Estar bajo la sombra de Carmen ha sido la tragedia de Los pescadores de perlas, obras del compositor francés Georges Bizet (1838-1875). Así lo considera la creadora escénica mexicana Juliana Vanscoit, quien hace mancuerna con su homólogo italiano Fabiano Pietrosanti al frente de la nueva producción que la Compañía Nacional de Ópera (CNO) estrenó ayer de ese segundo título en el Palacio de Bellas Artes.
“Los pescadores de perlas –señala en entrevista– es poco frecuente en el repertorio regular de los teatros del mundo; es una ópera a la que históricamente no se le ha hecho justicia. Aunque es bellísima y tiene una calidad musical fantástica, una de las partes más difíciles de montarla es que ha estado eclipsada por Carmen.”
Otra de las complejidades que entraña llevarla a escena, explica, es que “el público sólo está en espera de dos momentos musicales superimportantes: el aria Je crois entendre encore (Aún creo escuchar) y el dueto Au fond du temple saint (En el fondo del templo sagrado), cuando tiene varios duetos y arias menos conocidos, pero que son igualmente de gran hermosura y riqueza”.
A lo anterior, agrega, se suma el desafío, en términos de desarrollo escénico, de ser una obra que transita frecuentemente entre lo público y lo privado, y ambas circunstancias imponen una actuación distinta.
“Éste es un contraste muy marcado y complejo. La parte más complicada en esta ópera es el salto entre lo masivo y lo íntimo, lo público y lo privado, que es también la parte más rica en términos de dirección que tuvimos: cómo pasar de las escenas gigantes, masivas, a aquellas donde los personajes están abriendo sus sentimientos ”, dice Juliana Vanscoit, quien también se encargó del diseño de la escenografía y el vestuario de esta nueva producción.
La ocasión más reciente en que se presentó esta obra en el Palacio de Bellas Artes fue hace 21 años. Está dividida en tres actos y su trama gira en torno a grandes temas, como el amor, la amistad, las promesas y el sacrificio.
Los efectos de la fatalidad
Juliana Vanscoit y Fabiano Pietrosanti apuestan por un planteamiento que conserva el espíritu histórico de esta ópera –estrenada con poco éxito en París, en 1863–, si bien también buscaron condensar elementos y arquetipos que se encuentran entre las comunidades de pescadores de diversas partes del mundo desde hace varios siglos.
“La obra trata de un pueblo pesquero con ideas muy estrictas y mundos muy rígidos, regido por una religión fundamentalista que restringe mucho la naturaleza humana. Quisimos reflejar eso en un espacio, pero también hicimos una síntesis de todos los pescadores del mundo en distintas épocas; entonces, vimos que podemos encontrar esos elementos en Medio Oriente, en México, pero también hace 200 años en Italia, e incluso, cambiando un poco los colores en el vestuario, también hay muchos elementos piratas”, comenta la creadora escénica.
“Hicimos una síntesis de los elementos que distinguían a los pueblos de pesca del mundo y sus ritos, porque mucho de lo que hablamos es justo de cómo la naturaleza humana reacciona ante el miedo y cómo hacemos promesas que de antemano sabemos que no pueden cumplirse. Entre ellas, las que involucran sentimientos como el amor, que incontrolable, que todos tenemos, sea fraterno, romántico o pasional. Todo eso es lo que pasa en el desarrollo de la ópera.”
Los pescadores de perlas narra la historia de dos pescadores que se enamoran de la misma mujer y se prometen renunciar a ese amor, para que no nuble su amistad. Sin embargo, la fatalidad los llevará a confrontarse con lo inesperado.
El reparto está integrado por el tenor Jesús León, el barítono Tomás Castellanos y el bajo barítono Ricardo Ceballos, todos mexicanos, así como la soprano española Leonor Bonilla. Participan, además, la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes, con la dirección concertadora de Iván López Reynoso.
Las funciones que restan son el 28 y 30 de mayo, y el primero de junio, martes y jueves a las 20 horas y domingo a las 17 horas.