El fantasma de Joseph McCarthy vaga por París. Planea sobre los castaños de la plaza de Saint-Sulpice, las pinturas de Delacroix que guarda la iglesia del mismo nombre y los salones literarios donde nació la Ilustración francesa. Se ha posado sobre los hombros de los organizadores de festival literario Mercado de la Poesía (Marché de la Poésie), el mayor encuentro de poetas, editores y público de Francia, protagonista de un escándalo que habría enorgullecido al senador y vicepresidente del Comité de Actividades Anticomunistas.
Bajo presión política de la derecha más rancia y con cordón umbilical en Miami, el Mercado de la Poesía, que se inició ayer en la plaza de Saint-Sulpice, retiró la presidencia de honor que había concedido a la poeta cubana Nancy Morejón, Officier de la Orden de las Artes y las Letras francesas desde 2013. El pretexto: su adhesión a la revolución cubana. La causa real: una persecución inquisitorial contra “los rojos infiltrados”, como en los años 50 del siglo pasado en Estados Unidos, cuando el espíritu macartista desató un auténtico acorralamiento de “comunistas”, acusando sin pruebas, acosando sin descanso, descalificando pública y políticamente a intelectuales, artistas y escritores.
El veto a Nancy (La Habana, 1944) ocurre en un contexto en que es cada vez más frecuente la persecución contra creadores cubanos que presentan sus obras en el extranjero. Acaba de ocurrir en España con el popular dúo Buena Fe, que integran los cantautores Israel Rojas y Yoel Martínez, quienes fueron acosados, escarnecidos y segregados de las presentaciones públicas pautadas previamente por el pecado de vivir en Cuba.
El músico y poeta Silvio Rodríguez, quien también ha padecido intentos de boicot a sus conciertos y linchamientos mediáticos, reaccionó en su blog personal: “Por lo visto los acosadores de Buena Fe no se molestan en escuchar sus canciones. ¿Será que no les conviene conocer las preguntas indóciles que el dúo lanza al aire, tema tras tema, aquí, en suelo cubano? ¿Será que algunos hacen uso de un respetable derecho a irse, pero no pueden soportar a los que se queden a luchar por un país mejor? ¿Será por vergüenza de ellos mismos los que piden invasiones y bloqueos contra su propio pueblo?”
En Madrid, el macartismo tropical ha tenido el apoyo de Vox. En París, de la filial francesa del Pen Club, en alianza con el llamado “Pen Club cubano” de Miami. De hecho, la noticia del despojo a Nancy Morejón se supo por Radio Martí –la emisora gubernamental de Estados Unidos para Cuba–, antes de que apareciera la nota formal del Mercado de la Poesía. Ella reaccionó desde París: “Lamento que el odio terminara por imponerse al arte”.
No es sólo una tragedia que ocurran estas cosas en un contexto político que las alienta; es una cobardía. A Nancy Morejón, Premio Nacional de Literatura en Cuba y una de las primeras mujeres negras que se graduó en la Universidad de La Habana, el macartismo no podrá arrebatarle lo que ha ganado por mérito propio: ser una de las grandes poetas de América Latina y una autoridad en los estudios literarios del Caribe, región folclorizada y fragmentada por la acción colonial.
En el prólogo a Richard trajo su flauta y otros poemas, antología que editó y prologó Mario Benedetti, el uruguayo afirma que Nancy “no sólo es una de las voces poéticas más originales de Cuba posterior a 1959, sino que, por su importante contribución en organismos culturales, se ha convertido en una figura insoslayable de la actual literatura cubana”. Nicolás Guillén, el Poeta Nacional cubano, que no otorgaba elogios gratuitos, escribió: “Pienso que su poesía es negra como su piel, cuando la tomamos en su esencia íntima y sonámbula. Es también cubana (por eso mismo) con la raíz soterrada muy hondo hasta salir por el otro lado del planeta”.
Nancy, quien ha dicho de sí misma que “no soy más negra que mujer; no soy más mujer que cubana, no soy más negra que cubana. Soy una breve combustión de esos factores”, ha sido atacada por tener, además, una conciencia social que la enaltece. Ahora más, porque anda suelto el espíritu de Joseph McCarthy con su extraña amalgama de oportunismo y anticomunismo, de puritanismo y xenofobia; con su congénita animadversión hacia todo cuanto huela a cultura. Vergüenza en la plaza de Saint-Sulpice.