Madrid. Un día después de la debacle electoral del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del resto de formaciones de la izquierda, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, decidió “asumir en primera persona” los resultados y adelantar las elecciones generales para el próximo 23 de julio, en lugar de a finales de año como estaba previsto.
Esta misma tarde convocará a su último consejo de ministros del gobierno de coalición con Unidas Podemos (UP) para, en función de la prerrogativa legal que sólo tiene el Ejecutivo, ordenar la disolución de las Cortes para iniciar un nuevo periodo electoral.
El presidente Sánchez convirtió las elecciones de ayer en una especie de plebiscito a su gestión, no sólo porque se volcó en las campañas de municipios y autonomías en liza, sino también porque se empleó a fondo, con anuncios de calado adoptados desde el gobierno (como la construcción de viviendas sociales o políticas de ayuda a los sectores más vulnerables).
El resultado de este empeño personal del mandatario fue un desastre sin paliativos en prácticamente todos los feudos que defendía, de los que sólo pudo conservar un porcentaje mínimo, además de sufrir un desgaste en votos y concejales.
El derechista Partido Popular (PP), con su líder Alberto Núñez Feijóo al frente, se convirtió en el gran vencedor de la noche, ya que no sólo mantuvo los gobiernos que ya tenía sino que además le arrebató al PSOE y a otros partidos regionales plazas tan importantes como la Comunidad Valenciana, Extremadura, Islas Baleares, Islas Canarias, Aragón, La Rioja y Ceuta y Melilla. Además de ciudades tan relevantes como Valencia, Alicante, Gandía, Badajoz, Cáceres y Cádiz, entre otras. El PP además logró una victoria histórica y contundente en la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital, en las que obtuvo en ambas una amplía mayoría absoluta, al tiempo que los socialistas pasaron hasta la tercera plaza.
En este contexto, Sánchez dio una declaración institucional para anunciar desde el Palacio de La Moncloa su decisión personal de adelantar las elecciones para el próximo 23 de julio. El paso lo dio en solitario, sin ni siquiera haberse reunido antes con la cúpula de su partido. Sólo lo analizó con sus colaboradores más cercanos, en una maniobra con la que busca recuperar la iniciativa política, reagrupar a las formaciones de izquierda, que están actualmente fragmentadas y dispersas, además de no someterse al desgaste previsible de los próximos meses.
El PP llega con la maquinaria engrasada a la cita electoral, pero el problema está en el socio de coalición de Pedro Sánchez, UP, que cosechó los peores resultados de su historia, con su desaparición de la Asamblea y del consistorio madrileños, un lugar simbólico para esta formación política porque fue precisamente en Madrid donde nació y logró catapultarse como fuerza nacional. El futuro de la izquierda está ahora en una plataforma electoral en proceso de construcción liderada por la actual vicepresidenta del gobierno, Yolanda Díaz, que todavía tiene pendiente la firma de la alianza con sus antiguos compañeros de partido de UP, cuyos principales dirigentes, como Ione Belarra, Irene Montero y en la sombra su fundador, Pablo Iglesias, se niegan a perder ni un ápice de poder en la estructura del partido. Que ha sido, entre otros, uno de los principales motivos de su paulatina y constante pérdida de votos en los últimos cinco años, cuando inició su decadencia después de su breve periodo de auge y esplendor.