Un año luz es el que, desde ahora hasta el 2 de junio de 2024, nos parecerá estar bajo fuego. Será así por su inmensa largura. En contra, también parecerá ser estrella fugaz por su brevedad. Año eterno para los desesperados deseosos de que termine. Brevísimo para aquellos responsables de articular la elección.
Revisando el pasado, hace 100 años, en 1923, iniciábamos sin nombrarlo así, el periodo posrevolucionario, el que encauzaría al país de hoy. Los escépticos verán esa frase como cándida o falaz.
La verdad incontrovertible es que las grandes políticas e instituciones y el sufrimiento de una herida social se crearon, redefinieron o padecieron en esos tiempos.
Sólo como enunciación, se menciona a las políticas, leyes e instituciones agrarias, del trabajo o educación; instituciones como el Banco de México, Partido Nacional Revolucionario (PNR) y al lastimoso trauma social, la guerra cristera. Parece ser que son hechos olvidados, aunque hayan sido transformadores.
La generación política que las produjo fue la siguiente a la constituyente de 1917. Aquella dio base constitucional, la siguiente inició su instrumentación. Las generaciones presentes, determinadas por sus propios factores: globalidad, neoliberalismo, altas tecnologías, pandemia, corrupción y violencia, ¿qué cuentas rendirán?
Al margen de otros hechos altamente significativos, es de preverse como deber esencial, mantener la máxima alerta ante dos riesgosas situaciones de gran efecto negativo. Conscientes de que la idea de previsión no es grata porque sugiere infortunios, es realista aceptar que es un deber. Los riesgos propios de esta etapa son:
Aumento de la inseguridad con sus componentes de violencia criminal, violencia oficial y la efervescente criminalidad social. Su prevención y control es responsabilidad de la autoridad con llamados a la cohesión social. Un riesgo perturbador.
Infiltración de personajes del crimen como candidatos. Es responsabilidad central de control por partidos, institutos y tribunales electorales.
El nivel de congresos estatales y ayuntamientos son los más propicios para ser penetrados. Hay pruebas actuales. La elección mexiquense no es significativa por ser sólo de gobernador, el caso Coahuila habría que estudiarlo. No soy optimista, habrá ganancia de pescadores.
Viviremos este año bajo fuego; son tiempos de sorpresas por imprevistos destapes, hechos demoledores, reacomodos de gabinete, nuevas alianzas, pactos y traiciones, desencantos y festines, ganones y perdidosos, sudores y derroches.
¡Ojo!: súmense las crisis exteriores: Estados Unidos, su gobierno, Biden, ya se cayó tres veces, la próxima elección, migraciones, fentanilo y de eso lo mucho que nos salpique. OTAN en su peligrosa decadencia, Ucrania en guerra, los amores de los líderes zaristas y mandarines.
Brasil con Lula retomando aire y soñando con su imagen mundial, Argentina suda una vez más, Perú con tres ex presidentes presos, uno suicidado y sin gobierno.
Petro bailando de puntitas, el progresista Boric ya noqueado echa para atrás. Nuestros fraternos centroamericanos sufren lo inmerecido. Cuba resistiendo la incalificable saña.
En este atolladero, nosotros, ¿dónde estamos? Pues en el escapismo, como siempre. Somos país de grandes avances que arrastra sombras ancestrales, una es nuestra inconsistencia. A todo le damos la vuelta.
“Aquí no pasa nada, la vamos a librar”, es la emoción general. En ese remanso, lo único cierto, inevitable, es que el proceso electoral federal se inicia legalmente el muy próximo septiembre. El año será inquietante. No sólo será contundente: dejará secuelas que pueden ser predecibles.
Pocos dudan sobre qué partido o movimiento ganará la elección presidencial. Es una certidumbre que está por encima de quien fuera candidato. ¡Tomemos la delantera y luego vemos con quién!, parecen decir los morenos, mientras los coaligados duermen.
Pesará tremendamente una buena elección del Congreso, pues de ello depende por tres años parte de la gobernabilidad del país. Pesará mucho la selección de candidatos a las gubernaturas de la CDMX y ocho estados. Son claves en sus terruños, aunque algunos se van por la suave.
La actual oposición política al gobierno no encontró un fajador boxístico ni de peso pluma. Para manejar su tablero ajedrecístico debe conformarse con pocas torres, menos alfiles y muchos peones. Es lastimoso desde el enfoque nacional que las generaciones políticas de jóvenes a quienes naturalmente se abrieron las puertas, sencillamente no aparecieron.
Los próximos actores nacionales serán de esa generación que no cuajó, más otros de amorfa medianía y de viejos insaciables que se justifican presumiendo sabiduría. Estarán presentes, qué bien, pocos patriarcas doctos y respetados.
Este año natural junio-junio está cargado de destino, uno cuyo resultado no podrá atribuirse más que a todos nosotros. Será un año bajo fuego.
Este año natural junio-junio está cargado de destino. Sus resultados no podrán atribuirse más que a todos nosotros. Será un año bajo fuego que será propicio a una ganancia de pescadores.