El Multiforo Alicia no era un bar, antro o cantina. Fue durante 27 años un espacio de experiencia vital y un laboratorio de culturas subterráneas y movimientos aleatorios que, tras 5 mil 848 actos entre conciertos, talleres, conferencias, mesas de reflexión, cerró sus puertas el pasado 30 de marzo, dejando huella perenne en la historia de la Ciudad de México (CDMX).
En el Alicia, cuyos principios eran la autogestión, el apoyo mutuo y la independencia, tocaron miles de bandas de rock, surf, ska, reggae, punk, rocabilly, metal, rupestre, blues… Tan independiente fue que editó 122 discos, nueve de ellos de vinilo, y también se realizaron dos documentales al respecto. Pero también se las vieron duras contra gobiernos oligarcas al sufrir 24 clausuras, tres demandas, cuatro robos y hasta ataques neonazis. Incluso, sobrevivió a dos pandemias.
Pilar en su existencia fueron los carteles de promoción de sus conciertos y reuniones, que se volvieron “una epidermis de los muros de la CDMX”.
Cinco millones 789 mil carteles, hechos por diseñadores como Andrés Mario Ramírez, Chema Skandal, Alejandro Magallanes, Benjamín Estrada y Dr Alderete, fueron el aparato de publicidad de este emblemático lugar, que, por tres meses, se apoderará del Museo Nacional de Culturas Populares con la exposición Alicia no se olvida, que aborda la memorabilia recabada durante su existencia, sobre todo con la creación de sus pasquines.
La noche del sábado, el recinto de Coyoacán se convirtió, por una noche, en el Alicia, con tocada y todo incluido. El surf, punk y rocabilly sonaron en el Patio de las Jacarandas a cargo de las bandas Yucatán A Go Gó, Los Elásticos y Los Frankys, que convocaron a unas 400 personas de los llamados alicios. Diversas generaciones de seguidores inundaron el museo para presenciar, además de la música, de un pedacito del Multiforo y brincar, gritar y celebrar con los guitarrazos, batacazos y golpes del bajo de las bandas mencionadas, que los trasladaron a ese rincón de la colonia Roma, testigo del mundo underground musical de la gran capital.
“Fogatas que alumbran la memoria”
Andrés Mario Ramírez Cuevas, diseñador gráfico y de las imágenes del Multiforo, dirigió unas palabras antes de cortar el simbólico listón, hecho con volantes pegados, muy al estilo Alicia: informal y libre.
“No sólo trata de los carteles del Alicia, sino de las historias con ese recinto, que son fogatas hechas con palabras, imágenes, color y papel que alumbran nuestra memoria. Durante 27 años los carteles del Alicia fueron parte de la epidermis de los muros de la CDMX. La atinada labor de quienes participaron en su creación y difusión fue fundamental: el programador, los diseñadores y la poderosa brigada de pegacarteles, los cuales juntos construyeron el aparato de propaganda del Alicia”.
Ramírez Cuevas compartió que se pegaban, en promedio, 4 mil carteles por semana, y que se caracterizaban por cosas sencillas: “una tipografía, la impact, que se encuentra en cualquier sistema operativo; tenían o no imagen y algunos eran tipográficos nada más: un nombre para cada evento y los de las bandas. Siempre estaban impresos en el papel más barato a una tinta o a dos colores. Estas características le dieron especial identidad. La gente decía al verlos: ‘es la propa del Alicia’”.
El aparato de publicidad, o sea los carteles, sirvieron para promover conciertos, exposiciones, talleres… Pero poco después, aseveró el didacta de diseño, “el Alicia comenzó a opinar sobre lo que ocurría en el país por este medio con temas como presos políticos, Acteal, legalización de la mariguana, Atenco, zapatistas, contra la violencia de género, diversidad sexual y con todo aquello que tuviera que ver con cuestionar. “No son obras individuales, sino ejercicios colectivos de comunicación. El mejor cartel es el que está a tiempo en las calles, donde se libran las verdaderas batallas”.
Ignacio Pineda, artífice del Alicia –que toma su nombre gracias a Lewis Carroll por su novela Alicia en el país de las maravillas y de la radio italiana Alice– fue recibido con gran cariño por los alicios y por curiosos que llegaron al recinto, a los cuales retribuyó comentando que el lugar no hubiera existido “sin todos los presentes. Era un espacio chiquito, punk, rupestre, silvestre, con sus limitaciones, pero que gracias a las bandas, a los activistas, a los promotores y al público, duró tanto tiempo”.
“Gracias por abrazarnos”
Nacho, como se le dice de cariño, aseguró que “hablamos de cerrar una historia, dejar los murales –originales del artista Ismael Olivares Amra–, y despintarlos fue rudo… Gracias al Museo Nacional de Culturas Populares por abrazarnos y dar al Alicia albergue por tres meses”.
Jesús Antonio Rodríguez Frino, titular de la Dirección General de Culturas Populares Indígenas y Urbanas, importante gestor para que la muestra se realizara, afirmó que el Alicia “define la cultura urbana de un país”. Para cualquier banda nacional, presentarse en ese lugar “era aprobar un examen”, dijo. El sitio es una “voz de resistencia. Un movimiento que hermanó a grupos, a tribus urbanas y los convocaba a convivir. No sólo era un lugar en el que se escuchaba música, sino donde las juventudes iban a pronunciarse, a definirse o identificarse con una causa. Eso es lo que celebramos ahora con esta exposición”.
Yessica Morales Vega, directora del museo, comentó que la esencia del Alicia “se extendió no sabemos hasta dónde, pero su impacto es tan fuerte que hoy nos reúne aquí. Alicia está en todas partes y somos parte de ella, por eso, Alicia no se olvida”.
Al llegar a la sala Cristina Payán, donde está montada la muestra, una barra de madera recibe a los visitantes. Es la original que estaba en el local de la Roma, con todo y sus cigarrera, el refrigerador y el dispensario. Más adelante, están la guitarra de Roberto González, el extraordinario rupestre; el traje de Lalo Tex, de la banda Tex Tex. El huipil de Maru Enríquez; el reboso de Betsy Pecanins, las mantas y grafitis de Amra, y la policromía de la nostalgia con más de 120 carteles históricos.
El Museo Nacional de Culturas Populares se ubica en avenida Hidalgo 289, colonia Del Carmen, Coyoacán.