Ganar a la diabla significa resucitar. Volver de esa tierra donde todo está perdido y ganar por uñas, dando tumbos. Así, los Diablos Rojos lograron evitar la barrida en el último juego ante Piratas de Campeche y lograron remontar el juego con un rally de tres carreras en la octava entrada para llevarse el tercer partido de la serie por 5-4 en el estadio Harp Helú.
Las escobas ya estaban listas en la caseta de los Filibusteros. En la jerga pelotera alude a ganar por barrida todos los partidos de una serie y los visitantes ya saboreaban tres al hilo. Pero en un arranque de instinto diablo, con un inning de pura estrategia y osadía, hicieron honor a su tradición.
Los Rojos perdían 4-2 hasta la parte baja de la octava entrada. Venían de un inning complicado donde entró un relevo al que se le llenaron las bases y, gracias a una atrapada celestial del patrullero central Julián Ornelas, no sufrieron más daño. Fue justo con este jardinero del centro, quien anotó dos veces y fildeó dos pelotas que fueron cruciales, donde se gestó la voltereta. Roberto Ramos pegó un sencillo para empujarlo al home. Después Francisco Córdoba pegó otro sencillo para impulsar a Ramón Flores. Y finalmente Moisés Gutiérrez con un out de sacrificio y el pisa y corre de Alejando González (corredor por Roberto Ramos) enfiló al plato para encender la llama de este averno en el oriente de la Ciudad de México.
Los feligreses del infierno se sentían pagados, no importaba que durante dos días vieron a sus pingos salir con la cabeza agachada. A esto vienen: a ver un equipo que ha hecho de las volteretas y los triunfos con el corazón bombeando al máximo una marca regis-trada. “Pobres de los que no creye-ron”, decía una familia que esperó al final y no quiso adelantarse para evitar el tráfico de la salida.
La marca negativa del México ya rondaba en el papel (13 victorias y 12 perdidos), pero es beisbol, y una obviedad del legendario Yogi Berra adquirió dimensión de aforismo: “Esto no se acaba hasta que se acaba”.