Hace poco más de un año, nos reunimos en este mismo auditorio para celebrar los 100 años de Pablo González Casanova. En su mensaje, Don Pablo, como lo llamábamos con cariño y respeto, habló sobre las investigaciones que hacía en ese momento y un poco de lo que alcanzaba a ver para la universidad, México y el mundo. Habló entonces sobre el futuro de la humanidad y el papel de la universidad.
En otro momento, en una conversación con estudiantes transmitida en redes sociales, Don Pablo aseguró que “el futuro de la humanidad, si la humanidad tiene futuro, está en nuestra América, y en nuestra América, la Universidad Nacional Autónoma de México, como en el mundo entero, representa a una de las principales universidades y la principal de América Latina”.
Don Pablo tenía varias facetas. En nuestras conversaciones por más de 17 años, en el Instituto de Investigaciones Sociales, solía ordenar nuestras reuniones de trabajo: “primero tengamos nuestro acuerdo académico y administrativo, y luego hablamos como compañeros”, me decía. Don Pablo era Comandante Zapatista, ex Rector, Científico Social, Maestro, Padre, Abuelo, Compañero, y era, como él se definió una vez: un “intelectual orgánico de la Universidad pública”.
Desde sus primeras investigaciones sobre el conocimiento perseguido, y luego en su transición a la sociología del conocimiento, González Casanova supo del potencial crítico y emancipador del conocimiento, y de la riqueza que ese conocimiento adquiere cuando se vincula con el hacer. Así, con el “aprender a aprender, aprender a hacer y aprender a ser” Don Pablo manifestaría un proyecto de vida que dejó impreso en nuestra universidad, y que buscaría extender por todos los medios posibles.
El conocimiento que impulsó Pablo González Casanova no se limitaba al saber científico. Sus numerosos proyectos buscaron siempre propiciar el dialogo disciplinario, pero también el diálogo y el aprendizaje de los saberes de los pueblos originarios. Este diálogo entre disciplinas, y entre ciencias y saberes, se enriquecería igualmente con aprender a leer el periódico, a escuchar música, a ver teatro, cine y danza; a leer poesía, a aprender un oficio, a informarse para poder elegir. El conocimiento, la información y la comunicación como bases de la autonomía individual y colectiva.
En 2012, al recibir el premio Daniel Cosío Villegas otorgado por el Colegio de México, González Casanova presentó una ponencia en la que articuló el papel del conocimiento y la universidad con el proyecto nacional alternativo, desde los pueblos originarios hasta los movimientos juveniles. Don Pablo narró ahí el paso como bachiller de José María Morelos y Pavón por la Real y Pontificia Universidad, la de experiencia del cura Hidalgo como Rector del Colegio de San Nicolás de Obispo, hoy Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Desde luego, en su análisis no faltaron las aportaciones de Sor Juana Inés de la Cruz y su amor por el saber.
Si González Casanova encontraba en el conocimiento un potencial emancipador, pensaba que la universidad pública, laica y gratuita, como centro de conocimiento, podría contribuir a esa tarea. No solo lo pensaba, lo constataba en su revisión histórica del proyecto alternativo. Por eso Don Pablo también veía como gran contribución para América Latina, el movimiento que por la autonomía universitaria recorrería todo el continente, desde Córdoba, Argentina, hasta la capital de México.
En su etapa como rector, don Pablo emprendió una reforma universitaria que no sólo logró llevar más y mejor educación a más personas, sino que aspiró también a una reforma integral del pensar y el hacer universitario, siempre vinculado a la sociedad. Sería esa etapa también una de mucho aprendizaje para él: “En la rectoría –escribió años más tarde González Casanova– fui el mejor alumno de la universidad; conocí las entrañas del Estado desde mi autonomía”.
En su última década de vida, Don Pablo continuaría con esta labor en el Instituto de Investigaciones Sociales, ya sea con el Curso de Investigación – Docencia sobre Desarrollo Autosostenible para una comunidad o red de comunidades que, como su nombre dice, buscó vincular a la universidad con más comunidades que construyen otros modelos de desarrollo distintos al hegemónico, o con el sitio electrónico Conceptos y Fenómenos Fundamentales de Nuestro Tiempo, que es una enciclopedia virtual que ayuda a que cualquier persona que quiera profundizar sobre un concepto o fenómeno lo haga con el material que ahí se dispone.
“El verdadero profesor es aquel que sigue estudiando y el verdadero estudiante es aquel que también aprende a enseñar”, escribió Don Pablo en 2001. Y su decir, era también su hacer. Con sus colaboradores y colaboradoras en el instituto, formó un seminario para compartirnos sus “secretos” para escribir artículos científicos. Nos enseñaba cómo dictar una ponencia para no aburrir al público. Nos explicaba también como él, a sus más de 90 años, seguía sintiendo nervios antes de tomar la palabra. Pienso que esos nervios eran una forma de respeto para quienes lo escuchaban.
En estos días alguien me dijo que Don Pablo era uno de los universitarios más queridos y respetados. Otra persona me comentó que la muerte de Don Pablo había dolido de forma distinta en todo el país, pues era ejemplo de vida, referente intelectual, político y moral. Desde distintos lugares de América Latina y del mundo nos llegaron mensajes de solidaridad. Así era él, así seguirá siendo: un referente universal, un hombre querido.
Con la partida de Don Pablo muchos nos quedamos tristes, pero también con la alegría de haber compartido el mundo con él. Y como él acostumbraba, nos dejó tarea: seguir pensando y construyendo futuros más dignos para la humanidad.
Muchas gracias.