Venecia. El pabellón mexicano de la 18 Bienal de Arquitectura con la curaduría artística de Mariana Botey y arquitectónica del despacho Aprdelesp, abrió sus puertas transformada en cancha de basquetbol.
Titulada Infraestructura utópica: La cancha de basquetbol campesina es un espacio vivo. Incluye, además de las pelotas y la canasta, gradas, un kiosco para tomar café, y el piso amarillo y techo cubierto con papel picado morado le dan un tono folclórico. El artista Dr. Lakra (1972) realizó los letreros y el fotógrafo documental Antonio Turok (1955) y su equipo, un video sobre las canchas de basquetbol rurales, además de un segundo video en el que también colabora Turok. También incluye una emisora de radio y un cineclub semanal desde la sede de Radio Nopal, en la Ciudad de México.
Lucina Jiménez, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), explica en conversación telefónica con La Jornada la gestación del pabellón, los propósitos y los cambios que ha tenido en su organización.
–¿Cómo nace éste proyecto?
–Quisimos responder a la propuesta de la curadora de la bienal Lesley Lokko y abordar el tema desde la arquitectura social pensada desde lo local, donde se redimen el presente y el futuro de las comunidades indígenas. El proyecto fue elegido mediante un concurso público compuesto por un amplio y heterogéneo jurado de expertos.
– ¿Por qué una cancha de basquetbol responde a estos propósitos?
–Es un espacio que nació a principios del siglo XX en México y que se expandió en la posrevolución a través de las misiones culturales de Vasconcelos; después, por la acción del cardenismo, que fortaleció no sólo la Reforma Agraria, sino la reordenación del territorio. Con el tiempo se fueron convirtiendo en espacios multiusos para el debate público. Es un afán de redención del territorio y de sociabilidad de las comunidades que ahí plantean su identidad y raíces culturales.
–¿De qué manera?
–Estas comunidades usan las canchas para comercializar sus productos locales, como en la cancha de Santa María Tlahuitoltepec, en Oaxaca, en un día de mercado. También la mujer reivindica en la cancha su papel social y territorial, porque, a diferencia de otros deportes, han practicado el basquetbol desde hace mucho tiempo. El papel de las mujeres es central porque son las portadoras de las formas de organización tradicional y del significado del mercado.
–¿Qué une a estos creativos?
–La perspectiva de sustentabilidad, el cuestionamiento de la estética colonialista, dando voz a quienes buscan una expresión propia. La curadora es una socióloga con mucho trabajo comunitario. Lo mismo el fotógrafo Turok, quien ha hecho documentales importantísimos relacionados con las comunidades campesinas e indígenas de Chiapas y Oaxaca desde hace décadas.
–¿A qué se refiere el título de Infraestructura utópica?
–Al abandono de grandes narrativas en favor de micro o macro procesos. Es en esas pequeñas transformaciones donde se dirimen las utopías. En un espacio que va cambiando personalidad, ajustándose a las necesidades de las comunidades, transformándose en mercado, espacio de juego, ágora de debate, parlamento y hasta aula de fiestas.
–¿El público distraído que mira al pabellón sin comprender éste trasfondo complejo qué se llevará?
–No pretendemos enviar un mensaje único, porque la cancha también es un espacio de experiencia para una multiplicidad de usos. Aportamos un servicio público de reunión donde hay una rocola, enchufes para cargar celulares, juego y conversación. Aquí se puede practicar ese juego de la vida. Han animado el lugar los huehues de Tlaxcala, cuya danza en sí misma es una crítica festiva a la colonialización.
–¿No podría anticiparse la convocatoria para preparar proyectos más elaborados?
–Sin lugar a dudas. En el Inbal acabamos de crear una coordinación de las bienales para una mejor gestión, incluyendo la amplia anticipación de la convocatoria.
–¿No fue demasiado costoso el gasto de 9 millones de pesos por la realización del pabellón, considerando que la infraestructura es bastante esencial?
–Usualmente, el presupuesto es más alto. Todas las bienales han costado alrededor de 10 a 12 millones de pesos. Cada proyecto responde a su circunstancia. En este caso hay un trabajo de producción consistente desde los videos, la importante investigación, la producción artística, el kiosco, los materiales y el complemento de la página web. Hay un gasto coherente y congruente.
– ¿Estarían dispuestos a ser apoyados por el sector privado?
–Por ahora no lo hemos necesitado, pero en caso dado, sin problema.
–¿Qué importancia tiene para México la bienal?
–Es un espacio de intercambio esencial que puede enriquecer la mirada no sólo de quienes participan, sino también a nivel de políticas comparadas. La bienal se aprovecha para dialogar con universidades y con otras entidades que tienen interés en colaborar con México.