Por corrupción u omisión, el municipio de Huitzilac “está controlado por talamontes”, quienes han devastado más de 10 mil hectáreas de bosque de pino-encino en los pasados 15 años, denunciaron defensores del medio ambiente en Morelos.
Diariamente, el crimen organizado corta entre 100 y 150 árboles gruesos o delgados, y a partir de las 19 horas acarrea la madera en 30 o 50 camionetas que cargan tres toneladas y media de peso cada una, a las cuales se les ve circular sin problema por la carretera federal México-Cuernavaca.
Huitzilac, localizado a 14 kilómetros de Cuernavaca y a 58 de la Ciudad de México, se ubica en el corredor biológico Chichinautzin, Lagunas de Zempoala y El Tepozteco, perteneciente a las Áreas Naturales Protegidas (ANP).
Los denunciantes, quienes han recibido amenazas de los criminales, acusaron que de seis años para acá “aumentó de manera alarmante” la tala ilegal e incluso “desvergonzada”, porque realizan sus actividades ilícitas “a plena luz del día”.
La situación más difícil de afrontar, expusieron, “es la impunidad con la que actúan”. Porque es un problema que “ni ocupa ni le preocupa a las autoridades de los tres niveles de gobierno”.
Ni al alcalde priísta de Huitzilac, Rafael Muñoz Vargas, ni al gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco Bravo, ni al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador hacen algo, señalaron.
Lo anterior pese a que las ANP que alberga Huitzilac colindan con la capital del país y con el estado de México, y son una importante zona de recarga de los mantos acuíferos del centro de la República, región que actualmente enfrenta sequía y escasez de agua, por ejemplo, la ciudad de Cuernavaca, la cual según especialistas se debe a falta de lluvias y recarga de los pozos.
La operación de los talamontes
En este municipio, con unos 24 mil 515 habitantes, todos saben quiénes se dedican al corte de árboles y su venta ilegal; pero no los denuncian porque “les puede costar la vida”.
De los 2 mil 200 comuneros, unos 200 están a la cabeza de la tala clandestina, y otras 100 personas “contratan”, en su mayoría, a menores de edad; “los usan como carne de cañón”, denunciaron.
En el negocio de la tala “hay familias enteras, incluso por generaciones han heredado la actividad. Lo más graves, expresaron los defensores, “es que han traído a grupos de delincuentes de otros estados”.
Con los años han sofisticado su nivel de cooptación de corporaciones policiacas. Ahora se puede ver incluso cómo elementos de la Guardia Nacional escoltan a los camiones, conocidos como “las troceras”, en las cuales transportan la madera hacia los 20 aserraderos encubiertos de Huitzilac.
La gente mala, apoyada por familias de comuneros –que son los menos– llegaron a vivir aquí, invadieron casas y terrenos, y aumentaron su control mediante un brazo armado que opera de manera impune”, afirmaron.
Con las ganancias de la tala ilegal y las de sus otras actividades criminales, aseguraron las fuentes, los talamontes adquirieron armas y tecnología para estar mejor comunicados, y pueden hasta pagar “una red de halcones, todos menores de edad, que vigilan el pueblo y las zonas boscosas”.
“¡Está bien cabrón!, pero lo que más nos extraña y enoja es que nadie ve ni nadie dice nada por el paso de las caravanas de 30 o 50 unidades cargadas de madera”, indicó un ambientalista.
Además, si raramente las autoridades decomisan un cargamento, enseguida llega una muchedumbre de hombres, mujeres y niños, “como avispas”, para detener la incautación. “Hemos visto cómo han desarmado a elementos del Ejército.
Sin agua
En las reuniones vecinales, narraron pobladores, la principal queja es que “no tienen agua” y “cada vez hace más calor”; pero nadie, de manera abierta, se atreve a decir que “la tala de árboles está provocando la escasez porque los delincuentes tienen orejas en todas partes”.
Ante ello, exigieron al presidente López Obrador, y a la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, que actúen de manera urgente, porque la tala indiscriminada aceleró, en años recientes, los bajos niveles de captación de agua en los pozos.
Huitzilac se encuentra en la parte alta de Morelos y la sequía es más patente porque ningún pozo tiene agua y se ven obligados a pedir líquido al poblado de San Juan Atzingo, municipio de Ocuilan, estado de México. “Estamos en la parte norte de Morelos, desde Huitzilac, Tepoztlán hasta Tetela del Volcán, somos la recarga natural de los mantos acuíferos que dan vida al todo Morelos. Y no tenemos agua. No hay agua”, recalcó una vecina.
A pesar de que habitan en los “bosques de agua”, no se les permite abrir pozos, aquí el agua está muy profunda. Y en el mejor de los casos, el ayuntamiento les abastece del líquido una vez por semana. Hay zonas más altas como el poblado de Tres Marías, al que le suministran líquido cada cuatro meses.
El nuevo negocio de los talamontes
Por la escasez de agua, las bandas de talamontes diversificaron su negocio: el “huachicoleo de agua”. Antes robaban hidrocarburos de los ductos de Petróleos Mexicanos. Tras su cierre, ahora “ordeñan” la tubería de agua potable y venden entre mil 500 y 2 mil pesos el tanque cisterna.
Los pobladores la compran por necesidad y no denuncian a los criminales porque ellos saben dónde viven.“Aquí los malandros dicen: ‘podemos hacer lo que queramos, tenemos armas y dinero y nadie nos detiene’. Eso se explica por la versión de que apoyaron la campaña del edil Vargas Muñoz.