La ciencia debe partir del asombro, no sólo de la curiosidad, y hacerse con sentido social, afirmó el ingeniero agrónomo Gustavo Mora Aguilera, especialista en parasitología agrícola y fitopatología, cuyo trabajo se ha valido de esa consideración para atreverse a romper paradigmas de la epidemiología tradicional y aplicar nuevos esquemas y desarrollos en beneficio del campo mexicano y sus productores.
Sus aportaciones en ese terreno le han valido amplia reputación a escala nacional e internacional, además de reconocimientos y galardones, como el Premio Nacional en Sanidad Vegetal, al que se suma ahora el Premio Nacional de Ciencias 2022, en la categoría de tecnología, innovación y diseño, que otorga el gobierno de México.
Egresado con mención honorífica de la Universidad Autónoma Chapingo y con un doctorado por la Universidad de Florida, Estados Unidos, de este investigador y docente originario de Apatzingán, Michoacán (1962), puede decirse que su identificación con la tierra es de origen.
Nació en una familia de campesinos, la cual dejó su comunidad, situada en Tierra Caliente, con el fin de mejorar las condiciones educativas de los ocho hijos en otros poblados del valle michoacano, ya que donde se encontraban, Las Cruces, sólo podían estudiar hasta tercer grado de primaria.
“Mis padres dejaron el confort que tenían en el rancho y se enfrentaron a la incertidumbre de peregrinar por varios pueblos, como Parácuaro y Apatzingán, y la razón fue darnos certeza educativa. Se dejó esa comodidad que teníamos en el campo; algo que a veces se entiende poco es que el campo genera cierta sustentabilidad a la gente que vive en él. Hablamos de que pueden tener alimentos básicos, generar una economía de autoconsumo, tener una ganadería de traspatio, algo que no se posee en las ciudades”, recuerda Gustavo Mora en entrevista con La Jornada.
“A pesar de la pobreza que uno ve, la gente del campo tiene capacidad de resiliencia, y hay que reconocerle eso. Esa capacidad es innata, porque la agricultura fue así, surgió con un fin humanístico, de compartir alimentos, de generarlos; entonces, en la práctica es algo que se sigue dando.”
Ese origen familiar llevó al especialista a asegurar que su vocación no es en nada fortuita ni casuística, sino resultado de un proceso natural, pues toda su vida ha estado vinculada con el agro.
“Siempre he trabajado en el campo y ahí se me dieron valores muy importantes, tanto formativos como cognitivos. En lo formativo, podemos hablar de disciplina y perseverancia, pues cuando era niño y adolescente las jornadas laborales eran de trabajar por el día. Y cognitivamente, me enraizó con las plantas y me ayudó a comprenderlas, a entender el suelo, el surco, el ambiente, esa visión sistémica que es la agricultura”, agrega.
“Lo que percibí en el campo cognitivamente es que el productor sabe mucho de él, conoce cómo producir y sacar un cultivo; mi papá sabía en qué momento cosechar, fertilizar, regar. Pero donde fallan es en los problemas fitosanitarios; es decir, cuando tienen dificultades específicas, requieren de un especialista, un experto.
“Y ahí fue conformándose mi visión de lo que se necesitaba para aportar a la gente del campo, o sea, yo estudié de forma natural la agricultura, pero también con la visión de apoyar a la gente del campo, de hacer sinergia con ella, de complementar su conocimiento”, destaca.
“Así que mi llegada a este ámbito de estudio fue natural, y de esa manera mi vocación es genuina. Entiendo que necesitamos contribuir con la gente del campo y a la producción de alimentos. No me estoy acomodando en un tema de actualidad, sino mi visión fue natural de que así debía ser.”
Nivel III en el Sistema Nacional de Investigadores e investigador y docente del Colegio de Posgraduados en Ciencias Agrícolas, Gustavo Mora está convencido de que “el campo educa al tiempo que humaniza”. Asegura que en su caso le mostró no sólo la dimensión social, sino también coadyuvó a su visión científica.
