En la geografía del silencio Claudio Lomnitz (“Zacatecas: la zona del silencio”, Nexos, junio 2023) consigue transmitir un código de horror, terror y miedo que los sobrevivientes de las muchas violencias han convertido en negación. De hablar o de mirar a los ojos; consternarse ante la desaparición de algún vecino, conocido, pariente: de lo que sea que pudiese llevarlo a uno a ese cadalso móvil construido por el poder asesino del crimen organizado.
Todo ocurre en Zacatecas, pero sabemos que ya sucede donde sea. En Celaya o Irapuato y ahora en la frontera sur, donde aniquilan alcaldes y se ocupan territorios poblados o no para facilitar el tránsito de personas, drogas, armas…
No se necesita ser experto en el funcionamiento del cerebro para suponer que tal expediente de sevicia y crueldad, de desprecio absoluto por la vida humana, tiene implicaciones mil, todas nefastas, sobre la salud biológica y sicológica de quienes creen que no tienen nada que ver con esos episodios tan magistralmente recogidos por Claudio.
Lo cierto es que, a partir de una mera intuición, todos acabamos involucrados o, de plano inscritos en la historia terrible de la destrucción de comunidades, regiones, familias y entramados rurales y urbanos, como ha estado ocurriendo en Zacatecas desde hace años.
Esa geografía del silencio de la que habla el antropólogo, traza el mapa de la ignominia y la vergüenza del país todo. Que eso ocurra ante nuestros ojos y oídos, que impasible continúe esa vorágine de violencia y dolor, que sólo quede a las “buscadoras” dar alguna noticia sobre los saldos en ascenso de la tragedia, es prueba eficiente de la degradación política y mental sufrida por nuestra nación, confirmada por el juego ignominioso de la sucesión presidencial al que nos ha llevado festivamente el presidente.
A propósito: ¿de dónde han sacado los exégetas del Presidente eso de su “jugada maestra” para lidiar con su relevo? ¿Quién estaba o está contra quién en esta liza?
En verdad, ¿hay una disputa política por la candidatura moreniana que vaya más allá de la búsqueda servil del gusto del que manda?
El Presidente ha echado a andar una sucesión patética que no sólo ha rebajado a sus actores de principio a fin, al calificarlos de corcholatas; ha pasado no digamos que sobre sus estatutos, sino por encima de mínimas consideraciones democráticas pertinentes a la construcción de una representatividad ciudadana y decisivas para ofrecer, en este caso desde el poder, las garantías necesarias para la reproducción de una pluralidad que, en nuestro caso, es indispensable para asegurar la reproducción democrática.
El Presidente puede seguir ensayando sus inventos, pero ni el bipartidismo ni el predominio de uno pueden garantizar la vida cívica de deliberación y crítica indispensable para una democracia creíble.
El presidente López Obrador nos ha fallado, porque si alguien debe sus logros al sistema abierto y plural que con todo pudo erigirse en casi 30 años, es él.
Ni la pantomima del desafuero, ni los lemas degradantes de los consultores externos, cuando lo declararon un peligro para México, pudieron sacarlo del sendero de la transición y la construcción democrática. Hoy es el mismo Presidente quien busca llevar a la guillotina lo que, al final cuentas, lo llevó al poder.
Decepcionante, infortunada manera de hacer historia.