La multitud congregada en las protestas y marchas, con momentos del fuego de la furia y la alegría de la comunión solidaria, son las escenas de los lienzos que conforman la exposición Entre fieras y basiliscos, de la artista Samara Colina (Ciudad de México, 1992) que se exhiben en la galería virtual Artwks.
El sitio presenta ocho pinturas de la serie enfocada en la reinterpretación de imágenes de las masas de mujeres con los colores violeta y verde, de migrantes agrupados en caravana atravesando la desolación del desierto fronterizo, así como de jóvenes en el arrebatamiento del slam en un concierto. El aspecto en común es que toman el espacio y se organizan “para transgredir los límites del espacio público y manifestar inconformidades”, describe el sitio art.co
“Organizar la rabia, defender la alegría” es una frase acerca de lo que le interesa enfatizar a Samara en sus pinturas, quien relata en entrevista: “Lo que nos congrega viene de situaciones de mucho dolor, pero también hay algo festivo en el hecho de estar todas juntas. Creo que tenemos que reconocer eso, también lo afortunado que es estar articuladas y estar juntas, tenemos que exaltar esa alegría”.
Samara Colina, artista asentada en Guanajuato, desde hace cinco años ha dedicado parte de su reflexión pictórica a representar a la multitud en la marcha política. “He desarrollado este trabajo y de manera simultánea exploro otros temas, pero las multitudes me siguen atrapando mucho, por eso sigo haciéndolo”.
Antes se enfocaba en el rito de la marcha, al igual que en los elementos visuales que sirven de vínculo entre los manifestantes; por ejemplo, los colores verde y morado en las feministas, pero únicamente en marchas políticas. “No obstante, en esta exposición me di cuenta de que también, sobre todo después de la pandemia, toda multitud es política. Me llama la atención este impulso de multitud, la necesidad de ir a un concierto y fundirte con los demás, compartir esa alegría”.
Desde los inicios de su formación en la Universidad de Guanajuato, el cuerpo y la protesta política están en el fondo de la reflexión de Samara Colina, pues aparecía en todo lo que retrataba, primero de manera muy intuitiva y sin planeación. Las imágenes que pintaba tenían que ver con estas estrategias, como una huelga de hambre, alguien que se cosía los labios y, obviamente, las marchas.
Primero hizo retratos de estas personas y después de la marcha como un paisaje urbano más que un retrato. “Me llamó la atención plástica y pictóricamente el resultado”, como se nota en los óleos cargados de color, donde se ven manchas y texturas que dan la sensación de la unión corpórea.
“Veía mucha congruencia entre el tema y la forma, en sí la multitud ya era algo muy plástico, sólo era algo que debía interpretarse como el conjunto de pieles, de cuerpos. También me llamó la atención el aspecto coreografiado de la marcha, que me interesa mucho como ritual instituido de manera universal: se sale a las calles, se grita juntos y se hacen cosas específicas como levantar las manos y marchar en una dirección.”