Es de justicia recordar ahora que llevan y traen al Sistema Nacional de Investigadores como manojo de “jediondilla”, cómo se fundó éste y cuáles fueron sus fines originales que, en buena medida, pretenden recuperar los cambios recientes, aunque éstos parecen perder de vista la idea de libertad.
Todo nació en la Junta de Gobierno del Instituto Mora, en aquella casona de Mixcoac, cuando era dirigido por la doctora Eugenia Meyer, quien la había convertido en un centro de investigación y docencia superior de primera línea.
Luego decayó, cuando el presidente Salinas nombró en su lugar a un pariente suyo en el 89. Pero antes de aquel año, con la doctora Meyer al frente, la casa iba viento en popa. Daba constancia de ello la Junta de Gobierno que se reunía cada dos meses, más que nada para dar constancia de ello, aunque a veces hacía algunas sugerencias que doña Eugenia sabía tomar en cuenta.
Valer decir que dichas reuniones se hacían en torno a una espléndida mesa y se prolongaban hasta que pardeaba.
La presidía casi siempre don Jesús Reyes Heroles por su condición de secretario de Educación Pública, quien pocas veces mandó representante, de manera que los demás miembros gozábamos aquellas horas de su charla.
Además del suscrito, no faltaba el historiador Moisés González Navarro, quien se había retirado a Cuernavaca, pero la distancia nunca impidió su presencia, lo mismo al entonces gobernador de Tabasco, Enrique González Pedrero: no siempre acudía María de los Ángeles Moren, y alguno de los entonces importantes adláteres del propio ministro.
En efecto, resuelto con rapidez el orden del día, don Jesús tomaba la palabra y nos dejaba fascinados con ella.
Un día la reunión cambió de modo y el secretario se dedicó a escuchar amargas experiencias de Eugenia y mías con “investigadores” del INAH y de la UNAM que hacían de todo, menos investigar… Vale decir que el gobernador de Tabasco agregó información importante también…
Cosa rara: don Jesús calló y hasta tomó alguna nota… cuando llegó la hora de levantar la reunión declaró que en la próxima nos haría una propuesta.
Así sucedió: dos meses después nos enseñaba el proyecto del Sistema Nacional de Investigadores que consistía, en esencia, que entre pares hubiera una evaluación del trabajo de los calificados como investigadores de instituciones oficiales y quienes dieran el ancho recibieran un estipendio adicional a su sueldo.
De las privadas no se habló, pues en éstas la mayoría eran profesores de tiempo completo. Casi a nadie se le pagaba por investigar. Quienes lo hacían era además de sus muchas funciones docentes…
Se vivían unos años de tal inflación, que con dicho estipendio los que sí investigaban sostendrían su nivel, pero quienes no, cumpliendo sus contratos colectivos que hablaban de incrementos anuales de poco más de 10 por ciento, con inflación que a veces llegaba al 100 por ciento, pronto su ingreso quedaría reducido a una miseria y tendrían que irse por su cuenta o no sería relevante lo que se les pagaría.
Le comentamos que quizás habría protestas públicas y recuerdo que don Jesús nos dijo: “que me griten lo que quieran al cabo yo no puedo ser presidente”.
Sin duda se hubiera producido una limpieza, pero don Jesús falleció en 1985 y su sucesor sí pensó que podría llegar a la grande, de manera que el SNI se consolidó y ha dejado grandes beneficios, pero la exclusión de aviadores no se produjo.