Entre criar a un hijo de cinco años, un empleo de operadora de publicidad telefónica, los quehaceres domésticos y una carrera trunca, Daniela de la Rosa Castañeda comenzó en 2017 a elaborar alpargatas con materia prima que adquiría “dándole pellizcos al gasto”.
En sus ratos libres, tardaba una semana en confeccionar un par en su casa del pueblo de San Francisco Tlaltenco, en Tláhuac. Seis años después aún elabora calzado de forma artesanal, pero a través de una empresa cooperativa con capacidad para producir una corrida, 10 pares de diferentes tamaños, del 22 al 26 y medio en dos días.
En el carnaval del pueblo de este año, más de un centenar de damas bailaron las comparsas durante horas por calles del poblado con calzado elaborado por la empresa Cooperativa Xaboon.
En el patio de su casa, donde acondicionó un área para instalar dos mesas de trabajo en las que muestra su destreza al armar una pieza, cuenta que su afición por transformar el calzado y la ropa que compraba para adaptarlos a su gusto más un programa de televisión en el que vio cómo se producía el zapato en masa, la tentaron a buscar un curso para elaborar la prenda, pero sólo encontraba algunos en León, Guanajuato, que costaban entre 20 mil y 25 mil pesos, hasta que un colectivo de mujeres de Tlalpan impartió un taller al que acudió y comenzó a elaborar alpargatas.
Durante tres años se dedicó por su cuenta a aprender a diseñar otro tipo de calzado y afianzar su proyecto como un negocio en el que elaboran, además, sandalias, tenis tipo Vans, zapato bostoniano para mujer y un modelo abierto que bautizó de forma afectiva como xabooneras.
Un negocio para hombres
Daniela recuerda que al empezar la criticaban por emprender “un negocio de hombres”, e incluso no encontró apoyo en su círculo familiar, pero tampoco se lo impidieron, y con el tiempo se incorporaron a él su hermana Talía y su esposo Gregorio Cárdenas a fin de constituirse en una empresa cooperativa.
Al advertir que ninguna de las grandes empresas fabrica productos personalizados, tuvo claro su objetivo: “elaborar un calzado artesanal, cómodo, de calidad, con el diseño que el cliente necesita y quiere”, con telas de su elección, aplicaciones de pedrería, combinaciones de colores o diseños en el estampado, desde un nombre o una frase hasta la imagen de una fotografía o composiciones de personajes de películas o series, por lo que con la colaboración de otros emprendedores de la demarcación, como el taller boutique y El Detallito, han elaborado colecciones alusivas al Día de Muertos o Navidad con conjuntos de playeras y tenis, alpargatas o xaboonera, combinados que pueden personalizar.
Daniela refiere que la empresa nació con el nombre de Calzado MX Chic, pero quería darle una identidad “con esencia mexicana”, y combinó dos palabras de diferentes lenguas: xanab, del maya, que significa zapato, y el vocablo náhuatl boon, que traduce como color: “Xaboon, zapato de color”, al que añadió el lema “coloreando tus pasos”.
Estar constituida como cooperativa le permitió acceder a un apoyo del programa de Fomento, Constitución y Fortalecimiento de Empresas Sociales y Solidarias de la Ciudad de México de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo.
Esta ayuda permitió adquirir hormas –una corrida completa usada, explicó, llega a costar hasta 12 mil pesos–, una máquina de coser industrial, parrillas para vulcanizar y materiales en mayor volumen: pegamentos, telas y piel, entre otros, así como una cámara fotográfica digital que les ha facilitado el trabajo en sus procesos de mercadotecnia al tener como principales vías de comercialización las redes sociales, donde están como Xaboon en Facebook y Calzadoxaboon en Instagram y TikTok, con las que han enviado algunos productos a Estados Unidos y Francia.
En la cooperativa participan también Irving Sánchez y Natalia Ortega; tienen el apoyo de tres becarios del programa federal Jóvenes Construyendo el Futuro: Fernanda Ortega, Fabián Rioja y Berenice García, que participan en la confección de los productos y aplican sus conocimientos en mercadotecnia.
Daniela retomó sus estudios de ciencias ambientales en la Universidad Rosario Castellanos y aspira a instalar un taller en forma y producir en masa para generar empleos destinados a madres solteras y personas con discapacidad, así como elaborar un calzado que sea amigable con el medio ambiente; ejemplo de eso es un par de zapatos que vio en Yucatán hecho con telas elaboradas con base de maguey y nopal.
Al mismo tiempo practica el altruismo. El año pasado donó un porcentaje de sus ventas para comprar árboles que se sembraron en las aceras de la comunidad y en colaboración con un colectivo del pueblo donará alpargatas a 60 niñas de una casa hogar.
Cuando ve a alguien que porta el calzado personalizado que confeccionó, le genera la satisfacción de hacer un producto que la competencia no tiene y demostrar su potencial, “ya que no sólo soy apta para la maternidad”.