Aunque parezca una guasa de panadería, lo que está sucediendo entre Lilly Téllez y Santiago Creel es una guerra de pastelazos. Humor blanquiazul involuntario, retos millonarios entre desvalidos numéricos, foxismo del diputado contra voxismo de la senadora, control markista del padrón derechista para favorecer a Mister Constitución contra estridencia insustancial de la senadora “azteca” ahora conversa al ultraderechismo.
Ni siquiera han entrado a las preliminares formales y ya están los presuntos aliados antiobradoristas mostrando su enorme incapacidad para manejar procesos internos de elección de candidatos a puestos de elección popular; en el caso, a la Presidencia de la República. En su primer round de sombra ya exhiben su falta de técnica y entrenamiento.
La saltimbanqui Téllez dio el primer descontón al anacrónico Creel durante una entrevista tenebrosa: le dijo a Chago que él no había ganado ni una votación de mayoría, sino puras plurinominales, a lo que el secretario casinero de Fox respondió que sí había conseguido algo de mayoría, una diputación constituyente en la Ciudad de México. Téllez colocó a Creel en un rincón doliente del cuadrilátero pugilístico: el cuadro de presunta mayor valía de la estructura blanquiazul carece de medallas electorales reales y su carrera política ha dependido de arreglos de cúpula.
Pero la presunta victimaria se asestó un golpe a sí misma, pues apostó a la desmemoria al declararse, tramposamente, como ganadora personal de una contienda senatorial a la que concurrió por invitación de Andrés Manuel López Obrador, de la mano electoral de éste y principalmente en nombre del partido Morena. Téllez, como Germán Martínez y otros prófugos de las siglas que los llevaron a las cámaras, no tuvo la congruencia política de renunciar al asiento legislativo al que llegó en nombre de un proyecto partidista definido, sino que, traicionándolo, continuó en el cargo con rotundo gandallismo. El pleito arreció luego de que el flotante Marko Cortés, quien ha tenido a Santiago Creel como poder tras el trono (¿trono? Bueno, por llamar de algún modo el asiento de la presidencia del comité nacional del PAN), esbozó que se podría solicitar a los aspirantes a la candidatura presidencial de Va por México la consecución, como mínimo, de un millón de firmas de apoyo. Lilly estimó que no podría conseguir con salud financiera tal cúmulo de voluntades a su favor (“costaría unos 30 millones de pesos”) y que ese “método Creel” fue ideado para cerrarle el paso.
Hasta a Alito Moreno se le hizo fácil juntar tal número de firmas de apoyo. Al menos eso dijo. Y el representante del cero a la izquierda, Jesús Zambrano, dijo en nombre de algo apodado PRD que no habría por qué imponer tales condicionamientos pues, al contrario, debe facilitarse la participación de la “sociedad civil”. La tragicomedia de los opositores deja de manifiesto las dificultades que tienen no sólo para definir un candidato presidencial viable, con visos de efectividad electoral, sino simplemente para definir método y fases que les permitan llegar a acuerdos básicos. Los tempranos pleitos, la guerra de pastelazos, los describen en términos de parvulario político o, cuando mucho, de simpleza primaria. Así, parece difícil que se encaminen a ganarle a la fórmula Morena-gobierno.
Y, mientras el Presidente de la República, entre hervores futuristas 2024, se ha reunido con los gobernadores 4T y los ha exhortado a que mantengan firme el paso asistencial (electoral), ¡hasta mañana, con Citi anunciando que no venderá Banamex a un solo postor, sino que utilizará la vía de la Bolsa de Valores, lo que rompe el ritmo a Germán Larrea, inutiliza el proceso que el magnate había construido y abre la puerta a otros inversionistas que deseen comprar acciones del citado banco!
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