La agricultura “es esencialmente heurística, porque nos obliga a la innovación sobre la base de problemas muy concretos, y el productor en su empirismo es el primero que está innovando”, sostiene.
“Estoy convencido de que mi contacto y trabajo en el campo durante la infancia y adolescencia me permitieron entender los cultivos y los procesos agronómicos de forma determinante para desarrollar una epidemiología que se aparta del clásico enfoque parcelario y reduccionista que ha permeado desde mitad del siglo pasado.”
Rememora que estudió parasitología agrícola y a partir de ello sus posgrados se orientaron a la fitopatología y la epidemiología. Resalta que tuvo que romper con los paradigmas clásicos de la epidemiología, porque éstos representan “una camisa de fuerza” en la búsqueda de solución a los problemas del agro.
“Visión holística”
“Mi visión no es fitopatológica actualmente. Si la agricultura es sistémica, creo que el profesional que trabaja en la sanidad o en la salud de los cultivos también tiene que emplear una visión holística y sistémica. Holístico tiene que ver con el todo y sistémico con la integración de las partes. Mi enfoque epidemiológico es precisamente holístico y sistémico, no trabajo sólo con parásitos infecciosos y con insectos, malezas y aeropoluantes (contaminantes del aire)”, precisa.
“Podría pensar que algunos de los aportes claros o de las visiones que estamos implementando en la investigación es precisamente eso: un trastocar de la epidemiología clásica, que es eminentemente descriptiva, hacia una epidemiología de la intervención de epidemias a través de enfoques regionales y sistémicos.”
Las innovaciones y los aportes de Mora y el equipo que encabeza no se limitan al ámbito del agro en México y América Latina. La irrupción en 2020 del covid-19 los obligó a incursionar también en el terreno de la salud humana, al desarrollar un sistema de diagnóstico para el SARS-CoV-2 y un sistema epidemiológico de trazabilidad con fines preventivos y de trazabilidad clínica en entornos ambulatorios o laborales.
Esos desarrollos, explica, fueron probados con éxito en el sector salud y sus resultados fueron publicados en una revista de prestigio internacional; están en el proceso de trámite de sus patentes.
“No supimos reaccionar”
“La pandemia evidenció el gran déficit de todo el gremio científico de estar a la altura de esa emergencia de salud nacional. En mi visión, un científico está entrenado para resolver problemas, y nos vimos muy limitados; o sea, no supimos reaccionar ante una problemática que demandaba multidimensionalmente soluciones”, critica.
“Es decir, requeríamos al sicólogo, al sociólogo, al economista, al agrónomo, todos teníamos un rol qué jugar en un problema de esa dimensión, multidimensional donde todo el gremio científico podíamos aportar, y dejamos que nos amordazaran, dejamos que nos recluyeran en nuestras casas. Definitivamente, percibí que nos estábamos quedando muy al margen de una demanda social y que no pudimos reaccionar.”
Según Mora, la ciencia se ha visto limitada por la idea de especialización, que surgió con la revolución industrial, ya que en su origen no operaba así, sino era sistémica, y la pandemia “evidenció el problema de cómo la investigación en los años recientes, peligrosamente, se viene haciendo utilitaria”.
Reitera que la ciencia debe hacerse con una visión social y está convencido de que quienes hacen ciencia agrícola están en deuda con la sociedad. Añade, también, que el investigador, el científico, debe ser un profesional a contracorriente.
“Pienso que todo investigador que impacta se sale de las tendencias convencionales. Tiene que tener un espíritu libre, entender la crítica en la ciencia, salirse de la tendencias convencionales, no porque debe salirse, sino porque debe perder el miedo a romper el cordón umbilical con las tendencias científicas si considera que puede haber otras alternativas para solucionar problemas”, concluye Gustavo Mora Aguilera.