La derrota de Alejandra del Moral, candidata del PRI, PAN y PRD a la gubernatura del estado de México, es culpa del gobierno federal, del partido Movimiento Ciudadano, hasta del gobernador priísta de la entidad, Alfredo del Mazo Maza. Así es el nivel de reflexión de una oposición que cada vez más encuentra triunfos ante las derrotas y que cuando parece percibir que perdieron evade la responsabilidad de ser oposición por mandato popular y, hay que decirlo, de ser unos operadores políticos torpes que ante su rechazo al cambio se obstinan en no reconocer que el país dejó de ser el que alguna vez gobernaron para convertirse en la nación que los echó de Palacio Nacional.
Canta triunfos falsos en aparente unidad, pero desconoce hasta a su hermano al mínimo olor a derrota, como hicieron los líderes del PRI, PAN y PRD la tarde del domingo al acompañar a Alejandra del Moral para adelantar que irían ganando la elección en el estado de México, pero pocas horas más tarde desaparecieron del discurso con el que la candidata reconoció, sola, la derrota. El mensaje fue claro, “la victoria es nuestra, la derrota es tuya”.
¡Hay tiro! Señala el grupo opositor, mientras pierde cada vez más posiciones de poder. ¡No vamos a recibir cascajo de Morena!, señalan al tiempo en que una de las cartas fuertes para su candidatura en 2024 es Lilly Téllez. ¡Defendamos la democracia!, gritan para inmediatamente reclamarle a un gobernador el no haber metido las manos en un proceso electoral. ¿Es esa la oposición que merecemos?
El proceso electoral mexiquense dio el banderazo de salida a la sucesión presidencial, y mientras en Morena se tiene claro quiénes son sus aspirantes a contender por la candidatura y las preferencias muestran ya una tendencia clara hacia una de las corcholatas, el método de selección se afina. Pero del otro lado, en el de la oposición, no existe claridad alguna que pudiera indicar quién o de dónde podría venir quien aspire a contender en 2024, debido a que no cuenta con un proyecto que vaya más allá de donde siempre han estado sus prioridades y que es el usar al servicio público para servirse a ellos mismos. Por ello el discurso opositor no se aleja del “AMLO es un peligro para México” o “nos van a convertir en Venezuela”. No tienen nada más allá del intento de sembrar odio y miedo, parece ser la única ideología que conocen.
En un partido pequeño se convierte el PRI después de la jornada electoral del domingo pasado. A partir del momento en que la maestra Delfina Gómez rinda protesta como la primera gobernadora del estado de México, Movimiento Ciudadano gobernará, con Jalisco y Nuevo León, a más personas que el Revolucionario e Institucional en Coahuila y Durango, los últimos dos estados que le quedan a un partido que parece cavar su propia tumba al prorrogar a su dirigencia, a pesar de que, al momento de esa decisión, había perdido 11 entidades; hoy ya son 12. No hay duda, el meteorito que acabó con los dinosaurios en el estado de México se llama Alejandro Moreno, le dicen Alito, y está en proceso de pulverizar a un partido que abollado en su nombre y apellido tiene como destino, irremediablemente, la extinción.
Pero parece que el PRI ni se crea ni se destruye, sólo se transforma, y el añico que queda del alguna vez revolucionario y actualmente ya ni institucional, lejos del poder que alguna vez tuvo, busca en la alianza opositora –una agrupación de partidos desahuciados– la única opción para no fallecer víctima de las enfermedades incurables causadas por sus propios vicios y excesos.
Será complicado, si no es que imposible, porque si bien a PRI, PAN y PRD los une –además de la carencia de proyecto– un enemigo en común, Morena, tanto el partido azul como el del sol tendrán que marcar distancia de su antiguo rival y hoy aparente aliado cuyo dirigente les resulta cada vez más incómodo.
Al ser Alejandro Moreno dirigente nacional del PRI, el partido no podría estar mejor representado, él claramente ha mostrado tener y logrado reproducir los valores más profundos de aquello en lo que terminó un partido que nació con la Revolución Mexicana, pero que traicionó sus principios para convertirse en aquello por lo cual luchó para abolir.
Señalado de participar en lavado de dinero, mapacheo, extorsión y un casi sinfín de habilidades oscuras que requerirían de demasiados adjetivos para poder calificarse, pero que al mismo tiempo podemos resumir en una sola palabra, priísmo, Alito Moreno es la personificación de lo que el PRI representa en el imaginario colectivo. ¿Quién en su sano juicio querría sentarse con él sabiendo que el único final posible será, como sucedió en los cierres de campaña en el estado de México, una batalla a sillazos?