“Tenemos que lograr que algún día se entienda que la Coatlicue tiene la misma belleza que la Venus de Milo; son iguales, dos diosas poderosas, mujeres y hermosas”, opinó Juan Rafael Coronel Rivera, quien urgió a cambiar los paradigmas de la estructura del arte al participar en la presentación del catálogo Arte de los pueblos de México: Disrupciones indígenas, en el Palacio de Bellas Artes.
La publicación recupera la memoria de la exposición homónima que reunió más de 500 piezas de 45 pueblos originarios y que se exhibió en el museo del recinto de enero a abril de 2022. En su conceptualización, se propuso un cambio en la apreciación de la producción artística, por lo cual se propició la colaboración y discusión con intelectuales y creadores de distintas culturas indígenas.
El curador Octavio Murillo apuntó que uno de los primeros objetivos fue celebrar la primera exposición de artes populares, ocurrida hace un siglo. “Fue disruptiva, pero había que hacer un cuestionamiento y un replanteamiento de todo lo que había pasado durante los últimos cien años. Y para eso está este libro, cuyo fin es explorar las múltiples realidades que viven los pueblos indígenas en torno a la creación artística”.
Alejandra de la Paz, directora del Museo del Palacio de Bellas Artes, informó que durante los cerca de 70 días que la exhibición estuvo abierta al público recibió más de 93 mil visitantes.
Por su parte, Coronel Rivera, quien colaboró en el concepto curatorial, mencionó que la muestra se gestó en el interés por el tema del arte popular por ser una cuestión sin un marco histórico para definir. De manera conjunta surgió un tema preocupante, relacionado con que el arte occidental rige la visión estética, un colonialismo que es necesario evitar, explicó.
Lo importante del libro es que los creadores se integraron al proceso de la exhibición, “es la parte más representativa, es una visión totalmente refrescante porque no los dejábamos hablar, ahora que los estamos escuchando realmente hay un poder de invención y de aproximarse a las cosas”, y criticó que las grandes universidades sólo sigan presentando el arte occidental en sus programas de estudios.
En el segundo piso del máximo recinto cultural, frente al mural El hombre controlador del universo, de Diego Rivera, se ofreció la presentación, en la que Murillo fungió como moderador ante un numeroso grupo de asistentes, entre ellos algunos de los artistas y artesanos creadores de las piezas. En la mesa ofrecieron su opinión la politóloga e historiadora zapoteca Ariadna Solís, el investigador nahua Arturo Gómez y Coronel Rivera, curador, crítico de arte y coleccionista.
El catálogo de 576 páginas, coeditado por la Fundación Jenkins, contiene fotografías de las 500 piezas, un mapa de las regiones indígenas de México, monografías sobre técnicas de cestería, las lacas y textiles. Además de ser una memoria de la exposición, se suman 21 ensayos de especialistas que continúan con la reflexión sobre el arte de los pueblos indígenas, la crítica y cuestiones estéticas, entre ellos Antonio Saborit, Ticia Escobar, Yásnaya Aguilar y Marta Turok. Parte del alma de la publicación son extractos de los conversatorios que complementaron la exposición y en la que participaron integrantes de los pueblos indígenas (artistas, artesanos, poetas, músicos y médicos tradicionales).
El lector también “encontrará una multiplicidad de voces acerca de lo que significa ser indígena en un mundo colonizado, así como la importancia de la estética de las culturas indígenas, su filosofía y cosmovisión como legado y presente de la expresión artística nacional”.