A 10 días de las elecciones de Coahuila que apuntan a una derrota de Morena extrañamente construida por Mario Delgado, el Presidente de la República dio un sonoro portazo a las expectativas de Ricardo Mejía Berdeja, quien ha sostenido desde el Partido del Trabajo su propia campaña, sin ceder ante Armando Guadiana, el peculiar candidato del partido guinda a cuyo derredor no se pudo o no se quiso armar una candidatura de unidad que confrontase con eficacia a la estructura priísta que, con diversas denominaciones partidistas, se apresta a cumplir un siglo en el poder.
El golpe presidencial en la recta final coahuilense no parece propicio para conseguir lo que sería deseable en una aritmética electoral deficitaria. Las precisiones del jefe real de Morena no traslucen un propósito de unir o sumar sino lo contrario, pues con el deslinde andresino parecen extinguirse las de por sí muy débiles posibilidades de que Mejía Berdeja decline en favor de Guadiana, ya sin opción técnica para cambiar el diseño de las boletas electorales ni de sumar a la cuenta de Morena los sufragios que se depositasen a favor del Partido del Trabajo, pero aún posible la emisión de algún exhorto público del hipotético declinante para votar directa y útilmente por Guadiana.
En todo caso, para efectos de asignación de culpabilidad por la previsible derrota morenista, la seca precisión de López Obrador fija el rol de traición o cuando menos deshonestidad política en Mejía Berdeja, a quien no se encontraron tan graves defectos políticos cuando, proveniente de Movimiento Ciudadano y habiendo apoyado en 2018 al panista Ricardo Anaya, se le asignó en ese mismo año una de las subsecretarías del naciente gobierno obradorista, la de Seguridad y Protección Ciudadana, con Alfonso Durazo como titular.
Tan rescatable o susceptible de reunificación pudo haber sido Mejía Berdeja que, un día antes del porrazo desde Palacio Nacional, el necesitado Armando Guadiana había dicho que dialogaría con Alberto Anaya, el dirigente real del Partido del Trabajo, para insistir en la declinación del ex subsecretario federal, a quien el coahuilense ensombrerado ofreció un cargo en su eventual gobierno, el “que él quiera; es una gente muy capaz. Sólo que siento que le falló un poquito al Presidente de la República. Les ofrezco gobernar con todos, yo no tengo problema para que participe Juan o Pedro, el que sea” (https://goo.su/LX3YT7t).
El sombrerazo guadianista desde Palacio Nacional implica un emplazamiento al Partido del Trabajo para su realineamiento disciplinado con vistas a la formalización de una candidatura morenista, no petista (léase Gerardo Fernández Noroña), a la Presidencia de la República. También es un giro discursivo que pretende endosar a otro villano, Mejía Berdeja, la operación divisoria en Coahuila que fue encomendada a Mario Delgado y que en estricto corte de caja beneficia plenamente al priísmo estatal de Miguel Ángel Riquelme y al nacional de Rubén Moreira.
Astillas
Poca creatividad política del consorcio opositor: retoman la predominancia decisoria de las encuestas de opinión, a tal grado que el presidente López Obrador ironiza con un presunto cobro de regalías. Al menos es lo que propone el segmento que es mayoritario en términos partidistas (Acción Nacional) dentro de la coalición que es electoralmente minoritaria (Va por México). ¿Y la elección primaria, abierta, que proclamaban los membretes de la “sociedad civil” acaudillados por Claudio X.?
Y, mientras el nada grato Congreso de Perú ha confirmado por votación dividida la declaratoria de persona no grata al Presidente de México, ¡hasta el próximo lunes, con el senador voxista-panista Julen Rementería del Puerto corrigiendo el “error” de proponer a la Corte que destituya al presidente López Obrador y a los secretarios de Gobernación y la Defensa Nacional, luego de calibrar el tamaño de la reacción social que esa improbable decisión judicial provocaría!
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