A William Anthony Colón le había prescrito su médico que no se esforzara en lugares a más de mil 200 metros de altura. La Ciudad de México tiene más de 2 mil.
Es que, tras contagiarse dos veces de covid-19 y sufrir un fuerte accidente automovilístico en su motor-home que lo mantuvo cuatro meses en cama, las cosas, en el ámbito físico, fueron duras para él.
La noche del miércoles, eso no importó para que este hombre, conocido desde hace más de cinco décadas como El Malo del Bronx o el Diablo, ofreciera un extraordinario concierto con el que sació las ganas de su público mexicano que se reunió en el Auditorio Nacional para no sólo corear sus canciones, sino bailar en los pasillos.
Así, Willie Colón, como le dicen desde que comenzó a crearse el Olimpo de ese género musical en Nueva York, con la formación del sello discográfico Fania All Stars, y tras unos 45 discos, cumplió con su compromiso con México, el cual tenía pactado desde antes de la pandemia. El arquitecto de la salsa urbana dueño de una lírica rítmica de semilla latina germinada en la diáspora en La Gran Manzana, desgarró con su música las vestiduras de los gustosos de esa música que se reunieron en el coloso de Reforma.
Un popurrí con rolas como Che che cole y Bacalao daban la bienvenida a la descarga brutal elaborada por un combo conformado por tres metaleros (dos trombonistas y una saxofonista), tres percusionistas (tumbadoras, timbales y bongoes), un ejecutante del cuatro puertorriqueño, un bajista, un director de orquesta –que también lleva los pianos eléctricos– y Willie y su trombón y trompeta.
“Cuando vine a México tenía 50 años; ahora cargo con 73”, afirmó Willie Colón, quien cogió su trompeta y soltó su clásico Idilio, invitación a levantarse del asiento y darle brillo al piso del pasillo del recinto. Otros, con ojos cerrados seguían la letra de la pieza.
Vino una introducción con percusiones y el sax que era el preludio de Gitana. Colón se escapaba del escenario para tomar oxígeno. Así lo había advertido.
Nieto de migrantes puertorriqueños, creció en el barrio latino del distrito del Bronx, un hecho que marcaría gran parte de su trayectoria personal y artística, con lo que ello implicaba de rebeldía y transgresión de las normas establecidas. Tras estudiar trompeta y clarinete, su admiración por Mon Rivera lo llevó a decantarse por el trombón a los 14 años, y dos después, en 1966, grabó su primer disco con el significativo título de El Malo.
Sonidos del barrio, muestra del sentir migrante
Editado al año siguiente por la firma Fania, en este primer trabajo ya contó con la inconfundible voz de Héctor Lavoe e introdujo elementos del folclor musical puertorriqueño, en especial la bomba, mezclado con los ritmos hirientes y ásperos propios del trombón. Bajo el mencionado sello y junto a Héctor Lavoe grabó más de una docena de discos hasta 1975, todos ellos muestras genuinas de la salsa urbana o de lo que vino a denominarse “sonidos del barrio”, la más fiel muestra del sentir del migrante puertorriqueño en la gran metrópoli neoyorquina.
En la presentación del miércoles, dedicó “un homenaje a Lavoe”, densa liberación latina que revivió a el llamado El Cantante.
Willie Colón pidió después un aplauso –irónicamente– para Joe Biden y Donald Trump, que más bien fue abucheo. Al mencionar a AMLO, el aplauso se escuchó fuerte.
Regresó con Oh, qué será? Y confesó que primero se “moría en la tarima aunque no pueda estar a más de 4 mil pies”. Tocó después Talento de televisión. Luego Demasiado corazón, tema de la telenovela mexicana del mismo nombre.
“Mi abuela me dijo que cuando apunto con un dedo a una persona para criticarla, tres dedos me apuntarán a mí”, y vino El gran varón, pieza que todos cantaron, aderezada con la fuerza de las congas de Cristian Herrera, los timbales de Jeffrey López, el trombón de Frank Cohen, el cuatro de Claudio Prodigio, la dirección en el piano de Ennio Gatti... musicazos.
El Malo se fue, pero la fuerza de gravedad del famoso encore lo hizo regresar, coger su brillante trombón y retar a sus dos trombonistas, que reprodujeron el sonido grave y profundo del metal para dar las primeras notas de La murga, cuya invitación inicia así: “Eh, vamos a bailar la murga, la murga de Panamá. Esto es una cosa fácil, y muy buena pa’bailar...” y el respetable obedeció para ejecutar sus mejores pasos convirtiendo al Auditorio en una gran pista de baile.
“Esperemos volvernos a ver”, concluyó Willie Colón, The King of Salsa, como se le anunció en este concierto.