Mario Vergara no pegó el cartel con la imagen de su hermano, Tomás, desaparecido desde 2012, en el muro donde decenas de fotografías y descripciones hace el mismo reclamo: “¿Dónde están? ¿Nuestros hijos, dónde están?”. Otras personas llevaron lo necesario para colocar la fotografía, con la misma prestancia y solidaridad con la que Mario lo habría hecho por cualquier otro.
Ayer, sus compañeros de lucha se reunieron, como lo hacen cada domingo en la que ellos mismos denominaron Glorieta de los desaparecidos, sobre Paseo de la Reforma en Ciudad de México. Esta vez, el motivo fue honrar la memoria de Mario Vergara, quien falleció la semana pasada en un accidente de trabajo, y ya no estará para acompañarlos o aconsejarlos sobre la ruta de búsqueda de sus seres queridos.
Mario fue uno de los activistas con mayor experiencia. Su hermano, Tomás, desapareció en julio de 2012 y, desde entonces, lo buscó a él y a otros muchos.
Xcaret González, acompañante de los colectivos de familiares, recordó a Mario como una persona alegre, con mucha energía. “Sabía ‘leer la tierra’, identificar las señales de dónde podría haber una fosa clandestina”.
Siempre tenía disposición para compartir lo que sabía.
De eso mismo tiene constancia Socorro Gil, quien desde 2018 persigue pistas del paradero de su hijo Jonathan Romero Gil. Lo detuvieron policías municipales de Acapulco y no se volvió a saber de él.
Gil comentó que durante tres años solicitó a las autoridades de Guerrero y del municipio de Acapulco que se realizara la búsqueda de Jonathan. Lo consiguió hasta que encontró a Mario, a quien nunca vio personalmente, pero de inmediato “me respondió, me dio números de teléfono de oficinas de gobierno y, con su ayuda, se inició la investigación sobre mi hijo”.
El dolor y la tristeza que ayer dominaron el ambiente se acrecentaron con el recuerdo del trabajo de Mario en los colectivos de búsqueda de desaparecidos, del amor que profesaba a su pequeña hija, Julieta, y de su más reciente logro: la semana pasada, al colaboró en el hallazgo de los restos de Lesly Martínez, no localizada desde el 30 de abril.
Luego de pegar la fotografía de Tomás, los asistentes al homenaje, todos familiares de personas no localizadas, se pintaron las suelas de los zapatos y caminaron algunos metros, frente a la valla que protege al nuevo ahuehuete de la glorieta. Cada uno fue dejando sus huellas en el piso, como Mario las dejó en ellos para seguir buscando a sus hijos y hermanos.