“A mí me gustaría ser como muchos niños: jugar, divertirme y de grande ser doctora”, cuenta María, de sólo 10 años, que vende dulces en uno de los cruceros al sur de la ciudad y los ofrece en las ventanillas de algunos autos lujosos que circulan por ese lugar.
Ella es muy alegre, pero sus ojos revelan tristeza al recordar que hace un par de años fallecieron sus padres, lo que la obligó a trabajar los fines de semana. Lo hace, asegura, porque “quiero comprarme una muñeca y jugar”.
Bajo un sol a plomo que ayer rebasó los 30 grados al mediodía, María ofrece junto con sus dos hermanos las golosinas mientras la luz del semáforo se pone en rojo. Cada uno carga consigo una bolsa o caja de paletas y dicen que logran vender entre 100 y 150 pesos.
La menor comenta que estudia el quinto año de primaria y cuenta con el apoyo de su tía, con quien vive y le proporciona los recursos “para comprar mis útiles y hacer mis tareas”. Sabe que asistir a la escuela de manera constante es la mejor forma de prepararse, pero “luego no nos alcanza” y a veces falta.
Un caso similar es el de Natalia, también de 10 años, quien labora en el negocio familiar instalado los fines de semana sobre la banqueta en Torres Lindavista. Ella porta un mandil blanco y su tarea consiste en atender a los comensales, tomar nota de los pedidos y repartirlos.
En ocasiones recibe un regaño por “no hacer bien su trabajo”, y en una conversación comenta que asiste a la escuela, pero “no le entiendo mucho; me gusta más trabajar, ya no quiero estudiar”.
En México, en los cruceros viales o puentes peatonales, es común ver a niñas y niños trabajando, pese a que la Constitución lo prohíbe en menores de 15 años. Entre ellos se conocen, comparten la comida, la bebida, y aunque las historias son distintas, también son adversas. Se estima que más de 3.3 millones de infantes y adolescentes trabajan en México, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2019. A esos datos se suman 180 mil casos a causa de la pandemia de covid-19.
En el contexto del Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se conmemora este 12 de junio, la organización Save The Children publicó un informe en el que señala que la mayoría de esos niños y adolescentes empezaron a trabajar entre los seis y nueve años, y 95 por ciento de quienes tienen entre 14 y 17 años trabajan en el sector informal.
El atlas da cuenta de que los estados con las peores condiciones de trabajo infantil son Chiapas, Oaxaca y Zacatecas, donde es común “una combinación de altas tasas de informalidad laboral, subocupación y ocupación en sectores de riesgo”.
Chiapas, Oaxaca y Michoacán tienen el mayor índice de infantes trabajando, y las que registran menos son Baja California Sur, la Ciudad de México y Nuevo León. Advierte que entre los sectores que representan un riesgo están la agricultura, la construcción y la manufactura (maquilas).
A escala mundial, 152 millones son explotados como mano de obra infantil y 71 por ciento de ellos trabajan en la agricultura, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo.