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2023-05-24 09:03

En ‘Se me hizo tarde...’, “entablé un diálogo con los muertos”: Riley

Beach, Gertrude y Lewis. Foto cortesía de Luisa Riley

Ciudad de México. Durante toda su vida, la historia de orfandad del padre de la cineasta Luisa Riley se mantuvo oculta. Beach Riley murió en 1995 y su última voluntad fue que quería descansar en paz en la tumba de su madre, Gertrude, muerta muy joven hace poco más de cien años. El problema fue que ni él ni su hermano Lewis sabían su ubicación.

Hace seis años un sueño provocó que Luisa Riley se embarcara en el viaje homérico para completar la historia de infancia de Beach y Lewis y, por supuesto, encontrar la tumba de su abuela. El resultado esta contenido en el documental Se me hizo tarde en México que, además de ser una historia de orfandad, es de desarraigo, de búsqueda del pasado y de la recuperación de la memoria. “Sin buscarlo entablé un diálogo con los muertos”, cuenta la cinerrealizadora.

Ella narra el momento en que se dio cuenta de que en la historia de su padre y su tío había una película. Señala: “El proyecto nació de una manera distinta, era muy difícil imaginarse una película con esta historia, pero el dilema de llevar o no los restos es el dilema central de la película. Pero ocurrieron dos cosas: cuando fui a conocer la tumba de Gertrude, y ese monumento me reveló una cosa inmensa que era el pasado. Eso me movió todo por dentro. Aunque era un pasado ajeno a mí, por no tener lazos afectivos con nadie y en un país que no conocía, de todas formas fue la madre de mi papá, una gran ausencia en su vida”.

Agrega que la segunda cosa que le ocurrió a fin de realizar el documental Se me hizo tarde en México, fue “la tarea imposible de trasladar los restos de mi padre para depositarlos con su madre. A partir de ahí, se construyó el dilema muy claramente y pude hacer de esta película una carta a mi abuela Gertrude. Me vi dialogando con los muertos; sin darme cuenta, sin buscarlo entablé un diálogo con ella y con los difuntos”.

Hurgando en la historia de su abuela, la también directora de Flor en otomí descubrió un montón de cosas, “la más importante fue sobre la memoria. La famosa frase de que está viva, la viví en carne propia. La memoria no sólo está viva, a mí me dio un pasado, que era oscuro. Me dio la infancia de mi papá y su niñez en Estados Unidos, un mundo desconocido para mí.

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El padre de la directora. Foto cortesía de Luisa Riley

“Después de todo este proceso me hice de un pasado. Me nacieron afectos, antipatías, simpatías… encontré personajes. Ahora sé que tuve una abuela y un abuelo, encontré a la media hermana de mi padre y a su hija, además de esa historia que ya es parte de mi ser, ya está incorporada.”

“Haces tuya la vida de los personajes”

Cuando haces un documental, reflexiona Riley, te “apropias un poco de los personajes, los conoces y su vida se vuelve un poco parte de la tuya, pero en Se me hizo tarde en México se trata de un pasado familiar y eso lo convierte en algo irremediablemente mío”.

En otro sentido, el documental tiene que ver con el origen. Añade: “Encontré un origen emocional, no como estadunidense, no sé qué es eso. Hallé que mi padre tenía un pasado lleno de afectos. Entendí la importancia de la guerra para los estadunidenses, sobre todo la Segunda Guerra Mundial; comprendí la razón por la que mi padre guardaba silencio cuando le preguntaban si combatió en ella, y al no ir lo marcó de manera familiar.

“La familia de mi padre es de estadunidenses, llegó a Estados Unidos el siglo XVII. Es curioso porque esta relación con la abuela Gertrude ocurrió como un juego de espejos, porque estaba investigando cosas para mí y de repente me vi haciéndolo para ella, que murió muy joven y no vio crecer a sus hijos, pero a la vez eran como mis hijos, es decir no dejaban de ser mi padre y mi tío; sin embargo, cuando investigué eran, para mí, unos niños que me provocaban sentimientos maternales por su orfandad, su abandono, pues los alejaron de la familia paterna que los hubiera acogido, pero los metieron en un internado. No los protegieron”, sostiene.

Otro elemento, intangible por cierto, que tuvo que ver con la realización de Se me hizo tarde en México es que “tiene mucha magia. Si bien tenía la idea de hacer este documental para indagar sobre ese pasado oscuro de mi padre, el hecho de que mi hijo encontrara la tumba de Gertrude fue increíble, porque él la buscaba por el apellido paterno, no por el de casada, como ocurre en Estados Unidos. Fue un llamado muy fuerte.

“A partir de ahí, al completar la vida de Gertrude, también se completó la mía… Hay otra cosa en estos migrantes que no huían de nada, ni económica ni forzadamente, ese motivo me permitió hablar del desarraigo, que sí comparten todos los que están por exilio político, económico o forzado, dónde van a quedar tus restos cuando abandonas tu país de origen.”

De lo que Luisa Riley sí está cierta es que el exilio de su padre y su tío es “de orfandad y aventura, el hecho de la muerte de la madre tan joven los dejó sin arraigo en su país: nacieron en un lado, después se fueron a otro, se educaron en otro estado y así… Tan fuerte fue el desarraigo en mi padre que durante el Macartismo muchos estadunidenses se vinieron a México, pero después se pasó a la persecución de los simpatizantes socialistas, al grupo al que pertenecía mi papá, todos regresaron a Estados Unidos para continuar su vida allá. Mi padre no retornó, su hermano, mi tío sí coqueteaba, iba y venía de México a Estados Unidos. Mi padre nunca me habló en inglés ni de su familia, como si quisiera borrar el pasado hasta el día de su muerte, cuando me pidió descansar al lado de su madre”.

Se me hizo tarde en México únicamente ha visto una función en la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México, en espera de que su estreno comercial sea pronto y participar en algunos festivales de cine nacionales e internacionales; “estamos en eso actualmente”, finaliza Luisa Riley.

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