Nadie puede atrapar a Usain Bolt. Tendría que pasar algo extraordinario para que señores de saco y corbata consigan que el hombre más rápido de la historia se que-de quieto. Apenas camina dos pasos y ya la distancia entre el jamaicano y el mundo que lo rodea parece suprema. “Soy una persona eléctrica, me gusta vivir las experiencias y bailar al ritmo de la música”, dice y no parece abrumado por la nostalgia de recordar su carrera, más bien lo contrario.
La leyenda de la velocidad mueve la cadera y los hombros cuando escucha sonidos mezclados de las bocinas. Es un showman. Le sobra experiencia para armar un gran espectáculo antes de acudir a su cita. “Ver a los niños que tratan de imitar mis movimientos, eso para mí es hermoso. En el deporte todos los récords pueden romperse. No sé si haya naci-do ya un nuevo Usain Bolt, pero la tecnología va hacia ese camino”.
Bolt entra en un salón privado con un impecable traje y la misma actitud que lo hizo ser el viento en los 100 y 200 metros planos. Está de visita en la Ciudad de México para atender una gira de trabajo con una empresa de tecnología, por eso en su atuendo todo combina de una manera elegante. El traje negro, la camisa blanca ajustada y calza-do deportivo del mismo color, con lo que no pierde su esencia.
“Cada país es diferente. En México la mayoría de los atletas quiere dedicarse al futbol, todo es futbol. Si desarrollaran más deportes podrían encontrar mejores nadadores o velocistas. Esa es la razón por la que Jamaica tiene tantas medallas sobre la pista. No basta con el talento si no se tiene el apoyo”, afirma el jamaicano con un semblante más serio. “A veces está bien sentirse mal, pero debes estar preparado para manejar las diferentes situaciones”.
La vida pasa y se acaba muchas veces sin que lleguemos a averiguar qué es eso que se nos da de maravilla. Bolt lo descubrió de niño en Sherwood Content, una pequeña localidad de Jamaica, donde creció junto con sus padres y sus hermanos. “Para mí, el trabajo en equipo es una de las grandes partes del éxito, marca la dirección de cualquier grupo de atletas. En casa tuve un padre que me ayudó a mejorar todos los días, a dar pasos seguros para ser el mejor y lograr cualquier cosa que deseara”.
Cuando miles de millones en el mundo lo vieron correr en los Juegos de Pekín 2008, batiendo el récord del mundo con los brazos abiertos y el cuerpo echado hacia atrás al cruzar la meta, algunos expertos del atletismo marcaron con rojo un detalle: que ese gesto espontáneo, que jugaba con la fascinación y el placer, le hizo perder más de tres centésimas en plena carrera.
Tal vez por eso, reconoce, la tecnología en el deporte se ha convertido en algo tan importante para los atletas. “Es una de las herramientas que definen el potencial de un equipo en cada deporte. No sólo ha revolucionan nuestros tiempos, sino que lo seguirán haciendo en los que están por venir. Para competir y conseguir cualquier objetivo, se necesita trabajar duro y explorar todos los dispositivos que sean posibles”.
Ganador de ocho medallas olímpicas y 11 mundiales, Bolt saluda a una decena de invitados que lo vinieron a ver y con sus brazos hace el gesto de tensar el arco y disparar la flecha. Empieza a adivinar que muchos de ellos saben lo que eso significa.
El hombre que corrió en menos de 10 segundos los 100 metros planos guarda para el último una confesión a manera de despedida: “Todavía sueño con ese momento, nunca imaginé estar en ese lugar”.