México vivió el pasado domingo un interesante episodio de su historia política: no sólo porque desde la sociedad, las elecciones de gobernador en los estados de México y Coahuila constituyeron un foco de atención para entender el fortalecimiento efectivo de una organización como el partido Morena, sino por conocer la agonía en que se encuentran tres fuerzas: los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN) y el de la Revolución Democrática (PRD).
El declive y debilitamiento de las organizaciones partidistas más tradicionales de nuestra historia electoral de los últimos 40 años –PRI, PAN y PRD– es por demás evidente, luego de conocerse los resultados electorales preliminares oficiales, a pesar de que las dirigencias partidocráticas que dominan esas organizaciones y la mayoría de los medios informativos no lo quieran aceptar todavía. Los pasados comicios estatales dejaron muchas lecciones:
1) El triunfo de la candidata Delfina Gómez en el estado de México es un verdadero acontecimiento político que rebasa con mucho el interés local. Romper la hegemonía de una forma de practicar y decidir la economía y la política que se fundó en 1942, con Isidro Fabela y Alfredo del Mazo Vélez, es un hecho histórico que los “analistas” descalifican torpemente al llamar cobarde al gobernador actual y definiendo como “elección de Estado” a la victoria democrática de la maestra.
2) La acusación de cobardía y de “ceder la plaza” hechas por los dirigentes nacionales de PRI y PRD al gobernador mexiquense provienen sólo de aquellos que crecieron ideológicamente pensando que lo que cuesta dinero es barato en política. Añoran ambos dirigentes los años en que el PRI era un partido de Estado, como explicó durante mucho tiempo el doctor Luis Javier Garrido. Quisieran regresar a las épocas en que las elecciones se definían en favor del PRI porque los dirigentes y candidatos disponían de los apoyos financieros, materiales, humanos y de difusión del Estado federal. Desde 2019, en los procesos electorales federales, estatales y municipales efectuados en todo el país, esa actividad ilegal dejó de practicarla el gobierno nacional.
3) La victoria del PRI en Coahuila permite alertar a Morena, partido en construcción, con problemas y deficiencias, sin duda, pero un partido de ciudadanos que está impulsando un nuevo modelo para entender la política partidista y revalorar la participación cívica. El caso Coahuila exhibió las consecuencias de la ausencia de disciplina partidaria en algunos simpatizantes o integrantes de ese instituto.
4) Los resultados electorales en las dos entidades federativas arrojan datos interesantes: el PRI no creció en su votación, a pesar de ganar la gubernatura de Coahuila. Sus expertos electorales, que los tiene, podrán revisar las cifras y concluir que la alianza con PAN y PRD fue simplemente un fracaso en ambas entidades. El primero de ellos no quiso ni convenció a sus simpatizantes de que Manolo Jiménez, el priísta victorioso, representaba al panismo coahuilense. En el estado de México, el partido blanquiazul permaneció ausente, inmóvil en la mayoría del territorio estatal. Como se puede corroborar, en sólo cuatro distritos de la entidad sus simpatizantes nada más marcaron el logo azul. En Tlanepantla y Naucalpan es muy evidente el recelo de los panistas al priísmo. El PRD, estrictamente, no es capaz ni siquiera de conservar su registro en la entidad norteña ni en la mexiquense. En las elecciones del domingo ambos partidos fueron un lastre para el tricolor.
5) Los medios de comunicación masiva locales, a diferencia de lo que ocurría en el país durante los procesos comiciales anteriores, no fueron determinantes. No modificaron la voluntad ciudadana de votar por la novedosa opción partidista exitosa: Morena. Fuera de la Ciudad de México, la influencia de los medios en buena parte del territorio mexicano es mínima. En esta ocasión, por ejemplo, los grandes empresarios de periódicos y estaciones de radio mexiquenses, apoyadores eternos del PRI, también conocieron la derrota. De las empresas encuestadoras mejor ni hablar.
6) El desafío de 2024 para la sociedad mexicana es indudablemente trascendental. El reparto del poder político y territorial favorece a Morena y aliados. El desafío ya no es crecer electoralmente o ganar la próxima elección presidencial. Su reto mayor es continuar con la transformación estructural de todas las instituciones políticas del Estado y proseguir con la modernización democrática de México, iniciada hace cinco años.
* Sociólogo e historiador. Investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales