Hiroshima. Este lunes, el reloj del Museo Memorial de la Paz de esta ciudad señala que han pasado 28 mil 413 días desde el primer bombardeo nuclear de la historia y 613 desde el último ensayo nuclear en el mundo.
El deseo de Sadao Yamamoto, de 91 años y sobreviviente del bombardeo atómico lanzado por Estados Unidos sobre esta ciudad el 6 de agosto de 1945, es que “luego de visitar nuestro museo, que muestra la realidad de lo que pasó cuando estalló la bomba atómica, Joe Biden y los líderes del G-7 comprendan que nunca más deben usarse las armas nucleares”.
A 77 años del estallido de Little Boy, lanzada por el bombardero Enola Gay a las 8:15 de la mañana y que desató un infierno que mató a cerca de 70 mil personas ese día y a otras 70 mil antes de que terminara aquel año, para Yamamoto y otros hibakusha –como llaman localmente a los sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki– resulta preocupante el recrudecimiento de la amenaza nuclear con las mayores potencias atómicas del mundo enfrentadas por la guerra en Ucrania.
La visita que esta semana realizaron el mandatario estadunidense y de otros líderes del G-7 al monumento donde se recuerda a las víctimas del bombardeo nuclear, es importante, pero insuficiente, responde Yamamoto a La Jornada. “La erradicación de las armas nucleares es un trabajo de todos y para que sea una realidad Rusia y China deben cooperar”, afirma.
Yamamoto es uno de los últimos supervivientes que aún pueden narrar de viva voz lo que sucedió aquel día. “Vimos que un avión sobrevolaba la ciudad, pero pensábamos que era un vuelo de reconocimiento más. De repente, lanzó la bomba y una onda expansiva de vientos abrasadores lo consumió todo”, recuerda.
Yasuko Kondo, de 82 años y que era una niña de cuatro cuando Hiroshima fue bombardeada, narra en una reunión con prensa extranjera que en sus recuerdos perviven vívidas las imágenes que vio aquel día: personas a las que la piel y la carne quemadas se les caían a trozos, cadáveres desmembrados, incendios, una lluvia negra que la gente bebía sin saber que arrastraba residuos radiactivos. “Nunca más debería haber hibakushas como nosotros. Las armas nucleares deben eliminarse”. Y añade que desea que “la gente de Ucrania y Rusia pronto pueda vivir en paz”.
“El mundo no debe olvidar la capacidad destructiva de estas armas, porque mientras sigan existiendo, una detonación podría traer a cualquier persona en el mundo las mismas consecuencias que vivió la gente de Hiroshima”, afirma Toshihiro Toya, subdirector del Museo Memorial de la Paz.
El museo, que fue renovado en 2019, expone la tragedia desde el punto de vista de las víctimas. “Nosotros solemos usar la expresión hibakusha no jisso (“la verdad de las víctimas del bombardeo atómico”), es decir, la verdad sobre el horror que se desarrolló aquel día bajo el hongo”.
La muestra incluye fotografías tomadas en las calles de Hiroshima minutos después de la explosión, ropa de niños que murieron por quemaduras, testimonios de padres que vieron morir a sus familias, objetos de metal que se fundieron por las temperaturas hasta de 4 mil grados centígrados que causó la bomba en un amplio radio.
Yamamoto y Kondo narran que luego del bombardeo odiaban a Estados Unidos, pero ya no. “Tienes que perdonar. Si no lo haces, nunca tendrás paz. Y lo que necesitamos es paz para poder vivir”, asegura la señora Kondo.