Madrid. El Greco, pintor nacido en 1541 en la actual isla de Creta, podría ser el origen de una de las vanguardias más representativas de Pablo Picasso y del siglo XX: el cubismo analítico. A pesar de que ambos creadores están distanciados por casi cuatro siglos y que sus escuelas y tradiciones son muy diferentes, el Museo del Prado decidió explorar la influencia del primero en la construcción del lenguaje cubista en la mente y el pincel de Picasso, sobre todo en la forma de entender la idea de la bidimensionalidad del lienzo, como se muestra en la exposición temporal Picasso, El Greco y el cubismo analítico.
La muestra consta de cuatro parejas de cuadros –uno de El Greco y otro de Picasso– en el que se ve con nitidez, incluso a simple vista, que hay numerosas similitudes en la forma de entender el espacio, en el aplanamiento de la perspectiva, el formato vertical y la manera de entender el lienzo con un espacio abierto a las dimensiones. Y, por supuesto, ajeno a la tradición hegemónica y al realismo.
Esta nueva exposición del Museo del Prado forma parte de las actividades del 50 aniversario del fallecimiento de Picasso, nacido en Málaga en 1881 y fallecido en París en 1973, después de haberse convertido en el artista más influyente del siglo XX y haber estado en el germen de la mayoría de las vanguardias que surgieron entonces.
Carmen Giménez, curadora de la exposición y una de las mayores expertas en el mundo de Picasso, hurgó en los diarios, las memorias, los escritos y las obras del pintor español para llegar a este hallazgo, pues de la influencia de El Greco en Picasso ya se había escrito mucho antes, especialmente de la evidente influencia que tuvo en el llamado “periodo azul”, pero no se había encontrado hasta ahora ese vínculo estético y filosófico entre El Greco y el cubismo analítico tal y como lo entendió Picasso.
Primer contacto
El primer contacto del artista malagueño con la obra de El Greco fue cuando era apenas un estudiante en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y con 17 años decidió sustituir las “tediosas” clases en la escuela por visitas de más de 10 horas en el Museo del Prado, donde se dedicó a realizar copias de algunos de los grandes maestros, como Diego Velázquez. Ahí vio por primera vez en directo las geometrías y los colores de El Greco, que lo deslumbraron a pesar de que en aquella época la figura del pintor cretense aún era infravalorada tanto por los artistas como por los críticos e historiadores del arte. Giménez lo contó así en la rueda de prensa de la exposición: “En uno de sus dibujos de esos años, Picasso incluyó la invocación: ‘Greco, Velázquez, inspirarme’. Y anotó junto a otro dibujo: ‘Yo, El Greco’. Toda una declaración de intenciones para un estudiante de apenas 17 años que intuía en la obra de El Greco el germen de aquello de lo que precisamente habrían de liberar a la pintura moderna del dogma académico”. Incluso el propio padre de Picasso, un pintor tradicional y de la escuela clásica, reprendió a su hijo al advertirle que iba “por muy mal camino” si seguía estudiando el pincel de El Greco, pintor que alcanzó el reconocimiento a la singularidad de su obra hasta principios del siglo XX y gracias a un grupo de artistas, entre ellos el propio Picasso, a los que llamaban de forma despectiva “los modernistas”.
En la primera obra cubista de Picasso, Las señoritas de Avignon, ya se ve con claridad la influencia de El Greco, sobre todo de su obra La visión de san Juan. Picasso creó una ilusión de relieve y profundidad que se basa “en el sombreado y en la que destaca la bidimensionalidad del lienzo”, añadió la curadora, aunque la influencia de El Greco de Picasso fue mucho más profunda y duradera. De ahí que se eligieron cuatro parejas para desarrollar esta tesis y que son: San Simón y Tocador de mandolina; San Bartolomé y Acordeonista; San Juan Evangelista y Hombre con clarinete; San Pablo y El aficionado. Giménez insistió en que “El Greco tardó tres siglos en ser entendido, pero una vez recuperado del olvido, aportó las claves a Picasso para romper definitivamente con el arte del pasado y los pilares de la representación tradicional”.
Además, esta muestra supone “un enfrentamiento de las respectivas obras de ambos artistas, centrándose en la obra cubista de Picasso y la obra tardía de El Greco, en el formato directo que permite una exposición, lo que abre nuevas perspectivas no sólo entre ambos artistas, sino también a través de ellos, para nuevas reflexiones de lo que significó esta relación para el desarrollo de las vanguardias del siglo XX”.
En la exhibición, que estará abierta hasta el próximo 17 de septiembre, también hay una sala donde se encuentran los documentos testimoniales que resaltan el particular vínculo vital y artístico de Picasso con el Museo del Prado, una relación que comenzó en sus años como copista y finalizó con su nombramiento como director, aunque nunca llegó a ejercer el cargo por el estallido de la guerra civil.