No hubo rupturas. Ni siquiera molestias explícitas. En una sesión relativamente breve (si se considera que había augures funestos fuera de Morena que presagiaban cuando menos tensas y prolongadas discusiones), el partido en el poder despachó el listado básico del proceso que le llevará a tener definida su candidatura presidencial 10 días antes del correspondiente a la Independencia nacional.
Formalmente todo quedó resuelto: renuncias a cargos públicos o de representación popular, campañas internas, encuestas y un acuerdo de unidad firmado por los cuatro morenistas oficiales. Además, una especie de manual del buen comportamiento de los poderes morenistas y de los propios competidores: una suerte de cartilla moral-electoral leída por el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, quien preside el Consejo Nacional, y secundada por el presidente de ese partido, Mario Delgado.
Tal vez lo peculiar, por inductivos o predictivos, fueron los acomodos y reacomodos de los personajes en el foro dominical. La centralidad escénica correspondió a Claudia Sheinbaum, quien estuvo colocada en varios momentos en sitio preferente, entre el presidente de ese partido, Mario Delgado, y otro semicompetidor, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, o entre el mismo presidente del partido, Delgado, y el presidente del Consejo Nacional, Durazo. Colocación privilegiada, más que sugerente en un escaparate tan especial.
En uno de los extremos, permítase la obviedad de decir que distante del centro, quedó en algunos de los reacomodos Marcelo Ebrard Casaubón, quien no parecía demasiado entusiasmado, a veces entretenido con el celular fotográfico mientras los demás aplaudían. Luego puso un video en el que deslizó tonos de cierto reproche, pero en lo esencial, celebrando los acuerdos y asegurando que las cosas irán bien.
La competencia quedó cerrada a seis, tal como se había prefigurado: cuatro de Morena y los correspondientes al Verde y al del Trabajo, Manuel Velasco y Gerardo Fernández Noroña, que fueron convidados a escena, colocados en otro de los extremos, poco integrados a las algarabías de Adán Augusto, Sheinbaum y Delgado.
Cuatro de Morena que en realidad son dos, la puntera Claudia y el “rebelde” Marcelo, con Adán Augusto fuera del cuadro demoscópico pero con esperanza de desarreglos finales en el proceso, que le llegaran a abrir una puerta de emergencia. A Monreal, la realidad no le da para aspirar a Palacio Nacional, y ya podría girar la vista hacia la candidatura a la gubernatura de la Ciudad de México. Y Fernández Noroña parecería con capital político para entrar a las tandas de compensación que significarían coordinaciones de bancadas legislativas o cargos gubernamentales, ¿o Morelos? Velasco, el ex gobernador chiapaneco, busca a su vez alguna recompensa tardía, que no se le ha dado en lo que va de este sexenio.
Día de fiesta para el morenismo, la 4T y Palacio Nacional. Falta, desde luego, el difícil paso de la teoría a la práctica, de la conversión de las sonrisas y el coro de “¡unidad, unidad!” a la aceptación por parte de los perdedores, o del perdedor, del curso del proceso y su desenlace. La firma de acuerdos de unidad sirven para el momento mediático y propaganda de descalificación de desertores, pero los vaivenes, estremecimientos y rupturas en las contiendas internas siempre podrán producir excusas o argumentos para buscar caminos distintos a los convenidos.
Ebrard aceptó los términos de la competencia, sobre todo el que promovió, de las renuncias anticipadas, pero no se le concedió la realización de debates y se establecieron reglas en busca de evitar la descalificación entre aspirantes, lo cual favorece a Sheinbaum.
Y, mientras los opositores siguen batallando para definir procedimientos y candidatura, atrasados en el calendario político, hasta ahora solamente empeñados en descalificar al adversario adelantado, ¡hasta mañana!
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