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Cultura

2023-06-03 06:00

Relatan cómo rescató Roberto Fernández obras del Museo del Prado

Roberto Fernández Balbuena retratado por Juan Rulfo en la década de 1950.
Roberto Fernández Balbuena retratado por Juan Rulfo en la década de 1950. Foto propiedad de Clara Aparicio de Rulfo
Periódico La Jornada
sábado 03 de junio de 2023 , p. 10a

Mientras las tropas franquistas “bombardearon y cañonearon salvajemente Madrid” de 1936 a 1939, el arquitecto Roberto Fernández Balbuena puso en riesgo su vida por proteger las obras maestras del Museo del Prado y otras importantes colecciones de arte. Esta historia de heroísmo es contada por la hija del también pintor, Elvira Fernández Gascón, en la biografía El Prado en peligro.

La escultora aseveró que sin la dedicación de personas como su progenitor, El Prado y otros acervos artísticos estarían destruidos, pues él permaneció los 33 meses de la guerra en la capital española en vez de refugiarse en Valencia junto al gobierno y gran número de intelectuales; ahí se dedicó a salvar el patrimonio artístico.

El libro será presentado el próximo 13 de junio, día en que se conmemora el exilio español en México por la llegada del buque Sinaia al puerto de Veracruz. La cita es a las 19 horas, en el Ateneo Español de México (Hamburgo 6, colonia Juárez).

Roberto Fernández (Madrid, 1890-CDMX, 1966) era entonces presidente de la Junta Delegada de Protección y Salvamento del Tesoro Artístico de Madrid y se encar-gó del resguardo del acervo del Museo del Prado y de otras importantes colecciones.

Su “labor fue tan destacada y sus logros, a pesar de las limitaciones y vicisitudes, tan importante, que poco antes de terminar la guerra fue nombrado director en funciones del recinto, pues Pablo Picasso, nombrado director general por la República, decidió no dejar París”, refirió Elvira Fernández.

El 16 de noviembre de 1936, continuó la artista, el museo fue objetivo de “un premeditado bombardeo franquista. Sobre sus techumbres cayeron nueve bombas incendiarias, tres en los jardines y a lo largo del Paseo del Prado, tres grandes bombas de aviación; una de ellas, de 200 kilos, a 60 metros del sótano de La Rotonda, donde estaban los cuadros más valiosos del museo”.

Se decidió llevar el acervo a una fortaleza. “Se lograron transportar 600 obras maestras a Valencia. Viajaban de noche en camiones con las luces apagadas y a unos 30 kilómetros por hora. Iban perfectamente embaladas, provistas de servicio contra incendios y custodiadas por el ejército”.

La escultora destacó que “la conservación de la obra artística amenazada, cuando se conozca a cabalidad, puede ayudar a la reconciliación de un pueblo arbitrariamente dividido por la guerra, ya que el arte proporciona una base sólida que puede servir para darle sustento común a los más acérrimos oponentes”.

La España de los años 30 del siglo pasado “naufragaba en un régimen monárquico que mantenía a la población en la pobreza y donde casi la mitad de sus pobladores no sabía leer y escribir. Pero brillaba, como nunca, la presencia de los intelectuales que alimentaban el imaginario de su población. Galdós, Pío Baroja, Unamuno, Ortega y Gasset, Machado, García Lorca, Miguel Hernández, Luis Buñuel, Picasso, Miró, Dalí, Ramón y Cajal, Gregorio Marañón y Pablo Casals, entre otros”, destacó.

“Con la asonada golpista encabezada por Francisco Franco, dos Españas aparecieron en escena: una de guerra y destrucción y otra de creación y adelantos, que trataba de superar el tremendo atraso en que se encontraba la nación. El plano artístico existente fue determinante para alimentar las esperanzas en la creación de una nueva sociedad más justa y rica.”

Para Elvira Fernández, “Roberto fue producto de la enorme riqueza espiritual que se vivía en España en la década de los años 30 y del pensamiento y los logros de la Segunda República española, que él disfrutaba en compañía de amigos como García Lorca y Gómez de la Serna, dedicándose finalmente a pintar, como había sido su deseo desde niño, y orgulloso de pertenecer al nuevo país que estaban construyendo con la participación de las mentes más brillantes de la época”.

También hizo hincapié en que “la presencia de mi padre en España y en México es una lección de vida en un mundo dominado por el odio, la sed de poder y de riqueza. Humildad y sacrificio por las causas más nobles pueden marcar a toda una generación.

“Mi padre me enseñó que la propia creación artística, por muy importante que sea, está supeditada a la protección y salvaguarda del patrimonio artístico ancestral. Él decidió abandonar su quehacer como pintor, al que tanto le costó llegar, y que estaba realizando de manera destacada, para proteger de las bombas las obras maestras del Museo del Prado, que a él lo habían alimentado y enriquecido toda su vida.”

Fernández Gascón narró que su padre atendió el llamado del presidente mexicano Lázaro Cárdenas para tramitar en París el traslado de los refugiados españoles a este país, “donde él mismo aceptó vivir exiliado del franquismo durante los 25 últimos años de su vida, porque nunca pudo regresar a ver los cuadros del Prado que había salvado de la destrucción de la guerra”.

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