Sin ningún control, la tala clandestina avanza en los bosques de la alcaldía Tlalpan, donde los últimos dos años se ha incrementado la incursión de talamontes que derriban, en promedio, alrededor de 100 árboles al día en los parajes de San Miguel Topilejo y el Ajusco.
El saqueo ilegal de la madera ha afectado, por lo menos, a tres mil hectáreas de esta zona montañosa –donde proliferan los pinos, encinos y oyameles–, equivalente a cuatro veces la superficie total del Bosque de Chapultepec.
En los parajes de San Miguel Topilejo, la zona más devastada, el paso de los talamontes se puede observar desde el pie de la carretera federal a Cuernavaca, en el kilómetro 45, y cuesta arriba, desde La Victoria hasta Las Joyas del Gato, donde yacen apilados los restos de los árboles prácticamente sobre los caminos y veredas.
Dos brigadas de comuneros salen todos los días a vigilar los bosques, pero desde marzo su trabajo se limita a reportar la tala sin intervenir, para evitar enfrentamientos, 15 en año y medio, pues durante la pandemia de covid-19 los talamontes no sólo ganaron terreno, sino que se diversificaron en varios grupos, cada vez más violentos.
Cuentan los comuneros que hace tres años cuando entraban al bosque, si los veían corrían, pero era gente más pacífica, ahora traen armas largas. Apenas en noviembre del año pasado, un enfrentamiento en el kilómetro 44 dejó a un brigadista herido. Eran las cinco y media de la mañana cuando inició el tiroteo, pasó una patrulla del estado de Morelos pero, en lugar de apoyar a los brigadistas, los policías dispararon hacia ellos.
Desde entonces, las casetas de vigilancia ubicadas en el kilómetro 45, en el Tepeyehual y El Llano de la Viuda lucen abandonadas. Una de ellas fue vandalizada por los delincuentes y en otra más golpearon al vigilante. “No lo mataron, porque lo que querían es dejar el mensaje de que van a seguir entrando”.
“En marzo, la Corena (Comisión de Recursos Naturales capitalina)nos pidió un mes para poner vigilancia permanente, pero ya llevamos tres y no hay nada. La Guardia Nacional hace rondines, pero desconoce el monte, se queda en la parte baja y la tala está arriba”, comentan.
La tala, a decir de los pobladores de San Miguel Topilejo, es una problemática añeja, pero se incrementó después de que se abatió el huachicol de combustible de los ductos de Pemex en el paraje Las Palomas, en el kilómetro 47. En todo ese tramo había tomas clandestinas, llegaron los operativos y cesó ese ilícito, pero comenzó el saqueo de la madera.
Procedentes del estado de Morelos, los talamontes utilizan halcones desde el kilómetro 28 al 45 de la carretera federal a Cuernavaca, para alertar cuando suben los brigadistas a realizar sus labores de rutina, que consisten en evitar incendios durante la temporada de estiaje y reforestar en época de lluvias.
“Es difícil encontrarlos en flagrancia, porque les avisan por radio de cualquier movimiento. Durante el día suben en motos, cortan los árboles y por las tardes llegan las camionetas a retirar las trozas. A nosotros nos toma una hora de camino, cuando llegamos ya no hay nada, porque hay muchas brechas por dónde salir”.
En cada camioneta de tres y media toneladas cargan hasta tres metros cúbicos de madera, equivalentes a dos árboles, dependiendo del grosor y el tamaño, con ganancias que van desde cuatro a cinco mil pesos el metro cúbico.
El panorama es similar en las más de siete mil hectáreas del Ajusco, donde los comuneros se enfrentan a los talamontes que provienen del estado de México, pero también a los del pueblo de San Miguel y Santo Tomás Ajusco.
Rosalba Hernández, directora general de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la alcaldía Tlalpan, explica que a diferencia de lo que ocurre en Topilejo, donde la madera se traslada a Huitzilac, en Morelos, y a Xochimilco y Tláhuac, los del Ajusco se la llevan al estado de México y a San Miguel y Santo Tomás Ajusco, donde se han identificado hasta 30 aserraderos clandestinos, que son cambiados constantemente de lugar.
Detalla que en ambos núcleos agrarios se han encontrado hasta 25 parajes, como Ciclovía, Contadero, El Marqués, Las Joyas del Gato, Los Bancos y Los Murciélagos, Agua de Lobos, Chupadero, La Boletera, Las Placas y Las Cañas, entre otros, que han sido devastados por los talamontes.
Considera que la insuficiencia de recursos y la diversidad de instituciones que convergen en el cuidado de los bosques son las principales trabas para que el trabajo que realizan con el fin de inhibir la tala y extracción ilegal de recursos forestales sea más eficaz.
De acuerdo con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, en los últimos cuatro años se han realizado 42 operativos en los que han sido desmantelados 73 aserraderos clandestinos en los bosques de la Ciudad de México, han sido asegurados 70 vehículos y se han decomisado mil 214 metros cúbicos de madera.