Ankara. Felicitado en el extranjero y aclamado por sus partidarios en Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan, relecto antier para un nuevo mandato de cinco años, dirigirá un país minado por la crisis económica, polarizado y con decenas de miles de opositores, oficiales, magistrados, intelectuales, universitarios y artistas destituidos, apresados o forzados al exilio.
La comunidad LGBT se siente particularmente amenazada porque Erdogan la atacó durante toda su campaña e incluso en su discurso de victoria. “En nuestra cultura, la familia es sagrada. Nadie puede interferir. Estrangularemos a quien se atreva a tocarla”, dijo ante seguidores.
El mandatario, quien lleva dos décadas en el poder, se impuso en una inédita segunda vuelta.
Erdogan prometió controlar la inflación, que está por encima de 40 por ciento anual y lastra la vida de la población. Además, el mandatario se enfrenta a la tarea de reconstruir las ciudades destrozadas por el devastador terremoto de febrero.
Turquía, de 85 millones de habitantes y miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ejerce un papel geopolítico clave tanto en Medio Oriente como en el tema de Ucrania.
Los aliados esperan, por ejemplo, que Ankara apruebe la candidatura de Suecia a la OTAN, liderada por Estados Unidos, pero Erdogan mantiene vetada la membresía porque el país nórdico rehusó extraditar a Turquía a refugiados kurdos a los que su gobierno acusa de “terrorismo”.
La población kurda, al igual que opositores, periodistas y activistas han visto al gobierno de Erdogan crear leyes para perseguirlos y encarcelarlos.
La ceremonia de investidura del presidente tendrá lugar el viernes en Ankara, un día después de que asuma su mandato el Parlamento electo en la primera vuelta.