocios” que se hincharon de dinero mediante enjuagues con la directiva de la empresa productiva del Estado y muchos más.
Pero el culebrón sigue, largas y más largas, mientras en otros países de América Latina han sido procesados y condenados presidentes, funcionarios y empresarios ligados al caso Odebrecht. Entonces, ¿hasta cuándo la telenovela, la sentencia y los “peces gordos”?
Las rebanadas del pastel
Qué raro: los videos del Consejo Nacional de Morena dan cuenta de que la única corcholata que no gritó “¡unidad, unidad, unidad!” fue el cachorro de Manuel Camacho Solís, quien ayer formalizó su renuncia a la Secretaría de Relaciones Exteriores. Tras abandonar Palacio Nacional aseguró que al presidente López Obrador le dijo: “siempre seré tu carnal, donde esté”. ¿En serio?
Twitter: @cafevega